El videojuego y las prisas por llegar al final
Coincidiendo con el lanzamiento de Star Wars Jedi: Fallen Order, di con un análisis de un medio extranjero en el que el redactor, cuya nota al juego era de las más bajas, lamentaba no haber tenido más tiempo para disfrutarlo. Decía, en un tono agrio, que su mosqueo con la obra de Respawn tenía más que ver con los tiempos impuestos para sacar el análisis que con la calidad misma del título, pero se juntaron las prisas y la frustración propia de un metroivania cuando no sabes dónde ir y el resultado, cómo no, era de desencanto.
Hay juegos que piden, o más bien se benefician, de estar predispuestos a tomarlos a sorbos, a dilatar el tiempo que pasa desde que los empezamos hasta que vemos sus créditos. Es un saco en el que puedes meter tanto títulos que requieran un esfuerzo mental, como The Witness o Return of the Obra Dinn, como juegos que se benefician de tener un componente contemplativo, como Red Dead Redemption 2, The Legend of Zelda: Breath of the Wild o Death Stranding. A lo que voy es que, a mi parecer, no sé hasta qué punto es bueno terminarlos en apenas dos semanas.
Vaya por delante que no vengo a decirle a nadie cómo ni cuánto tiene que jugar, más faltaría, pero me gusta que los ratos en los que me siento frente a Sam Bridges para repartir paquetes sean los que me pide el juego, y lo mismo pasa con Arthur Morgan o con Link. Comentaba el otro día en el podcast que, tras dos o tres horas de juego, surgen momentos en los que puedes empezar a perder la paciencia, a no querer afinar tanto en las entregas como al principio, o situaciones en las que simplemente quieres avanzar en la trama dejando secundarias pendientes.
Para mí eso es un indicativo de que toca ir cerrando, y sé que he hecho bien cuando al día siguiente sí me apetece aceptar encargos menores. Ya os he hablado muchas veces de lo que me gusta empezar RDR2 con el clásico paseo por el campamento, tomándome un café, ayudando con un par de fardos de heno y charlando con la gente antes de ponerme a cabalgar, pero también es cierto que esas situaciones van muy bien al empezar para meterse en el papel y que, luego, pasadas las horas, pierden algo de fuelle. Prolongar las partidas hace mella en estos juegos.
Tardé más de seis meses en terminar The Witness, y tanto RDR2 como TLOZ: BoTW me llevaron un trimestre respectivamente. Los disfruté como un enano, y sé que fue así porque supe parar e incluso aparcarlos durante unos días. Ya os digo que la sensación de retomarlos después es maravillosa. Sé que con Death Stranding las ganas de llegar al final son especialmente apremiantes, el juego planta muchos misterios que no se resolverán hasta entonces, pero creo que Kojima también nos dice que disfrutemos del camino, que mantengamos redonda para descansar y apreciar lo que tenemos delante. Aquello de "vísteme despacio, que tengo prisa" aquí cobra un nuevo significado.
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