1. Mundogamers
  2. Noticias
  3. XONE

La verdadera diferencia entre un PC y una consola es una cuestión de concepto

Oh, seres lúdicos
Por Adrián Suárez Mouriño

Es curioso que llevemos con esto de los videojuegos ya más de 50 años y sigamos discutiendo por las mismas chorradas, destacando diferencias en lugar de similitudes entre nosotros, intentando separar a distintos perfiles de jugadores y protestando por cosas sin sentido en lugar de investigarlas a fondo.

 

Uno de estos temas recurrentes es el de qué es mejor: ¿consola o PC? Una pregunta que a veces nos lleva a afirmar que una consola es un PC o que un PC es la mejor forma de jugar. En lugar de responder a esta parida de pregunta, en lugar de buscar banderas en trozos de plástico que nos os van a abrazar por las noches, quiero animaros a pensar en la que creo que es la diferencia real entre los dos sistemas: una cuestión de concepto.

 

 

Un PC es una herramienta de trabajo reconvertida a zona de juego. El ser humano es estupendo por cómo usa el juego como medio expresivo y de comunicación. Las sociedades se forman en torno al juego, a reglas y sistemas que, al llevarlos a cabo, les provoca felicidad. Pon a dos niños juntos, ¿qué es lo que harán? Pues jugar para llegar a conocerse. Junta a dos adultos incapaces de comunicarse por diferencias idiomáticas, ¿qué harán? Establecer juegos que les ayuden a entenderse a través del juego.

 

Llevamos el juego dentro. La consecuencia es que acabamos usando todo lo que tenemos a nuestro alcance para jugar. Un boli es perfecto para jugar a darle vueltas en la mano, una luz para hacer sombras chinescas y un ordenador pensado para reproducir una tabla de excel es ideal para jugar. Un bebé de pocos meses encontrará en una botella de plástico con agua un juguete perfecto para dar vueltas, morderlo y tirarlo al suelo.

 

Un PC es esa botella. Una consola, sin embargo, es un artilugio con forma de botella pero ajustado para ser solo juguete, sin ser espacio de trabajo, sin poder beber de su interior. No lleva agua dentro, sino bolitas de plástico de colores. Su superficie no provoca pliegues afilados al morderla y no tiene un tapón que se pueda desenroscar con la boca. La consola se parece a esa botella, pero, en realidad, es un juguete que imita a la botella, que la reinterpreta para convertirla en juguete

 

 

NES consiguió superar el batacazo de la crisis de los 80 gritando a viva voz que era un juguete gracias a la compañía del robot R.O.B. Las consolas nacieron con colores, botones que hacen sonoros clac y cartuchos gordos que encajan en su ranura, y que nos dan mucho gustito al hacerla.

 

Seguro que recuerdas ese clac de meter un cartucho de Super NES en la máquina, y también ese gustazo de oír el sonidito del logo de PSX apareciendo en la primera Playstation tras colocar el disco en su sitio. Los diseños de estas máquinas, y las respuestas emocionales que generan en nosotros, no distan mucho del de juguete para un crío, y eso es lo maravilloso de las consolas, que son juguetes. Eso sí, correctamente camuflados para que tengamos que llamar a sus jugadores gamers en lugar de jugadores; no vaya a ser que nos dé vergüenza reconocer que jugamos con juguetes, que necesitamos expresar parte de esa naturaleza humana que nos ha permitido vivir en sociedad.

 

El PC, en cambio, no está diseñado para este júbilo tan primigenio. No se adapta para lograrlo, sigue siendo una botella de plástico a la que si un bebé le echa la boca puede llegar a tragarse el tapón; incluso el papel que la envuelve y dónde está impresa la marca del líquido. Y, de alguna forma, sobrevivir a esa dificultad para divertirse ha vuelto a algunos true gamers.

 

 

Pero la identidad de la consola como juguete ha dado tumbos, no siempre ha querido serlo. Todos los intentos de hacerlas más táctiles acentúan esta naturaleza. Los personajes de PSVita se movían al girar el cacharro, podíamos hacer fotos e imprimirlas dentro del juego, también tocarlas por delante y por detrás. Por eso me gustan tanto las consolas portátiles, porque son lo más juguete, lo más manipulable, lo más dulce, amable y playful que puede ser una pieza de hardware.

 

Lo mismo puede decirse de Wii e incluso de WiiU, quieren ser juguetes. Sin embargo, la malvada SEGA con su Mega Drive, sentó un curioso precedente: las consolas también pueden ser trastos serios, rigurosos y molones dentro de la sobriedad. Es decir, pueden ser más PC que otra cosa, pueden ser espacios en los que jugar camuflados como zonas de trabajo. Tantos años después, eso se está materializando en los diseños que vemos de Xbox One X y esa V de PS5. Por lo menos, siempre nos quedará la payasa Switch, sus joycon y su ‘desmontabilidad’. Bendita sea.

 

Por otro lado, los peceros han sabido convertir sus PC también en juguetes, porque todos queremos y deseamos jugar, ¿o para que otra cosa sirve el modding, el cambio de tarjetas o de ventiladores? Para convertir lo serio en playful. Siempre he creído que modear un PC lo acerca más y más a la idea de una consola, porque es una forma de convertir esa botella en un juguete, de arracancarle la seriedad. De volverla consola.

 

En resumen, aunque el PC y la consola sean cosas a priori diferentes, las dos son o quieren ser juguetes de una forma u otra. Y los juguetes son para jugar juntos y compartirlos, no para pelearnos por cuál es mejor. A tope con la consola, a tope con el PC, pero, sobre todo, a tope con jugar con juguetes y de convertir todo lo que tenemos al alcance de nuestra mano en ellos.


<< Anterior Siguiente >>