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Neverwinter Nights me trae recuerdos de la vieja From Software de antaño

Aquellas maravillosas limitaciones técnicas
Por Rafa del Río

El mundo del videojuego es un mundo maravilloso. Un lugar en constante expansión, un universo en crecimiento en el que cada día que pasa se da un paso más en un camino que se permite lleno de posibilidades. En ocasiones es bueno hacer un alto en el camino, mirar atrás y recordar sensaciones, emociones y sentimientos que vivimos en compañía de nuestra afición cuando las cosas eran más sencillas y, sin embargo, igualmente maravillosas.

 

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Neverwinter Nights

La semana pasada os hablaba de los clásicos de D&D versión enhanced. Ya sabéis: Baldur's Gate, Icewind Dale, Neverwinter Nights y las maravillas que unas jovencísimas BioWare y Black Isle -actualmente Obsidian- creaban para el mundo del videojuego. Hablaba en comentarios que, si bien es cierto que Baldur's y Icewind han envejecido realmente bien en lo visual, prefiero Neverwinter Nights. Tiene algo especial en su aspecto que hace que me haya vuelto a enamorar de la forma que tiene de plantear sus mecánicas, sus múltiples historias y, por encima de todo, su escenario. 

 

Volver a Neverwinter Nights a día de hoy es volver a un mundo de limitaciones técnicas en el que que la magia nacía del ingenio de los creadores a la hora de enviar su mensaje. Mundos que se iban generando a pocos metros del personaje, escenarios limitados de gran personalidad, y trucos que trataban de controlar el entorno con una noche eterna, nieblas, brumas y cualquier filtro o medida necesaria enfocada a hacerte creer esa fábula que escuchabas no con los oídos, sino con los ojos, según avanzabas en la aventura. 

 

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Aquellas maravillosas limitaciones técnicas

Esta semana jugando a Neverwinter Nights ha sido como volver a mi adolescencia, poquito antes de tener que madurar y abandonar la ciudad en busca de una vida propia. El regreso al mundo de BioWare ha despertado ecos de una época cargada de sueños e ilusión en el mundo del videojuego. Un tiempo en el que las ausencias, aquello que la tecnología no podía crear, era añadido por nuestra imaginación plagando la oscura noche de estrellas, los vacíos de detalles y los rostros de hermosos rasgos. 

 

Jugar a Neverwinter Nights me ha devuelto al ordenador en el antiguo cuarto de mi abuela en Cádiz, pero también a mi propia habitación, a las partidas a la vieja Playstation y PS2 disfrutando de la locura de From Software antes de Hidetaka Miyazaki hecha videojuego en la saga King's Field. Obviamente se trata de juegos muy diferentes, pero la forma en que tratan sus escenarios, la torpeza en el combate y ese enfoque de arriesgarlo todo por las mecánicas, la historia y el mensaje hablan de las mismas joyas de años atrás. Títulos que obligaban al jugador a tomarse la cosa en serio y que apostaban por la naturaleza del género al que pertenecían. 

 

A día de hoy hemos alcanzado la gloria con mundos cada vez más hermosos, impactantes, espectaculares... pero en el camino hemos ido abandonando algunas cosas que hacían los juegos más complejos, más intensos, guardando en esa apuesta por el videojugador gran parte de su belleza. Podemos hablar de King's Field, de Neverwinter Nights e incluso de Morrowind. Títulos que ahora en pantalla se ven toscos y feos, y ja-ja, cómo es posible que jugáramos a eso antes. Pero si les dedicas un tiempo, si superas esos diez primeros minutos de adaptación y te vuelcas en su propuesta, son capaces de competir hasta con el atardecer más hermoso de Witcher 3 y todos los lagos del Hélade de AC Odyssey. 

 

¡Nos leemos!


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