[Análisis expandido] Not a Hero
Este texto es una expansión del análisis de Not a Hero.
Si seguís mi canal, quizá os hayáis fijado en uno de mis amigos. Siempre que aparece lleva algo, como una cebolla o una cazuela o una manta, que no tiene nada que ver con lo que esté ocurriendo. Su razonamiento es que, si él no es gracioso, quizá pueda hacer gracia al meter algún elemento inesperado; es curioso, porque cuando él quiere puede ser una persona muy cómica, pero sus intentos de hacer reír con este humor random no tiene ningún efecto.
Y me pasa lo mismo con Bunnylord.
No, replanteo: hace que odie a Bunnylord. Detesto a ese personaje.
Aprecio que un desarrollador intente cosas nuevas y respeto a Roll 7 por romper con OlliOlli y probar suerte con la acción, pero espero que hayan flagelado a su guionista y al hombre encargado de las cinemáticas. El humor es algo muy, muy, muy, muy difícil, y tiene que ver más con el cómo se cuenta algo y no tanto en qué se está contando. Andy Kaufman podía hacer reír a la gente sólo con estar de pie, pero todos los chistes de las últimas diez temporadas de Los Simpson han sido recibidos con un bostezo, y las cinemáticas de Not a Hero son un desastre. En ellas Bunnylord cuenta lo que se va a hacer a continuación en un tono que describiré como “humorístico” por el bien de la referencia, pero tarda tanto en decir cada una de sus palabras que cuando el “chiste” llega al final, se me ha ocurrido uno mejor. No, de hecho he acabado deduciendo cómo va a terminar porque las más de las veces su humor es tremendamente predecible. Predecible y estúpido. Pero no estúpido como el de los Monty Python, que ocultaba una comedia inteligentísima, sino estúpido como el de un niño de ocho años que no sabe lo que decir.
Existe un tropo, “humor de ensalada de palabras”, que consiste en soltar cualquier tontería esperando que el contraste resultante sea cómico. No me malinterpretéis, puede ser realmente gracioso si lo sabes hacer bien, pero la ejecución a destiempo de Bunnylord me pone nervioso y le deja rendido a sus palabras como único recurso para hacerme reír, así que cuando dice que después de matar a un puñado de criminales saldrán de fiesta y luego “quizá sorprendan a un teclado o algo”, pues oye, como quieras. Me llamo Plimbo, comamos Ramsés en Júpiter, no te jode.
No quiero desviarme de la ejecución: es importantísimo dominarla si quieres centrar tu discurso en el humor (y por eso a mí se me da tan mal), y el caso de Bunnylord es trágico no sólo porque no lo consiga sino porque su forma de hablar me recuerda a otro personaje que se lo come con patatas: el protagonista de The Magical Realm of Horse Man, de Jason Steele. Su obra se basa por completo en la ejecución: el dibujo es muy simple, pero el doblaje y el tiempo transmiten todo lo que importa. Si oyes hablar al hombre caballo te das cuenta de por qué resulta gracioso de inmediato; su tono snob, su gusto por interrumpir, su desdén incluso por él mismo… Todo ello crea a un personaje entrañable en su particular medida, y sólo necesitas la voz para quererlo. Pero Bunnylord no tiene voz sino que habla a través de una serie de “guas” que me recuerdan a Animal Crossing, y no hay ninguna variación en su tono según lo que esté diciendo, de modo que cuando suelta “flappin’” y “sick” y demás neologismos anglosajones, lo único que soy capaz de ver es a un guionista desesperado por crear un personaje extravagante, de esos que se recuerdan, que inspiran fanart y que son imitados porque son tan graciosos y carismáticos. Odio ese tipo de personajes, porque cuando salen mal, caen a lo más bajo, y lo siento por Not a Hero, porque este tipo es su mayor ancla. Entre su monotono y la velocidad a destiempo con la que habla, la estupidez de sus diálogos sale a relucir con fuerza, y cuando te suelta una colección de batidos que van “chocolate, fresa, wombat”, pues vale. Wombat. Es una palabra graciosa. También lo es “cuchufleta” ¿Os hace gracia?
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