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El videojuego perfecto no existe

Todo está en tu mente, Neo
Por Rafa del Río

Se acabaron las vacaciones... más o menos. Mientras muchos volvemos al trabajo con la legaña en el ojo y los gritos de los hijos resonando en el salón porque muchos colegios han cerrado por el frío, toca hacer recuento de experiencias, seguir hablando de videojuegos y dejar descansar -lo justo, eso sí- a mi Xbox Series X y mi PS4 Pro tras una Navidad de puro vicio jugón.

 

akira cdp

 

Tiempo para meditar

Han sido unas vacaciones raras: metidos en casa con la consola, las pistolas de dardos de espuma que trajo Papa Noel, comiendo las uvas por webcam con la familia y al final hasta con su ratito de nieve, aunque no toda la que nos habría gustado. Tiempo de sobra para jugar en familia, meditar, pensar en la industria y llegar a la conclusión de que, al final, el videojuego perfecto no existe, y con suerte, no existirá jamás. Una realidad que es necesaria para que el desarrollo siga evolucionando y que cuando se estanca, como comentaba Álex el viernes al hablarnos del nuevo Super Meat Boy, no sólo no avanza, sino que da varios pasos atrás.

 

Comentaba el otro día David que quizá deberíamos dejar de vender la moto del videojuego, dejar de ser esos pesados que, como cualquier aficionado a un hobby con complejos, se esfuerzan por vender sus gustos como la gran panacea. Una idea que compro y me parece brillante para evitar el complejo en sus dos extremos. Tanto el del gamer que no deja pasar reunión familiar sin hablar de que el videojuego es arte, como el del profesional del medio que se excusa por su trabajo en esto de los jueguitos porque, oye, hay que comer todos los días, y si es caliente mejor.  

 

batman spectrum

 

El videojuego perfecto no existe

Pero decía que el videojuego perfecto no existe y que esto es algo bueno porque ayuda a la industria y al desarrollo a avanzar, a probar cosas nuevas, a evolucionar y seguir buscando un santo grial que, por mucho que pasen los años, jamás se va a encontrar. ¿Una idea triste? En absoluto. La imperfección del videojuego como producto, como ente comunicativo que busca crear una conexión entre obra y público, se trata del punto de partida del que surge toda obra nacida de la capacidad creativa de la también imperfecta naturaleza humana. Algo que podemos reducir a dos axiomas: Somos seres imperfectos que buscan la perfección a través de sus obras; y es justo esa imperfección la que nos hace querer ir más allá, ya seamos público o creativos, a través de la creación y disfrute de videojuegos.

 

Lo mejor de la imperfección del videojuego, algo que podemos extrapolar a otras expresiones creativas del ser humano, es que desaparece en la experiencia del público cuando el jugador logra conectar con lo que el desarrollador está contando. La torpeza de John Marston se borra de la memoria ante la inmensidad de su experiencia pausada, los bugs de Night City dejan de importar ante todo lo que subyace en la historia de V, los sinsentidos de Hyrule no molestan cuando acompañas a Link a un nuevo templo... nuestro cerebro es algo maravilloso capaz de eliminar lo que no nos convence de aquellas obras con las que conseguimos empatizar a un nivel íntimo y personal. Esto explica que algunos títulos se conviertan en obras de culto para algunos mientras el resto del público enarca una ceja ante su experiencia hablando de maletines y otros sinsentidos. 

 

Podría volver a la frase de Tip y Coll: 'aunque sea fea la moza, si a ti te gusta, retoza'. Unas pocas palabras que ocultan una sabiduría infinita que se adapta a la perfección al tema de hoy. En un momento en el que el videojuego supera a la industria del cine y el deporte, sí, pero por los eSports y por los juegos de móviles, no estamos para pelearnos por cuál es la experiencia perfecta: todo depende del jugador. Siempre habrá valores objetivos y elementos criticables desde la distancia, pero no somos máquinas, no podemos separar el sentimiento del sentir. Mientras títulos como Death Stranding, Deadly Premonition, Fallout 76, Grounded o Cyberpunk 2077 consigan hacernos latir el corazón a pesar de sus imperfecciones, el videojuego será algo tan imperfecto como nosotros mismos. Y eso es maravilloso. 

 

¡Nos leemos!


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