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El instinto paternal del crítico

Esa necesidad de defender al patito feo
Por Toni Piedrabuena

Hyrule Warriors amigos. Estoy encantado de cómo se juega con Lana y creo que el título tiene más cariño que cualquier Musou que servidor haya jugado en los últimos años. Pero creo que a la hora de valorar nuestro juicio y serviros nuestra opinión sobre un videojuego que, al final, compraréis (o no) por una cifra de dinero importante, nos tomamos por el pito del sereno al lector y parece que tenemos más en consideración al propio juego que al propio comprador. Y no me malinterpretéis, no quiero hablar de maletines y otras banalidades del medio, quiero hablar de nuestro instinto protector. Esas ganas que tienen muchos de apadrinar al patito feo de turno.

 

Recuerdo dos juegos que personalmente critiqué bastante y en los que he notado ese paternalismo que comento: Sonic Generations y Aliens Colonial Marines. El primer caso, aunque a mí me parezca flagrante, puedo entender que la gente que ha gastado dos euros en uno de los peores homenajes jamás hechos en la historia del videojuego hayan quedado satisfechos; el segundo, que actualmente está en los juzgados, no tenía defensa posible. A pesar del insulto al jugador del propio juego, muchos quisieron ver en él algo que proteger con sus denostados “no está tan mal”. Sigo sin comprender el motivo.

 

Los dos casos del presente escrito no creo que estén a la altura de Generations o la infamia xenomórfica, pero sí me sorprende lo sucedido en años pasados con títulos de la misma franquicia y lo que se está leyendo en los últimos días. Hyrule Warriors, del que ya podéis leer la preview, puede que sea mejor que muchos Dynasty Warriors; PES 2015 apunta a ser un videojuego más divertido que cualquiera de los aparecidos en años anteriores, pero no pararse a ver los lunares de uno y otro, como mínimo, me parece una osadía de cara al tipo que está detrás de la pantalla. Dar esperanzas de lo que no es a esos amigos que pierden unos minutos al día en leer nuestras opiniones.

 

Fijaos en lo que ha pasado con Hyrule Warriors en la presente mañana. Parece que ahora todo dios es fan del Shin Sangoku Musou y el Romance de los Tres Reinos viene mamado desde la cuna de muchos de los que ya han probado el nuevo Dynasty de Zelda. Mi otro ejemplo clave es Pro Evolution Soccer: ¿Os habéis fijado esa incesante necesidad general de ver cosas buenas a lo mediocre cada año tras cada Gamescom? ¿Nadie se ha parado a pensar en el ridículo que supone decir una buena palabra de PES 2014 para que después te venga Adam Bhatti y te diga que sacaron el juego a medias como hizo hace unos días? ¿En qué lugar nos deja como periodistas?

 

Y no creo que se haga con maldad, pero justificar el pucherazo de la Gamescom con el Pro Evolution Soccer 2015 con los avances de prácticamente todos los medios, que han visto en PES un retorno glorioso, o vanagloriarse de tener una exclusiva en WiiU como Hyrule Warriors para usuarios que con un poco de suerte, su máximo contacto con el género ha sido Mystic Heroes de Game Cube, dice poco de nuestra capacidad de comunicar y mucho de nuestra frivolidad a la hora de recomendar juegos por (lo que parece) mero sentimiento paternalista. No lo olviden, son videojuegos que valen 60 euros, no son bolsas de Papadelta precisamente.

 

Debemos jubilar el paternalismo. Debemos dejar de proteger debajo de nuestra ala a productos que lo único que te dan a cambio es el desprecio de tu lector, oyente o espectador al caer ante ese “prometedor retorno”, esa “franquicia exclusiva de lujo” o el mítico “Sonic ha vuelto en forma de chapa”. Preguntémonos, dudemos un poco y seamos más ácidos, que sin duda nos vendrá estupendo para enriquecer nuestras ludotecas, y de paso, aprender juntos algo más de una pasión mutua que es preciosa, pero que no siempre lo es por mucho que las hermanitas de la caridad se empeñen.


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