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Sol. O por qué los atardeceres de Kingdom Hearts y Dark Souls II nos derrotan

Bendito sea
Por Adrián Suárez Mouriño

El sol es un elemento mágico cuando aparece en un videojuego. Y no me refiero al sol de las cuatro de la tarde, sino al sol que está a punto de irse. Ay, los atardeceres o los amaneceres en los videojuegos, Son mágicos.

 

¿Qué tendrá ese color naranja que lo domina todo, que empapa las rocas, las casas y a las personas con su calor tibio? Es, a la vez, reconfortante pero triste. Avisa de que algo se acaba y se muere, pero que empieza otra cosa a la vez. Como ocurre con la nieve y su potencia blanca, la magia naranja del sol del ocaso lo vacía todo y lo domina. Y te paraliza.

 

Hay dos atardeceres que me enamoran en los videojuegos. Uno es el de Ciudad Crepúsculo y el de Las Islas del Destino de Kingdom Hearts. El otro es el de Majula. ¿Qué decir del sol de Dark Souls II que no haya dicho ya, verdad? Bendita Majula. Pero se habla mucho menos de ese sol naranja de Kingdom Hearts.

 

 

Hay un juego en la franquicia capitaneada por Tetsuya Nomura muy poco valorado, pero que a mí me encanta: Kingdom Hearts 358/2 days. De todos sus videojuegos, una reconstrucción de este, con más niveles, con más profundidad y con un mayor trabajo en su multijugador a cuatro, funcionaría genial. Este título pone a Axel, Xion y a Roxas en el papel de salaryman, de curritos que tienen que pasarse los días matando y coleccionando sincorazones. Al final del día, bañados por esa puesta de sol, se toman juntos un helado, se ríen y estrechan sus lazos.

 

La amistad en Kingdom Hearts siempre tiene como referencia esta puesta de sol. Sora, Riku y Kairi charlan bañados por la puesta de sol de Islas del Destino, pero, ¿por qué? ¿Por qué insistir tanto en este elemento? Pues porque todas las amistades de Kingdom Hearts son como este sol: una relación que empieza, pero que a la vez acaba. De hecho, ¿no brilla así el sol cuando Sora y Kairi se reencuentran al final de Kingdom Hearts 3?

 

El ocaso es un espacio entre dos mundos, el de la luz y el de la oscuridad. Es un espacio gris que reconforta y asusta. Por eso es tan común verlo tan habitualmente en los videojuegos japoneses que tratan este tema. Oh, bendito sea el sol.


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