Para no saber «lo que mola», Nintendo no lo hace nada mal

Al pensar en una compañía que se pretenda distanciar de las demás sin pensar en modas o en lo que más venda, muchos podrían pensar en SEGA, en la antigua SEGA de Dreamcast en la que todo puzle o arcade que aparecía tendía hacia un surrealismo que le daba un aire muy especial, tanto a la compañía como a la propia consola y a quienes hacían uso de ella. Desde hace unos años, hay quien puede pensar que ese espíritu vive en los indies, pero realmente quien más está haciendo lo que le da la gana sin pensar en modas y disfrutando de ello (y haciendo disfrutar a sus fans) es Nintendo.

No es la primera vez que se comenta (y es bien evidente) que Nintendo está fuera de toda onda. Crean su propio mando porque no tienen muy en cuenta que las manos de la mayoría de jugadores ya están más hechas a un Dual Shock o un Xbox 360 Controller, no tienen en cuenta a su competencia para las posibilidades online, no anteponen narrativa a mecánicas, no miran géneros de moda,... No llevan un ritmo ni parecido al que lleva la industria del videojuego en general, y eso les hace especiales a pesar de flaquear en aspectos muy importantes. Sufridores, pero especiales.

Así hablaba Shigeru Miyamoto para el LA Times, y al ver declaraciones así se entienden muchos detalles de la compañía, no precisamente actuales la rareza del shooter entre calamares, Splatoon, sino a esa extraña afición por unir lo real y lo más absurdamente surrealista dentro de mecánicas simples a la vez que enrevesadas para lo convencional, y no sólo con el Tokyo Crash Mobs que se menciona en el artículo o con Tomodachi Life, Wario Ware, Rhythm Paradise y la obra de Sakamoto en general, sino que es algo que se lleva desde el momento en que Mario se mete en una bota gigante para atravesar una zona repleta de Munchers.

Y claro, la actitud desenfadada, ese 'reírse de sí mismos' del que habla Miyamoto, también se ve en la propia compañía y en su formato de transmitir sus novedades, también mezclando realidad y ficción en sus Nintendo Direct que hacen que muchos, interesados o no en los propios anuncios, sigan las novedades de la compañía como si de otro juego se tratase. No saben lo que está en boga, pero al menos saben que lo que hacen tiene un encanto único, y gusta por no ser lo convencional.

De hecho, no le falta razón en esos grandes esfuerzos de los desarrolladores por hacer algo atractivo a la fuerza, como si un peinado estrambótico, un par de cremalleras de más colocadas específicamente o un escote innecesario fuesen los elementos clave para crear más atracción hacia el juego, cuando, si nos preguntaban hace años, lo que molaba era un robot azul con un cañón en el brazo, algo que sería ridículo hoy en día para muchos según conciben el videojuego con la mayor búsqueda del realismo posible.

La sonrisa Nintendo, que dicen muchos, el detallismo y el constante agasajo del jugador a través de referencias al gran legado de la compañía que ven otros, la forma de recompensar el tiempo invertido en el juego, los diseños neutros capaces de agradar tanto a público masculino como femenino de todas las edades,... Y todas las situaciones que se dan, claro.

Es verdad que, en cierto modo, existe un 'género Nintendo'. No es un género propiamente dicho sino una forma de ser, algo que han mantenido durante mucho tiempo y que aún a pesar de los vaivenes de su economía mantienen como forma de ver la industria del videojuego.

No se harán ricos con este 'género Nintendo', o al menos no en esta generación, pero están consiguiendo tener una imagen única y una identidad muy fuerte.