En el segundo volúmen de esa biblia del videojuego patria titulada
Mondopixel,
Eunice Szpillman realiza una analogía entre la jugabilidad de
Katamari Damacy con la de mear dormidos. Esa capacidad prácticamente sonámbula de esquivar objetos en la oscuridad y realizar el acto psico-motriz de beber-excretar-andar y volver a dormirnos representa muy bien nuestros movimientos, prácticamente inconscientes, con el pad ante un nivel complejo de Katamari Damacy.
Cuando se publicó en 2004, en plena generación pre-youtube, el primer simulador de escarabajo pelotero místico e interdimensional, recuerdo los comentarios que intentaban explicar el juego con todo tipo de adjetivos indescriptibles, que en el fondo no eran capaces de contar, qué demonios es Katamari Damacy.
Para empezar, Katamari Damacy habla del todo y la nada. De colores, del valor de las cosas, de la profundidad del espacio y el significado del cosmos. Con J-Pop, coloroes histriónicos y dadaísmo en formato epiléptico.
Esta versión, realmente, no funciona como una nueva entrega, si no como un tributo completo a toda la franquicia, con niveles procedentes de Katamari Damacy, We Love Katamari (PS2) o Beautiful Katamari (Xbox 360) (sin olvidar el fallido Me & My Katamari para PSP). Se trata de la versión más definitiva y reconcentrada del espíritu Katamari, en
un Blu-Ray absolutamente imprescindible tanto para los neófitos en el Katamarianismo y para los fans enfermizos.
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