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Remnant, Cthulhu, Vampyr y la importancia de la ambientación en el videojuego

Dame cositas chulas
Por Rafa del Río

Remnant From the Ashes me tiene enganchado, y no, no es precisamente por ser miembro de honor de ese género de juegos iniciado por Hidetaka Miyazaki en Demon's Souls y expandido para todos en Dark Souls y Bloodborne. Remnant me tiene enganchado porque ha conseguido crear un universo del que quiero saber más, por una ambientación que te anima a seguir a pesar de los big bosses y sus secuaces, y por un universo de juego en el que los tiros y las explosiones combinan de lujo con los espadones y los demonios raros. 

 

remnant ambienmte

 

La importancia de la ambientación en los videojuegos 

Si hago memoria, tres han sido los títulos de esta generación que han logrado conquistarme gracias a su poderosa ambientación. El primero en puntos, A Plague Tale: Innocence, la conjuga además con un juego terriblemente sólido y una narración a todos los niveles que ya querrían para sí muchos triple A de moda. Los otros dos, Vampyr y Sinking City, consiguen con su ambientación que perdone sus érrores en otros campos porque logran, incluso con estos, que viva su historia y disfrute con ella. 

 

Algo parecido sucede con Remnant From the Ashes, un juego que conquista por una ambientación terriblemente ambiciosa que va creciendo a cada nuevo paso que das con elementos que cuajan a la perfección con la historia que cuenta. Lo que hace que Remnant funcione es, por un lado, la presencia de nuestro mundo, una cotidianeidad que consigue que conectemos con él y comprendamos sus reglas y su funcionamiento. Por otro lado, este mundo es en realidad una versión alternativa y postapocalíptica del nuestro, lo que llama a lo absurdo y lo grotesco en su conjunción con elementos sacados de la dimensión más perversa y oscura del mundo de las hadas. 

 

remnant hada

 

No, no me refiero a Campanilla

El mundo de las hadas del que bebe Remnant no es el mundo Disney de la primavera, sino el de la locura, la perversión y el caos. Un mundo de criaturas longevas y eternas para los que la humanidad no somos más que un incordio a eliminar. Las criaturas de Remnant no llevan vestidos verdes ni pompones en las zapatillas, no dejan monedas bajo la almohada cuando se te cae un diente, y si alguna vez sonríen, no es por nada bueno. 

 

Remnant se las arregla para crear un universo sólido en el que otro mundo, o mejor dicho otros mundos, entran en contacto con el nuestro a través de unos cristales que sirven de ventana y puerta de entrada a otras dimensiones paralelas. Siguiendo la estela del Mundodisco de Terry Pratchett, el Multiverso de Michael Moorcock o, directamente, StarGate, Gunfire crea un escenario de posibilidades infinitas en el que todo es posible, sentando la semilla de lo que puede ser una gloriosa saga y es, a día de hoy, un gran videojuego. 

 

 

A todos los niveles

Lo mejor de esta ambientación es que se las arregla para funcionar a todos los niveles, no sólo en la narración directa de la historia, sino también en todos los elementos narrativos que conforman el videojuego. Desde el mundo que nos rodea hasta las dungeons escondidas en las alcantarillas. Desde los documentos a los que tenemos acceso, a los diálogos de los supervivientes o incluso el combate, todo en Remnant bebe de la misma ambientación y cuenta una historia que convence y hace que quieras seguir jugando. 

 

Pegas tiene, por supuesto, pero no hacen sombra a todo lo que funciona bien en un juego que consigue que sientas cosas muy diferentes, y todas interesantes. Un escenario que se desliga de The Last of Us gracias a su particular mitología propia, una sensación de nostalgia y soledad que se aleja de la de NieR por la peligrosidad de cada nuevo paso, y una jugabilidad que podría recordar a Souls pero que se reinventa con un combate más visceral e intuitivo... Al final todas estas piezas de Remnant funcionan con un plus, con una identidad propia, y crean esa ambientación maravillosa que se desliga del resto para darle una personalidad propia al videojuego. Y esto es maravilloso.

 

¡Nos leemos!


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