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Xenoblade Chronicles 2 y lo que perdemos en un JRPG con loot boxes

Sobre los hogares de los monstruos
Por Adrián Suárez Mouriño

Aprovechando los primeros contenidos que han llegado con el pase de expansión de Xenoblade Chronicles 2, sigo jugando a él, haciendo misiones que me quedan por completar y peleando contra los enemigos únicos que pueblan su mundo de juego, especialmente contra aquellos que aparecen al cumplir ciertos requisitos de ciertas sidequests. De paso, estoy consiguiendo los blades que me faltan para mi colección.

 

Los blades de Xenoblade Chronicles 2 se esconden en unos cristales azules a la espera de que alguien los encuentre. Nosotros damos con estas piedras y, de manera pseudo-aleatoria, aparece un blade u otro, uno raro o uno común. Podemos modificar el azar involucrado en este proceso, pero no tanto como nos gustaría. Estos cristales son loot boxes, y aunque se diga que no se pueden comprar con dinero real, lo cierto es que parte del pase de expansión corresponde a un pack de los mismos. No es una crítica, tan solo un apunte; puesto que la naturaleza de estas piedras, su aleatoriedad, y cómo aparecen los blades a partir de ellas es el núcleo fundamental de la historia de este juego. Es decir, si esto no fuera así, Xenoblade Chronicles 2 sería otra cosa.

 

Pero aunque el juego se esfuerce en ofrecernos unas loot boxes éticas, no es capaz de librarse del principal problema de este sistema de recompensas: no se premia el esfuerzo, se premia la suerte. Me explico.

 

Pensad en estos blades como en las invocaciones de un Final Fantasy. Si nos vamos a los de PSONE, recordaréis que conseguir Caballeros de la Mesa Redonda suponía un tremendo y divertido esfuerzo. Teníamos que criar chocobos, ganar carreras y obtener ese ave perfecta que volara por los aires hasta la isla dónde viven esos mágicos seres. Seguro que tenéis en vuestra cabeza decenas de historias similares vividas en otros tantos juegos de rol. Regresando ahora a Xenoblade Chronicles 2, y aunque sí que hay Blades que resulta interesante conseguir, la gran mayoría de ellos llegan a tus manos a través de un ejercicio de azar. No existe un esfuerzo en su recolección o captura, no hay profundidad tras su obtención. Y se echa de menos.

 

 

Pero esto no es algo del todo negativo. Xenoblade Chronicles 2 nos da algo a cambio: profundidad 'a posteriori', pues nos hablan una vez los tenemos y usamos, crecen a nuestro lado y se explican a través de sus habilidades y de las conversaciones que mantienen con nosotros. Ese azar, ese looteo de cristales acaba comprendiéndose como un pozo sin fondo, oscuro y triste, uno horrble del que hemos rescatado a estos blades, y toda la historia del juego se articula para reforzar este mensaje. Pero aunque lo comprenda, aunque lo agradezca y aunque me guste, no soy capaz de no echar de menos haber disfrutado de una mazmorra propia para capturar a alguno de mis blades favoritos, como a Perceval.

 

Es decir, aunque el juego me parezca una maravilla, aunque sea uno de mis GOTY, aunque me fascine todo lo que rodea a la obtención de blades de esta forma concreta, sigo echando de menos esa colección de dungeons perfectas y secretas que escondan a ese blade genial al final. Xenoblade Chronicles 2 ofrece loot boxes éticas y coherentes, pero espero que no se pase la moda de tener que batallar contra Ifrit en su casa para que se una a nosotros.


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