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Red Dead Redemption 2 mola, pero sigue siendo demasiado videojuego para mi gusto

¿El precio del hype?
Por Rafa del Río

Red Dead Redemption 2 ya ha sido declarado tesoro internacional. En apenas dos días, el publico y la prensa ha hablado y, de forma casi unánime, han condecorado el último producto de Rockstar con un bonito y flamante diez que brilla en oro en la pechera de la compañía. Los motivos desde luego no son pocos: buenas físicas equinas, la música del bueno de Enio Morricone, el desgaste de las armas y un buen puñado de elementos RPGs muy bien implementados para hacer de la aventura toda una vivencia. 

 

Arthur Morgan tiene muchos puntos fuertes para que Red Dead Redemption 2 justifique su nota, y no seré yo quien se meta en el lodazal de si la merece o no, básicamente porque no me corresponde, afortunadamente, hacer el análisis. Sin embargo, la nueva obra de Rockstar sigue siendo demasiado videojuego a mi gusto. Un compendio de mecánicas que funcionan de lujo pero que a poco que rascas muestran sus engranajes internos, demasiados localizadores que no por ser más bonitos dejan de ser puntos en el mapa y la sensación de que, al final, se nos prometió el Viejo Oeste y hemos terminado encontrando West World. 

 

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No es oro todo lo que reluce

 No me malinterpretéis: Red Dead Redemption 2 es un pepinaco, un juegazo, un must play, pero para mi gusto no alcanza el número 1 en el pódio de mejor Videojuego de esta Generación, así, en mayúsculas. Quizá me sienta culpable por haber mimado demasiado a Rockstar, pero seguir encontrando el mismo sistema de tiroteos y coberturas poco intuitivas del primer Red Dead Redemption de hace ocho años, un sistema de combate aún más recortado y las físicas de personaje que hacen que Arthur parezca un saco de arena cuando cae de una altura mayor que la de un escalón medio, resulta raro, y más cuando el resultado final brilla con tanta luz como lo hace Red Dead Redemption 2.

 

Red Dead Redemption 2 es un juegazo, por supuesto que lo es, y lo es porque sabe tomar sabiamente lo que mejor funciona de otros juegos para crear un producto explosivo que entra por los ojos, el corazón y el alma. La aventura de Morgan bebe de GTA, de Fable, de BioWare, Witcher y Kingdom Come Deliverance, convirtiendo sus mecánicas -especialmente en lo que corresponde al último ejemplo- en algo mucho más gamey, más jugable y más abierto para el público en general. Detalles como la ropa desgarrada por los zarpazos de un oso y las heridas sufridas manchando la chaqueta o tintando el agua del río al cruzarlo son un puntazo, pero luego todo se resume a indicadores de salud que aparecen y desaparecen y visitas al menú de estado. Herramientas que mantienen ese punto de videojuego en el que las mil cacharras que llevamos en el zurrón y que podemos consumir en medio del combate sin restricción mediante hacen que recuperemos salud, energía y dead eye de un plumazo. 

 

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Red Dead Redemption 2 es demasiado videojuego

Tal vez la culpa sea del hype o de unas promesas que no han sido del todo claras, pero al final la sensación es que Red Dead Redemption es demasiado videojuego. Un prólogo tutorial demasiado cinemático y largo, demasiados cartelitos con información que la mitad de las veces no tienes tiempo ni de leer, avisos de subida de nivel, medicinas milagosas, desperfectos y heridas que desaparecen, animaciones para salir del paso y misiones que, al final, siguen el camino tradicional... todo esto termina por dar la sensación de que el último título de Rockstar se ha quedado cerca de casa por miedo a arriesgar más de lo debido a costa de las ventas estimadas.

 

Pero una vez más, no me malinterpretéis: Red Dead Redemption 2 es un juego sobresaliente y pasmoso. Su aspecto gráfico -sobre todo en Xbox One X pero también en todas sus plataformas- es de matrícula de honor, la sensación de estar viviendo el viejo oeste de primera mano es genial, y la posibilidad de poner la primera persona en cualquier momento es toda una gozada. La forma en que planta a sus personajes, su historia, las movidas de cada miembro de la banda y cómo nos relacionamos... Todo en Red Dead Redemption 2 está hecho para que disfrutemos y vivamos nuestro far west a ritmo lento y sosegado, cocinado a la lumbre para enamorarnos y darnos la sensación de pertenencer a una banda. 

 

La sensación final es la de que Red Dead Redemption 2 es un must play de esta generación, pero no tiene la carga de sorpresa y significado que pueden haber tenido otros títulos y que hacen que no sea mi candidato al trono de Mejor Videojuego Ever. Rockstar no es tonta y ha sabido sacrificar elementos para no asustar al usuario medio, una práctica lógica cuando maneja los presupuestos que maneja, pero que la alejan de la obra de culto gafapasta e innovadora que parecía querer ser hace unos meses. Vamos a disfrutarlo, por supuesto, y no veo la hora de volver a jugar, pero la sensación de estar viviendo algo muy grande que ya hemos vivido antes sigue ahí, machacona, haciéndome pensar que el auténtico cambio, la evolución gorda, la han dejado para GTA VI y la siguiente generación.

 

¡Nos leemos!


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