Cuando una compañía está muy segura de su producto, no le importa enseñarlo una y otra vez, Red Dead Redemption va camino de ser ese niño prodigio que ameniza las cenas con las visitas tocando piezas de Bach con el piano o gana concursos de ajedrez con 5 años.
Lo que nos pareció hace 6 meses un joven superdotado que apuntaba maneras, es a día de hoy un adolescente hecho y derecho pero con las buenas cualidades que acompañan a su edad: es ruidoso, impredecible y ágil, pero también disfruta de una madurez poco habitual y un gran sentido de la responsabilidad. No le queda otra, es hijo de sus padres.
Es difícil creer que la misma compañía tras GTA ha estado tan involucrada en RDR como en la gallina de los huevos de oro pero cuando descubres las dimensiones de este enmudecedor tributo al Western, sólo queda postrarte y disfrutar. Que, por ejemplo, el mapa pueda llegar a ser mayor que el de GTA San Andreas no nos diría nada de no ser por sus infinitos poblados, plagado de habitantes con sus quehaceres diarios, continuos acontecimientos aleatorios, más de 60 especies animales que interactúan con nosotros y con el propio entorno así como un verdadero paso firme en cuanto a profundidad en el sistema de combate.
Cuando llegamos a una de las aldeas (Terciopelo Azul), descubrimos atónitos cómo un simple herrero trabaja el metal, lo funde, lo esculpe, lo remoja y por último lo pone a la venta en su pequeño puesto. Cuando suenan las campanas del pueblo, recoge sus bártulos y se dirige al bar: es hora de beber y darse un pequeño placer en el burdel.
Este claro, es uno de tantos, un mero personaje más del universo RDR que fomenta esa sensación de vida y civilización, nada que ver con esa primera imagen mental involuntaria que podríamos tener del juego donde diferenciar entre buenos y malos es tan sencillo como ponerles una calavera en la cabeza y un mapa mayor que el de GTA:SA suena a un desierto mayor el cual mi paciencia no se atreve a explorar.
La aleatoriedad, en la primera demostración que pudimos presenciar, parecía un factor de importancia dentro de Rockstar, pero también peligroso y impredecible ¿cómo se puede llegar a controlar estos eventos de tal forma ni que se repitan ininterrumpidamente ni que perdamos grandes momentos por no explorar al dedillo? Rockstar ha encontrado un curioso equilibrio: la participación.
En la lejanía te encuentras con tres policías apuntando a la sien de un forajido, un mercenario o un inocente. No lo sabrás nunca, a no ser que decidas intervenir, salvarle la vida y acarrear el peso de cometer un delito contra la ley. Existe una línea de karma en RDR que nos obliga a decidir en todo momento lo que para nosotros está bien y mal. Ayudar a las fuerzas de la ley nos otorgará respeto y ciertos favores, así como recompensas igual de positivas por realizar actos inmorales y ayudar a las bandas forajidas (recordemos que estamos en un punto particularmente peliagudo dentro de la sociedad norteamericana. Nuestros actos tendrán repercusión y decidir cuáles son nuestros intereses serán las únicas leyes que realmente deberemos obedecer.
El sistema de juego está muy enfocado a la acción. Aunque galopar con el caballo ofrece posibilidades diferentes a las de conducir por ejemplo una moto (puede morir en cualquier momento por un ataque) nos gustaría que tuviese reacciones naturales como de desobediencia o miedo. Es lógico pensar que las persecuciones serán un punto secundario y las diferencias entre vehículos desaparecen parcialmente con la inevitable (a la par que absurda) comparativa con un GTA. Como cabría esperar al igual que en el primer RDR, la acción está más enfocada al combate.
Ficha técnica
Salida: Abril 2010
Edad (PEGI): +18
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