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Sekiro Shadows Die Twice: armas y herramientas del periodo sengoku

Quedan 14 días
Por Rafa del Río

Sekiro Shadows Die Twice está cada vez más cerca. Tras hablar de algunas influencias del manganime clásico, del sigilo y su historia, toca centrarnos en su contexto histórico para entender la decisión de Miyazaki y From Software no sólo por la realidad socio-militar de la época, sino también por la libertad que permite al diseño en un momento en el que tuvo lugar una de las guerras civiles más cruentas de la historia de Japón. 

 

Si tuviera que elegir una época de la historia del Japón feudal para hacer un videojuego, con perdón del shogunato Kamakura, esta sería, sin duda, el periodo Sengoku. Lejos de la moderna Restauración Meiji y de la bonanza del periodo Edo durante el shogunato de Tokugawa, Sengoku es un periodo de luchas internas e innovación armamentística, modernización del concepto de ejército y nacimiento de grandes nombres como Uesugi Kenshin, Shingen Takeda, Toyotomi Hideyoshi, Tokugawa Ieyasu, Oda Nobunaga, la jonin kunoichi Mochizuki Chiyome o el famoso ninja de sangre noble Hattori Hanzo.

 

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No confundir sengoku con Son Goku, menos aún el makinero

 

Vacío de poder

Integrado por muchos historiadores en la era Muromachi, el periodo Sengoku hace alusión al lapso de guerras civiles iniciadas tras las guerras Ônin. Con un Japón segmentado por los combates entre el shogunato Ashikaga y los Daymios más poderosos del periodo Muromachi, los distintos señores feudales repartidos por las diferentes provincias comienzan a formar grandes ejércitos en su afán expansionista por hacerse con los terrenos de sus vecinos. Sin un órgano de gobierno real que frene su ambición, la tradicional estructura de clases estamentales del Japón feudal implosiona con un cambio de mentalidad que lleva al poder a los más hábiles y a aquellos que cuentan con los recursos necesarios para mantener dicho poder.

 

Mientras tanto, gran parte de los campesinos y las clases parias se han rendido al Jôdo Shinshu, la secta de la Tierra Pura, una rama del budismo que lleva expandiéndose por Japòn desde el siglo XIII y que alimenta el pensamiento revolucionario con la promesa de un lugar mejor. Esto lleva a las clases más bajas a montar ikkô ikki o grupos armados junto a sacerdotes, monjes y algunos nobles creyentes para defenderse de los ataques de los restos del gobierno reuniéndose en torno a su líder, Rennyo, cuya muerte a finales de siglo XV sirve para avivar la llama de la revolución unificando a estos grupos y convirtiéndolos en una fuerza a tener en cuenta en los conflictos. 

 

Junto a Tierra Pura encontramos varias sectas budistas junto a un auge del sintoismo o religión tradicional nipona. Tras siglos absorbido por el budismo, el shinto resucita a mediados de la era Muromachi gracias a la 'intervención divina' de los kamikaze, los entes divinos que detuvieron las invasiones mongolas enviando un tifón sobre los enemigos en el siglo XIV. No obstante, y aunque se retoma la idea del emperador y su línea sanguínea como desdecendientes directos de Amaterasu, diosa del sol, también se mantiene a la familia imperial alejada de la política. Junto a esta realidad religiosa, el budismo Zen sigue expandiéndose entre las clases más pudientes acompañado de toda una moda de sus formas culturales, especialmente en lo que rodea a sus formas más estéticas como el teatro Noh, la comedia Kyôgen, la arquitectura y la Chanôyu o ceremonia del te, acompañada de un auge de los jardines de te como rincones de meditación. El budismo Zen del periodo Sengoku adapta varios de los preceptos más antiguos del Shinto acelerando así su popularización a lo largo de los siglos XV y XVI.  

