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Cultist Simulator y lo sencillamente enigmático de sus cartas

Control desde una mesa
Por Brenda Giacconi

The Wood grows around the walls of the Mansus. As any student of Histories knows, the Mansus has no walls

 

Hace unos meses me enteré de la existencia de lo que creía que era un simulador más. Cultist Simulator, una obra de Weather Factory que, más allá de ser un título sobre religiones demoníacas y fanáticos locos, acabó convirtiéndose en uno de los juegos a los que más ganas le he echado este año. Esto ha sido una sorpresa, pues su propuesta inicial se siente extraña al presentarse en uno de los formatos de comunicación más sencillos que existen: las cartas. Todo el juego se desarrolla en una mesa en la que irán apareciendo diferentes cartas de Tarot representando elementos, sensaciones, eventos, objetos y personajes que nos serán útiles como líder de una nueva ideología.

 

Cultist Simulator invita a adentrarse en un universo enigmático poniéndonos en los zapatos del cabeza de una secta religiosa ambientada en la década de 1920. Al principio, no somos nadie; encontramos por una u otra razón un libro (esto variará a medida que vayamos empezando nuevas partidas) que explica teorías fuera de lo normal. Sin embargo, sus extraños conceptos consiguen llamarnos la atención. Con un pasado insípido y la perspectiva de un futuro igual de aburrido, empezamos a indagar por librerías antiguas y ojeamos páginas que hablan de seres divinos más allá de la comprensión humana. Y, poco a poco, cobra fuerza una idea intrusiva que nos insta a crear un culto para seguir aprendiendo sobre esa realidad inabarcable para la mente coherente.

 

Cartas en Cultist Simulator

 

Al principio, el juego se hace cuesta arriba. Es complicado seguirle el ritmo, pues se debe aprender rápidamente todos los elementos que componen este título. Por otro lado, el tutorial es insignificante, ya que invita al usuario a explorar posibilidades por su cuenta, algo que se limita (o potencia, según cómo se vea) con el miedo creciente de perder lo conseguido al realizar una mala estrategia con las cartas. Pero el camino se hace despacio, se comprenden las acciones, los valores de cada elemento y, por desgracia, moriremos más de una vez por alcanzar ese conocimiento, lo que ocasiona el fin de la partida. Y todo se suma a la dificultad de saber lo que hacemos a través de la poca información que proporciona la sencillez de las cartas.

 

Porque se intuye la importancia de aspectos instintivos como el hambre, el dinero, la depresión o la fascinación (una percepción diferente de las cosas que nos puede volver locos). No obstante, estas mismas cartas también serán la única vía para leer diferentes teorías religiosas, convencer personas para realizar actos de dudosa moralidad, descubrir que cada personaje tiene unos Principios propios (8 en total) y llegar a trascender para convertirnos en deidades. Además, el lore está claramente influenciado por las obras de terror cósmico de H. P. Lovecraft, que complica mucho más el entendimiento de lo que está sucediendo.

 

Aunque la propuesta de la mesa y las cartas sea demasiado simple para todo lo que se intenta explicar, el desarrollo de la partida acaba siendo entretenido, misterioso y emocionante. El hecho de que la pantalla no sea más que un tapete rodeado de oscuridad transmite la sensación de que, como líder de un culto, tenemos el control de lo que va sucediendo. La música tranquila, pero extraña, ameniza las estrategias y hace que el juego adopte ese estilo esotérico al que tanto aspira. Al igual que el mismo Lovecraft, que dejaba lugar a la imaginación de sus lectores al hablar de criaturas “tan horripilantes que eran indescriptibles”, Cultist Simulator también deja que el jugador recree en su cabeza el lore, así como las escenas de secuestro, las charlas entre el humo de los puros en un burdel, las exploraciones a lugares abandonados, los paseos a librerías esotéricas y los rituales de invocación.

 

Mesa en Cultist Simulator

 

Y, lentamente, casi como si nosotros mismos empezáramos a sentirnos atraídos hacia un culto, cambiamos la manera de ver el juego. Nos metemos en el papel, exploramos por nuestra cuenta, comprendemos los Principios de cada religión y desaparecen escrúpulos por el objetivo de trascender. El juego cuenta con mucha información, momentos frenéticos y conversaciones intrigantes que se interiorizan pausadamente a través de unas cartas que, inmóviles, tan solo permanecen encima de una mesa.

 

Porque, técnicamente, solo estamos ante unas cartas de Tarot. Sin embargo, dependiendo de cómo interactuemos con los elementos, podremos crear un culto del que aprovecharnos para formar parte del elenco de dioses. Todo esto gracias a una mesa, un tapete y unas cartas. Y una mente lo suficientemente fanática como para sacrificarlo todo por la ascensión personal.

 


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