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Llegué al final de la fiesta, pero me lo pase teta en Mundogamers

Un guateque histórico
Por David Oña

Llegué a la fiesta las 6 de la mañana, cuando la música sonaba clara, sin la algarabía de la multitud, única y exclusivamente para aquellos que estaban dispuestos a escucharla, los que antes de echar la persiana cambiaron el disco y pusieron un grandes éxitos ecléctico que aunaba los temas favoritos de cada uno de ellos. Yo los conocía de leerlos y de encontrármelos en alguna conversación espontánea, de esas que surgen en espacios abarrotados de personas, como si de un foro o un canal de Discord se tratara.

 

También tenía controlados a algunos de los que estuvieron a primeras horas de la noche: Diego Emegé, Spidey, Alejandro Pascual, Toni Piedrabuena, Dayo, Bruno Louviers y otros tantos que fui conociendo, mayormente en retrospectiva, y gracias a las historias que internet contaba de ellos.

 

Cuando llegué me crucé en la calle con Julián Plaza, con quien muy a menudo coincidía en gustos, por su culpa tengo un Astral Chain todavía por empezar. Y en la puerta, me topé con Rebeca Escribano, que me saludó en japonés y junto a sus consejos, me dio una cálida bienvenida, al tiempo que se despedía del resto.

 

Llegué al final de la fiesta, pero me lo pase teta en Mundogamers

Alguien preparó torrijas

 

Al entrar, sentí que cada uno hacía lo que le apetecía. Vi a Adrián inmerso en estudios sobre narración compleja, preocupado por la perspectiva de las cámaras fijas en Resident Evil y fascinado por las bondades de la última obra de George Kamitani. Se puso pesado con 13 Sentinels, como un crío chico que quiere que veas su serie favorita, y cuánta razón tenía; a los doctores siempre hay que hacerles caso.

 

A su lado vi a Rafa, que acudió raudo a saludarme y tras intercambiar unas cuantas palabras, me hizo saber que estaba encantado de que me hubiera unido a la fiesta, que daba gusto tenerme por allí aportando mis cositas. Yo miraba a ese hombre y pensaba: “¡por Dios, pero si es un sabio de la era Sengoku! ¿que le digo yo a semejante personalidad?”. Y como nuevo miembro tímido del grupo, me limité a darle las gracias y a decirle que me flipaba su trabajo.

 

Al fondo pude ver a Brenda. Cómoda y situada, no paraba de experimentar y de probar cosas nuevas; todo energía. Hablamos en la distancia, nos reconocimos el esfuerzo de forma mutua, y por unas cosas o por otras nunca coincidimos. Quizá para la despedida.

 

Acudí a la fiesta porque Álex me llamó. Me dijo que le molaba cómo escribía y que si me apetecía, aunque fuera tarde, podía unirme y pasar con ellos las últimas horas. Al saludarle pensé que tenía cierto aura de jefe, de estar a mil cosas y, a su vez, tenerlo todo controlado. Me pasé gran parte de la fiesta hablando con él, me explicó mucho sobre cómo había ido la noche y se detuvo a enseñarme cómo debía comportarme si algún día me tocaba acudir a eventos similares.

 

Una vez allí, mientras observaba de reojo cómo poco a poco, minuto a minuto, el amanecer iba haciendo acto de presencia, amenazando con poner fin a la juerga, me decidí a intentar pasarlo lo mejor posible. Salí a bailar en los podcast tanto como pude, gasté bromas, disfruté de los debates, de los análisis y de los artículos, y tuve el placer de grabar un especial sobre Demon's Souls con dos de mis autores favoritos.

 

Llegué al final de la fiesta, pero me lo pase teta en Mundogamers

 

 

Adiós

 

En esta casa he sido lector, e incluso patrono (lo sigo siendo), durante bastante más tiempo que redactor. Así que si estáis leyendo esto, seguramente nos encontremos muy próximos en cuanto a sensaciones. De hecho, empecé a escribir por culpa de un artículo de Adrián Suárez, publicado en 2017 y titulado “Cómo convertirse en periodista de videojuegos sin morirse de hambre”. Leí ese texto tirado en la playa y desde entonces, también gracias a Mundogamers, empecé a leer libros como un animal, a interesarme por la perspectiva académica con la intención de formarme, aunque fuera mínimamente, antes de dar el salto a esto de colocar negro sobre blanco.

 

Cuatro años después, el guateque toca a su fin, y lo hace tras unas horas finales que han permitido que cada uno se exprese como crea conveniente, un formato sustentado por patronos que ha hecho posible que la música de fondo sea incluso más personal, con una colección de artículos que muchos recordaremos. Por mi parte, puedo decir con orgullo, que la familia Mundogamers (los lectores, los oyentes, y el equipo) me hizo un hueco y, antes de echar la persiana, me dejaron participar en una de las mejores fiestas que ha dado la prensa del videojuego.

 

Gracias por eso. Hasta siempre compañeros.


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