Batman Arkham Asylum es una clase de ritmo en un mundo semiabierto
Han pasado diez años desde que Rocksteady cambiara el mundo de los videojuegos basados en héroes del cómic, en una línea paralela a lo que consiguieron las películas de Christopher Nolan con el mismo personaje. Batman Arkham Asylum fue la primera entrega de una saga fabulosa, que puede ser disfrutable todavía en la actualidad, y que sigue dando unas cuantas clases magistrales. Sobre todo en este caso, dentro del asilo de Gotham, por vertebrar una experiencia más reducida que Arkham City, Arkham Origins y Arkham Knight con una maestría increíble en la utilización de su ritmo.
Batman Arkham Asylum es un título que plantea un mundo semiabierto, es decir, un escenario que el jugador puede recorrer con libertad pero que va adaptando sus diseños y características al momento propio de la historia desarrollada. Como Batman podemos desligarnos del camino principal en busca de diversión, peleas o coleccionables, pero siempre habrá zonas inaccesibles por cuestiones narrativas o jugables. El jugador siente esa libertad pero a su vez entiende la necesidad de proseguir con su objetivo primordial.
¿Cómo consigue Rocksteady que el ritmo de Batman Arkham Asylum sea tan bueno? A través de la inclusión de elementos durante el camino principal, que a su vez combina con su naturaleza abierta. Desde el inicio del juego vamos a experimentar secuencias cinemáticas, peleas con enemigos, fases de infiltración, tramos de exploración, de investigación... que a su vez son interrumpidas por excelentes situaciones inesperadas. Una vez que el jugador comprende la estructura del juego y cuáles son las mecánicas planteadas, este siempre sabe por dónde salir para sorprender: una vez es el Espantapájaros con sus excelentes fases, otra vez es un giro de guion, la siguiente es un cambio inesperado en el asilo que varía la forma de poder avanzar, otra es la participación de algún personaje secundario... y siempre va invitando a desligarse del camino principal ofreciendo recompensas verdaderamente interesantes.
Ahí es donde entra en juego Enigma, que podamos obviar o podemos tomarnos en serio, que justifica a través de su personalidad y esencia la presencia de coleccionables y misterios a lo largo y ancho del asilo. Y desde el principio el jugador sabe que completar estos objetivos secundarios conducirá a una recompensa final que merecerá la pena. Al igual que ocurre con otros coleccionables como las cintas de entrevista, donde podemos escuchar diálogos con los villanos más carismáticos de las historias de Batman. Todo está bien medido y bien pensado para que si nos desviamos del camino principal, bien provisto de ritmo, sea porque queremos, sin que por ello nos conduzca a una experiencia más plana o vacía de contenidos.
Ese ritmo excelente con el que cuenta Batman Arkham Asylum se pierde en parte durante las entregas posteriores por querer ofrecer un mundo mucho más grande y que deja de lado su naturaleza semiabierta para ser abierto casi al completo. Plantear todo esto en un espacio más reducido facilita la experiencia a todos los niveles en este tipo de obra, desde el desarrollo de la historia, pasando por la presencia de esos elementos que no dejan de sorprender al jugador y una mayor justificación en la consecución de objetivos secundarios y coleccionables.
Si tenéis la oportunidad os invito a descubrir Batman Arkham Asylum, uno de los mejores títulos de la generación pasada que en la actualidad sigue brillando con luz propia, contando con muy pocos elementos que desentonen más allá de lo esperado por la década transcurrida. Los rumores acerca de una nueva entrega de la saga se han disparado en los últimos meses, y ojalá podamos volver a descubrir a una Rocksteady con ganas de evolucionar, no sólo de mejorar una fórmula ya establecida añadiendo escenarios más grandes y nuevas opciones mecánicas, como hicieron tras esta primera entrega. Daría mi batbrazo a cambio de un retorno del Caballero Oscuro que vuelva a sentirse como un nuevo referente en el género de las aventuras.
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