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Un día en la vida de un traductor de videojuegos

Un día en la vida - de un traductor de videojuegos 
Sábado 12 de Septiembre de 2015 por Xavier Torremadé

Hay una ecuación que nunca falla: en cuanto le dices a alguien que te dedicas a traducir videojuegos, te conviertes automáticamente en el objeto de admiración de tu interlocutor. De repente, tienes el mejor trabajo del mundo, te pasas el día jugando y tu vida es poco menos que un universo de color y diversión constante. Bendita sea la ignorancia de los que desconocen lo extremadamente complejo que es el proceso de traducir un videojuego. Y no hablo de todo el proceso de adaptación del código, de testing lingüístico y demás tareas técnicas que se llevan una buena parte del proceso de localización de un juego; el simple texto que el traductor se encuentra delante está repleto de complejidades que hacen que cada día sea una nueva aventura.

 

El traductor de videojuegos puede ser de diversos tipos, fundamentalmente in-house (que trabajan contratados por la propia desarrolladora y se desplazan a las oficinas de la misma) y autónomos que trabajan por cuenta propia desde su casa (o la playa). La gran diferencia radica en los horarios de trabajo y el diferente acceso a materiales del juego.

 

Un lunes cualquiera te levantas, y te preguntas qué nuevo proyecto te espera en el correo. Aún estás agotado del anterior, pero al igual que cuando metes el juego por primera vez en la consola, tienes ganas de afrontar un nuevo reto, conocer en profundidad un nuevo título y poner tu granito de arena. Pero los problemas empiezan pronto, ya que el sector de los videojuegos se mueve a un ritmo demasiado veloz y, a muchas desarrolladoras, el proceso de traducción le parece algo sencillo que se puede hacer en dos minutos: 4.000 palabras en tres horas, 25.000 en 5 días con entregas parciales, 7.000 en dos días… Las variables son muchas, y prácticamente ninguna es agradable. ¿Negociar los tiempos? Un acto tan fútil que al principio lo puedes intentar, pero con el tiempo acabas desistiendo.

 

Traducir con restricciones de caracteres es una faena... Pero te ahorra tener la pantalla repleta de texto al jugar.

 

Te pones a trabajar y al principio sientes un gran alivio cuando ves que tienes un archivo de diálogos (dado que los textos de menús, listas de objetos, código de juego, créditos y demás pueden ser una auténtica pesadilla en la que tardas el triple por palabra), pero a medida que avanzas te das cuenta de que la información que te han dado del juego es muy escasa. Y es que la traducción se realiza, en la mayoría de los casos, a la par que el desarrollo de los juegos, así que salvo que seas traductor in-house no tienes una beta del título en tu casa para ir jugándolo mientras traduces (ja, como si hubiese tiempo para semejante utopía). Con suerte, en ese proyecto concreto te han mandado detalles del guión, glosarios y descripciones de personajes. Con mucha suerte, hasta te han mandado vídeos de guía… Oh, vale, que pesan varios gigas. Contrarreloj, siempre contrarreloj.

 

Empieza así un proceso de imaginación en el que se exige una competencia básica del traductor de videojuegos: haber jugado mucho, muchísimo a lo largo de su vida. Un buen traductor de videojuegos, cuando ve el código y las frases sueltas en la pantalla de su ordenador es capaz de, como Neo en Matrix, ver formas y personajes y hacerse una aventura propia en su mente; porque ha jugado lo suficiente como para comprender qué está pasando, cómo enfocar las cosas según el género del juego, etcétera.

 

El ritmo veloz de esa aventura mental llega a una abrupta parada cuando surge la dificultad de la limitación de caracteres. Aunque no es algo que ocurra en todos los juegos, sí que es habitual que las desarrolladoras impongan al traductor estrictas limitaciones en cada frase, de tal modo que es preciso llevar constantemente la cuenta de caracteres, algo que en ocasiones puede rozar el surrealismo más absoluto. Frase en inglés: «No!». Limitación de tres caracteres. La propia ortotipografía de la lengua española hace imposible ese concepto al necesitar una exclamación de inicio, y eliminar la del final para cambiarla por un punto supone perder el énfasis que se pretendía en el original. En otra ocasión tienes una frase más larga y te pasas por un solo carácter. Una mísera letra, pero no hay forma de encontrar el modo de cambiar la frase sin perder la naturalidad. Cuarenta minutos después, te das cuenta de un doble espacio que se te había perdido en medio de la frase… La contrarreloj sigue y no hay forma de recuperar ese tiempo perdido.

 

Los juegos con licencia suponen dificultades adicionales, sobre todo en cuanto a terminología. En Mortal Kombat vs DC Universe, Catwoman era Gatúbela, algo que chirrió en los oídos de muchos aficionados...

 

Por si fuera poco, por mucha imaginación que le pongas hay muchas frases ambiguas y confusas en el original: ¿se habla con un chico o una chica? ¿Esas cifras son una contraseña o solo un juego de palabras? ¿Qué es esa palabra tan extraña, un objeto propio del juego? ¿Quieren traducción o dejarlo en inglés por motivos de merchandising? Preguntas que trasladas al cliente, pero cuyas respuestas no siempre llegan a tiempo.

 

El proceso de traducción está lleno de dificultades, y a cada nuevo paso que das te encuentras una nueva piedra en el camino: leer documentación del proyecto, analizar cada frase, luchar con las limitaciones, adaptar el lenguaje a las restricciones del PEGI, hacer preguntas al cliente sobre todas las dudas que surjan (que no son pocas)… Al final, a diferencia de una oficina con un horario limitado, en la traducción de videojuegos te puedes pasar horas y más horas luchando por lograr la perfección en el juego, porque en el fondo, como jugador de toda la vida, tienes el compromiso de lograr la máxima calidad para los usuarios que, como tú, están deseando disfrutar de ese nuevo juego en su idioma.

 

Y todas esas dificultades, las noches de insomnio y el odio que puedes llegar a sentir hacia algunos proyectos se desvanecen cuando oyes a algún amigo alabar una traducción que ha pasado por tus manos, sin que él sepa que ha sido cosa tuya. Es entonces cuando te sientes satisfecho por el trabajo bien hecho y sientes que todo el esfuerzo ha merecido la pena, bajo el sonido de una melodía: «Logro desbloqueado».

 

Autor: Ramón Méndez


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