The Witcher 3 sigue con las mejores misiones secundarias de mundo abierto
Si un juego de mundo abierto es bueno, apetece seguir en él tras terminarlo. Es una máxima que me saco un poco de la manga, pero que acostumbra a tener validez cuando recuerdo a qué títulos he vuelto y los comparo con la recepción que tuvieron. The Legend of Zelda: Breath of the Wild, Red Dead Redemption (ambos), Skyrim, GTA San Andreas… en todos ellos he tenido la sensación de que todavía tenían mucho que ofrecer, pero en ninguno ese sentimiento ha sido tan fuerte como con The Witcher 3.
Porque puede que no esté en lo más alto de mi top personal, ni siquiera lo considero el mejor de los que acabo de mencionar, pero si nos ponemos a hablar de las secundarias ahí la cosa sí que ya cambia. A no ser que lo hayas quemado, fácil es que todavía tengas unas cuantas misiones opcionales por realizar, y acostumbran a tener un mínimo de calidad tal que fácilmente se pueden comparar a las principales de otros juegos. En ocasiones, quedando incluso por encima. Cuatro años después opino igual: The Witcher 3 sigue con las mejores secundarias.
Lo curioso es que tampoco podemos llegar a decir que CD Projekt RED reinvente la rueda. Estas side quests suelen tener un molde, o estructura, similar; una en la que la historia que se nos cuenta y las acciones que realizamos comparten protagonismo, pero es una receta que salva bastante bien el desgaste, la sensación de repetición. Esto ocurre especialmente con los contratos de brujo, las secundarias más ‘del montón’ centradas en pequeñas historietas, en resolver problemas de la gente de a pie, y lo bueno es que prácticamente todas tienen un twist final que las hace memorables.
Algunas veces por el humor, otras por el proceso de investigación -increíbles, en este caso, las que empiezan planteando un hecho paranormal que termina siendo explicado de la manera más tonta- o, y estas son las mejores a mi parecer, aquellas que acaban presentando nuevas criaturas a las que toca enfrentarse por primera vez. Toda esta fase de recolección de información (debilidades de la bestia, aceites que usar, rastreo hasta su guarida) va preparando un clímax que hace que lo que podría ser un combate más se transforme, en realidad, en una pelea llena de matices. Una en la que a veces el enemigo no es ni el malo.
Lo reconozco, tengo cierta predilección para este tipo de secundarias porque me gusta que me cuenten buenas historias, y el mundo de Geralt de Rivia las tiene a rebosar. Si compartís esa idea, os encomiendo a echar un vistazo a todo lo opcional que viene con Blood and Wine; la segunda expansión que añadió una nueva zona al juego, y en ella se nota que los polacos tuvieron más tiempo para trabajar todo lo ajeno a la historia principal: el cuidado por la imagen está más medido, especialmente en los diálogos -que también están mejor escritos-, y las dosis de humor le sienta fenomenal. En definitiva, si lo tenéis por ahí medio abandonado, rescatad The Witcher 3 y sumadlo a la colección de juegos fresquitos para el verano, sus secundarias bien que lo valen.
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