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Ya no soy Nintendera, y eso está bien

Una reflexión sobre la absurda guerra de consolas
Por Brenda Giacconi

Empecemos por partes. Sí, técnicamente soy “Nintendera”, pero recalco el ‘técnicamente’ porque no me gusta encasillarme más de ese modo. Creo que esa etiqueta me la puse de manera casi natural e inconsciente cuando era pequeña, en otras palabras, cuando empecé mis andanzas en este mundillo de los videojuegos.

 

Debería agradecer a mis hermanos que me empujaran (si bien nunca me obligaron) a descubrir este entretenimiento audiovisual e interactivo. La consola que recuerdo con más cariño es la Nintendo 64, de la que teníamos unos pocos cartuchos guardados. En aquella época, me enamoré principalmente del Zelda: Ocarina of Time, del Banjo Kazooie y del Super Mario 64, títulos que no llegué a pasarme hasta varios años después, entre emuladores, porque en mi infancia nunca me puse muy seria en pasármelos enteros.

 

Aquella máquina que tanto marcó mi vida hizo que, junto a mis hermanos, nos fijáramos más detenidamente en las plataformas de la misma familia. De este modo, por nuestras manos pasaron la Game Boy Advance (que guardo en el cajón del escritorio desde donde escribo esto, con un Pokémon Azul inacabado), las DS y la Wii. Y así, casi sin querer, me autoimpuse el adjetivo de Nintendera, como si me definiera de alguna manera. A partir de ahí, cada decisión y videojuego que sacaba esta compañía la miraba siempre con buenos ojos. Sí, soy de las que pensaba que la Wii U tendría buena acogida, todos cometemos errores, ¿vale?

 

Game Boy Advance

 

Por supuesto que tengo recuerdos con otras consolas, como la PlayStation 2 y el GTA: San Andreas (que ahora, mirándolo en perspectiva, quizás no era el mejor juego que darle a una niña de 8-9 años), pero mi fascinación con Nintendo fue la causante de que durante mi adolescencia me alejara del resto de plataformas. Sabía que otras compañías reunían un catálogo con miles de fans, pero nunca llamaron mi atención. 

 

Hasta ahora.

 

Este último par de años los he dedicado a meterme en el tema comunicativo de cara al sector de los videojuegos, por lo que he ido observando más detenidamente la “console war”. Más allá de insultos varios y amenazas vacías, he preferido centrarme en la pasión con la que las diferentes comunidades de videojuegos defendían sus plataformas y títulos favoritos. Algo con lo que me sentí identificada en mis años de nintendera. Por eso, dejé de lado mis inseguridades por géneros que nunca había probado, y la estúpida sensación de jugar a un clásico en la época equivocada, y probé juegos nuevos para mí. Y madre mía, lo que me estaba perdiendo.

 

Halo: CE

 

Mis peripecias en estos campos son cortas, pero ya he alucinado con Halo: CE y me ha dejado con ganas de saber más sobre la batalla contra el Covenant y la siguiente aventura de Master Chief. Estoy intrigada (y a la vez terriblemente asustada) con Silent Hill y su propuesta de pura tensión que, a pesar de los años, me obliga a continuar muy poco a poco. Y hace un par de días me entró algo en el ojo con Metal Gear Solid y la muerte de cierta enemiga que me caía bien.

 

Parecerá un poco estúpido que os hable de lo mucho que me gustaron en 2020 unos juegos del siglo pasado, pero para mí son un descubrimiento abismal. Me fuerzo a pensar que no importa la época o el momento en el que los juegue, ya que lo único que cuenta es descubrir sus mundos y disfrutar sus historias. Y tras pasarme muy poquitos títulos, he podido comprender que las comunidades de cada plataforma atesoran unos recuerdos muy parecidos a los que yo tengo con la gama de Nintendo. Entiendo su punto de vista, y he podido llegar a esa conclusión tras haber apartado a la compañía del fontanero durante un tiempo y dando una oportunidad a nuevas sugerencias.

 

Mandos de consolas

 

Aunque esta última revelación me haga querer ponerme rápidamente al día tanto en títulos antiguos como en actuales (algo que, simplemente, sería imposible), me voy recordando a mí misma que el objetivo de todo esto es la diversión. Voy despacito, juego a lo que puedo y aprendo todo lo posible de lo que se defiende en la guerra de consolas, pero sin entrar en la agresividad y desprecio que tristemente se destila.

 

Por eso ya no soy Nintendera, y eso está bien. Porque las diferentes experiencias que tengo la ocasión de probar me demuestran que también soy parte sonyer, parte xboxer, parte master race y parte de otras comunidades que aún no he descubierto en mis primeros pasos en este mundillo. En resumen, me gustan los videojuegos, y ojalá pueda seguir con este hobby el resto de mi vida.


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