 

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Parece un Dónde está Wally, pero no, es una reinterpretación de la batalla de Sekigahara, tras el periodo sengoku

 

Evolución militar

Inspirados por estos Ikkô ikki en los que algunas fuentes sitúan la semilla del nacimiento de la Yakuza dos siglos después, algunos Daymio aprovechan el reclutamiento forzoso de los miembro de las clases bajas durante la Guerra de Ônin e instauran a los Ashiragu o 'pies ligeros' como parte importante de sus tropas. Convertidos en infantería de primera línea sin apenas protección -de ahí el nombre-, los ashiragu pronto escalarían dentro de sus propias filas creándose varios rangos según su veteranía y experiencia y dando lugar a la aparición de nuevas castas socio-militares como los kashira, los ko gashira y los teppo ko gashira, cada uno al mando de distintos contingentes militares. Como dato curioso, Toyotomi Hideyasu, heredero de Oda Nobunaga, comenzó su carrera política siendo un simple ashiragu a las órdenes del célebre genio militar. 

 

En unos pocos años y hasta el final del periodo, ya sea hasta la unificación de Nobunaga o la de Tokugawa según diversos historiadores, los ashiragu verían incrementada su valía y se especializarían varios contingentes a la vez que los daymios mejoraban su equipo y el trato a las vasallos no sólo para lograr victorias, sino también para evitar el gekokujo, un equivalente nipón de la revolución proletaria y la lucha por el poder que estaría presente en la aparición de los clanes rivales de Takeda Shingen, de la provincia de Kai y Uesugi Kenshin, de Echigo. 

 

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La batalla de Mitakagahara, una campaña de Takeda Shingen

 

Por otro lado, la figura del samurai se mantiene, si bien algunos abandonan su vertiente social como bushi o noble armado y pasan a ser simples militares. Jefes de sus propios ejércitos formados por sus vasallos o incluso miembros vitalicios de la guardia de los daymios. Los que ven aumentado su poder son los distintos clanes ninja, especialmente las nuevas escuelas de Iga y Kôga, que son contratados por los distintos daymios para misiones de espionaje, iniciar revueltas y, obviamente, asesinatos. Cabe destacar que los ninjas eran vistos con gran respeto tanto por su preparación como por su lealtad al shinobido, un código moral tan férreo como el bushido samurai y que hacía que el ninja fuera leal tan sólo a la misión y a su contrato. También las mujeres ninja o kunoichi contaban con el respeto de los daymios y los ejércitos, hasta tal punto que Takeda Shingen contaría con la ayuda de una famosa jonin -jefa- de la escula Kôga, Mochizuki Chiyome. Tras ser puesta a su cuidado por su marido agonizante en el campo de batalla, Shingen animaría a Chiyome a montar su propia escuela de kunoichis reclutadas entre las niñas huérfanas, las viudas de la guerra y las prostitutas. Con el avance de la guerra y con la mayoría de los clanes contratados por Tokugawa Ieyasu -entre ellos el del famoso Hattori Hanzô-, muchos daymios contratarían a nuevos maestros para formar sus propias escuelas ninja con fines militares.

 

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Retrato de la onna bugeisha Ishi-jo, de Kuniyoshi

 

Revolución armamentística

Junto a la evolución de los ejércitos y la aparición y consolidación de nuevas castas militares, el periodo sengoku propiciaría un boum armamentístico a varios niveles junto a un incremento astronómico de la construcción de castillos, fortificaciones y medidas de protección. Por un lado, el contacto con los primeros occidentales gracias al naufragio de un buque portugués en Tanegashima en 1543, propiciaría la aparición de las primeras armas de fuego, los arcabuces, junto a mejoras en la tecnología de defensa con las armaduras de placas -okegawa do- y las armaduras 'de los bárbaros del sur'  -namban do-, dos adaptaciones de la técnica occidental según la técnica nipona. A esto se unirían los kabuto o yelmos de nobles y los jingasa o yelmos de la milicia, que también servían de cazuela en la que cocinar. 

