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La sacerdotisa sacrificada

¿Por qué siempre mueren ellas en los JRPG?
Por Rebeca Escribano

Sephirot cayendo del cielo, Yuna sonriendo frente al mar y Colette agarrando las manos de Lloyd ante el destino final. Las sacerdotisas en los videojuegos siempre han ocupado un lugar importante dentro de las tramas de los JRPGs y poseen una candidez tal que resulta difícil no encariñarse con ellas. Al fin y al cabo, son todo lo que el confucianismo dicta que debe ser una mujer y que se ha impuesto como herencia cultural y social al papel de la sacerdotisa.  

 

Antes de nada, dejadme que os introduzca un poco el contexto social de Japón. Sabéis como occidente, y en especial España, está marcada por usos y costumbres que hemos heredado de la religión cristiana, ¿verdad? Pues a los japoneses les pasa exactamente lo mismo con el confucianismo. 

 

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El confucianismo más que una religión es una forma de plantearse el mundo, las jerarquías y el orden social. En Japón lleva desde el S.VII influenciando todos los aspectos de su vida: desde la forma con la que los ciudadanos deben tratarse entre sí hasta el orden económico imperante. Y no es para menos ya que el confucianismo se construye sobre el concepto del “lugar” de cada uno.  De esta forma, establece tres lazos o sanko que gobiernan las relaciones humanas básicas y que se reducen a: relación entre marido y mujer / padre e hijo y gobernante y gobernado. Los japoneses con sus férreas tradiciones, costumbres y maneras no ha olvidado todavía el concepto del “lugar”, al cual apelan en mil videojuegos japoneses cuando interactúan los unos con los otros.

 

Así, por poner un ejemplo, el papel de la presidenta de clase en Persona 5 será el de controlar y amonestar a los que llegan tarde o no se comportan como deberían, etc. Para resumirlo, el confucianismo le dio a los japoneses una base estructural sólida con la que construir jerarquías y que permitía a la sociedad autovigilarse y gobernarse entre ellas mismos.  

 

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Evidentemente, este tipo de estructuras nunca funcionan bien para las mujeres. El confucianismo colocaba a la mujer a la altura del auténtico betún y establecía que esta debía obedecer siempre al varón de mayor rango: a su marido o a su hijo / padre en ausencia del primero. Las mujeres no tenían permitido cortarse el pelo y, aunque se les permitió durante años acceder a la educación básica, esta se limitaba a enseñarles cómo criar a los hijos y complacer a sus maridos. 

 

Como curiosidad, me gustaría que leyérais un extracto del Onna Daigaku de Kaibara Ekiken, el cual en el S. XVII (estamos hablando de 1600 en adelante, para que veáis el atraso que hay en materia de igualdad de género) publicó un manual que se hizo realmente popular entre las clases bajas que explicaba las disciplinas que podía estudiar una mujer, etc. 

 

La mujer tiene la cualidad del yin (la pasividad). El Yin se encuentra en la naturaleza de la noche y es oscuro. Por tanto, comparada a un hombre, la mujer es una ignorante, no entiende ni siquiera sus propias obligaciones… Tiene cinco grandes defectos por naturaleza. Es desobediente, se inclina al odio, las mentiras, la envidia y la estupidez. De cada diez mujeres, siete u ocho tendrán estos defectos… por lo que en todo deben someterse a sus maridos. "


 

Al mismo tiempo se establecía que las virtudes de una buena mujer era su humildad, su propensión al silencio y a no hablar más de la cuenta (para no aburrir a los hombres, por supuesto), su dulzura, su inocencia completa, su entrega a los hombres y, cómo no, su capacidad de sacrificio. 


¿Os suena esta construcción a la personalidad de las sacerdotisas que hemos comentado antes? Las cosas empiezan a encajar ¿verdad?

 

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Conforme fue pasando el tiempo, tras la gran guerra en la que venció en el Emperador en pos del aperturismo del país a la entrada Occidental (hubo un gran conflicto bélico en Japón entre los que querían seguir aislados para proteger sus tradiciones y los que abogaban por comerciar con el exterior), el papel de la mujer fue cambiando. Aparecieron las haikaras: mujeres modernas que se cortaban el pelo y salían a bailar por la noche. Pero, tal y como os imagináis, la perfecta mujer japonesa siempre cumple el estereotipo de la mujer que sigue los preceptos confucianos (es gracioso que, precisamente en una obra de esta época, la Era Taisho, titulada El amor de un idiota, el propio protagonista llega a esta misma conclusión).  

 

Mujeres de cabello largo, ligeras y etéreas, frágiles, que saben que solo sacrificándose ellas mismas por el bien mayor podrán sobrellevar su existencia.

 

Yuna lo hará con una sonrisa desde el principio, Colette aprenderá por el camino la importancia de confiar en sus amigos y Aeris será un sacrificio en pos del dramatismo de la historia. Pero sus muertes flotan sobre su constructo. 

 

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En la época contemporánea en Japón también ocurre lo mismo. Se espera que las mujeres sacrifiquen su vida laboral y se retiren del ambiente laboral para criar a sus hijos (un estudio publicado por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar analizó la situación laboral japonesa en el 2001 y mostró que el 67,4% de las mujeres niponas dejan su trabajo tras dar a luz), que sean ellas las que lleven el peso de preparación de comidas y supervisión de los deberes de sus hijos y que vivan de los triunfos profesionales y académicos de sus maridos e hijos. La mujer sigue teniendo que ser la que se sacrifica en una sociedad donde el yo global o la comunidad, importa más que el individuo. 

 

No solamente ocurre con las sacerdotisas, sino que hay muchos ejemplos de mujeres que se sacrifican en los videojuegos japoneses. No podemos olvidar a Micaiah en Fire Emblem: Radiant Dawn,  Frey en Fire Emblem: Shadow Dragon, Ion en Tales of the Abyss o Rhyme en The World ends with you (aunque en este caso la balanza está muy equilibrada), Chidori en Persona 3 y muchos otros ejemplos que sin duda te irán saltando a la mente.

 

El sacrificio en pos del resto es un recurso recurrente en el género. Ahora solo faltaría ver si en el futuro veremos un cambio o las sacerdotisas se cortarán el pelo a lo Serena en Dragon Quest XI y dirán basta. 


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