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Por qué Dark Souls II es fundamental en la serie y tan hermoso a su manera

Tiempo detenido
Por Adrián Suárez Mouriño

Tras analizar a fondo tanto Dark Souls como Dark Souls III me he terminado de dar cuenta de lo importante que es Dark Souls II para la trilogía, y no solo porque profundiza en el dolor de los gigantes, en la caída de los reyes que un día fueron poderosos o porque explica qué ha sido de las herederas de Manus. Dark Souls II es valioso porque centra mejor el discurso de la serie en lo que se refiere al tiempo y al espacio.

 

Drangleic es un reflejo paralelo, siniestro, distinto e igual de Lordran. Es un sitio que nace en el fondo de un vórtice, es un espejo brillante y a la vez la oscuridad del pozo más profundo del reino de Gwyn. Drangleic existe, pero no. Drangleic es una dimensión alternativa que se superpone a Lordran pero a la vez nunca ha estado ahí.

 

Lo que acabo de describir en el párrafo anterior es un lío, pero tiene que serlo. Dark Souls II sirve para que entendamos que tiempo y espacio son lo mismo, no son nada y lo son todo a la vez. Esa lección que nos cuesta aprender cuando partimos en dirección al rey la entendemos cuando llegamos al fin del mundo, a la Ciudad Anillada en Lothric, en la que tiempo y espacio se apretujan y anhelan destruirse.

 

 

Porque Lothric también es lo mismo y la nada a la vez

 

El personaje que encarna esta compleja idea mejor que nadie es Ornstein, el caballero asesino de dragones, el guerrero del león. ¿Es realmente él el que está en Drangleic? Sí y no. Ese es un reflejo oscuro de sí mismo que viaja a una tierra poblada de dragones, ¿quizás buscando a su maestro? ¿Quizás movido por el deseo innato de seguir acabando con estas criaturas? Envejece. Su cuerpo se pudre y se oscurece y eso, quizás, hace mella en su reflejo que vive en Lordran, que huye con Gwynevere y Flann lejos de Anor Londo.

 

Y eso le afecta, lo debilita, lo hace reflexionar y necesitar reencontrarse con El Rey sin Nombre una última vez.

 

Sin Dark Souls II, sin esta secuela odiada por tantos, sin su belleza inconexa y en principio indescifrable, sería más difícil entender bien, bien, todo lo que significa el universo de Dark Souls. El sol crepuscular de Majula, ese que nunca acaba de desaparecer, ese que jamás deja que la noche caiga es justamente lo que Dark Souls II es para la serie: un tiempo detenido que a todos cambia. Sensacional. Habrá que hablar de esto en un libro.


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