 

Respecto a las armas, además de la aparición de los arcabuces que obligó a desarrollar toda una serie de estrategias para evitar a los letales regimientos armados tanto en campo abierto como en los asedios, el cambio más emblemático es, quizá, la aparición del daishô, el conjunto de katana y wakizashi que luego inspiraría a nuevas escuelas de esgrima como el ni ten ryu de Miyamoto Mushashi a finales de siglo XVI o el estilo también a dos manos de Yagyû Jûbei Mitsuyoshi unos años después. Mientras la katana seguía siendo el distintivo del samurái con una metafísica que situaba el alma del noble espadachín en su hoja, la wakizashi, un arma de menor tamaño, se adaptaba en este periodo como arma ideal para el combate en espacios cerrados. Como curiosidad, la wakizashi se terminaría convirtiendo en el recordartorio del samurai de su lealtad al bushido, siendo la herramienta que los buhi usarían para cometer suicidio ritual o seppuku, occidentalizado como hara-kiri por su traducción directa: cortar el hara o fuente vital de la que surge el ki.   

 

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Tatehagi okegawa-do o armadura de placas vertical

 

Las armas de ashiragu y samurais evolucionan con la popularización de las nagae yari o lanzas cada vez más largas emulando a las picas occidentales con una longitud que llegaría a alcanzar los 6 metros; la aparición de caballería samurai formadas por lanceros, abandonando el uso del arco a caballo, o el uso de grandes espadas pesadas para el combate contra caballería y primera fila de infantería ashiragu como la tachi y la nodachi. No obstante, los que de verdad revolucionaron el combate armado fueron los ninjas. Con una historia a sus espaldas plagada de herramientas y armas novedosas y sin la limitación moral de sus compañeros de combate, el periodo sengoku mostraría al mundo la inventiva de las diversas escuelas y el uso de armas como la gama  kusari o cadena con hoz en un extremo, katanas modificadas con la hoja acortada para desenvainar rápidamente, espadas de varias hojas,  sayas o vainas de espada usadas como cerbatanas y, por supuesto, el uso de uchitake o explosivos, shurikens, kunais, tetsu bishu o abrojos, y herramientas como la kaganawa o cuerda con gancho que porta Sekiro, la shikoro o sierra fina, los tsoboriki o ganzúas y los tegaki de manos y pies, capaces de permitirles colgarse de cualquier superficie y trepar en su huida o acceso al objetivo. 

 

Junto a todo esto, el periodo sengoku permite a los artistas y artesanos crear armas y herramientas únicas sin la presencia de un gobierno que limite la libre creación. Junto a las escuelas shinobi, muchos artesanos y maestros herreros comienzan a experimentar por su cuenta con las armas y técnicas extranjeras mezclándolas con los conocimientos propios, lo que hace que este periodo sea el periodo perfecto para obras como Sekiro Shadows Die Twice, Dororo, La Espada del Inmortal, Kurogane y tantas otras historias del Japón feudal que mezclan la recién llegada tecnología con la mitología más oscura y medieval.

 

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Un poco de locura armamentística del periodo sengoku: las ôzutsu o artillería, en este caso, de mano

 

Pero eso no es todo

El periodo sengoku es conocido, sobre todo, por sus provincias en guerra y su carrera militar, pero también es un periodo de gran opulencia y avances culturales, leyendas y mitos que, espero, podamos disfrutar en Sekiro. La cultura Zen tiene un gran apogeo durante ambos siglos, especialmente por la necesidad de los Daymios de demostrar su poder y riqueza más allá de sus ejércitos, lo que da como resultado la proliferación de los jardines zen, la imaginería clásica de la torre fortificada a la luz de la luna, los puentes sobre el río de carpas y los suelos de ruiseñor, un tipo de técnica arquitectónica que hace que un suelo de madera 'cante' cuando es pisado sin conocer su patrón silencioso. 

 

En resumen, y aún dejándonos mil cosas en el tintero, Hidetaka Miyazaki ha acertado de lleno con el periodo en que ambientar Sekiro: una era de grandes combates, de héroes y leyendas, armas y demonios. Por un lado, la historia permite jugar con esas armas endiabladas y esa mecánica para el brazo de nuestro shinobi con aires samurai e imaginar más allá de lo posible gracias a este renacimiento militar que da alas a la creatividad del artesano. Por otro, nos encontramos con un periodo aún oscuro cargado de supersticiones y mitos, un periodo en el que la magia y la religión se dan la mano para dar como resultado un escenario de lujo al que, sí, efectivamente, aún le quedan 14 días.

 

¡Nos leemos!


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