Profundidad e introspección a través de una estética adorable
Hay frases que dejan huella. A veces nos toman por sorpresa, como una idea positiva sobre nosotros que tendemos a desecharla de inmediato en un intento de desvinculación por vergüenza, humildad o negación personal. En ocasiones, son afirmaciones difíciles de digerir con las que nos identificamos de inmediato a causa de una mala experiencia o una percepción equivocada de lo que somos. En ambos casos, se habla. Surge una expresión de puro sentimiento que da paso a un estudio de nuestras propias emociones sobre lo que se ha dicho, cómo nos ha afectado, y hasta qué punto es cierto en relación a lo que hacemos y pensamos en el día a día. Y, con suerte, nace una contestación. Un agradecimiento, una disculpa, una introspección, un mensaje de auxilio o una opinión sincera. Al fin y al cabo, se genera un intercambio de ideas alejadas de los temas de conversación más comunes que, en su ansia de ignorancia y por miedo a la humillación, evitan entrar en estos lares.
Esa sorpresa por un diálogo que invita a la reflexión, incita a la expresión o anima a seguir adelante se intensifica en un medio de entretenimiento como sucede con los videojuegos. Existen títulos muy enfocados a la exteriorización relajada de pensamientos como Kind Words y otros más centrados en la representación y superación de la depresión tales como Celeste o Sea of Solitude. Pero, incluso cuando estamos en un estado de tranquilo divertimiento con un juego en concreto, podemos encontrar mensajes que impactan todavía con más fuerza. Ya sea porque se encuentran en un género que no esperábamos, o porque no estábamos preparados para afrontar la profundidad de esa frase en dicho contexto, nos pillan con la guardia baja. Pero eso está bien. Es genial que por charlar con un NPC o por las sensaciones que transmita una obra nos vengan esas ganas de soltar todo lo que nos pesa.
Animal Crossing New Horizons se está llevando el premio al juego más ‘wholesome’ de este año. Y no es para menos; se sitúa en un contexto casi paradisíaco personalizable donde impera la confianza y las buenas relaciones sociales. En tu isla, nadie te va a juzgar. Tus vecinos siempre van a estar ahí para ti, con ánimos en momentos aleatorios, adulaciones por un nuevo look o con simples agradecimientos por ser como eres. Evidentemente, esto ha provocado un alud de memes como una fachada cómica que demuestran que realmente son necesarios esos mensajes en la comunidad, aunque sean palabras de un animal digitalizado en una pantalla.
Porque aunque les des múltiples veces con la red, les encierres, les empujes constantemente o les abandones durante meses, no van a dejar de ser tus amigos dentro del juego. Van a estar a tu disposición cuando vuelvas y te van a lanzar alguna frase que te haga reflexionar y te recuerde lo mucho que en realidad vales. No obstante, la estética adorable no siempre es sinónimo de ideas positivas y pensamientos agradables, pues también sirve como un altavoz de situaciones sobre la cruda realidad.
A pesar de que se relacione frecuentemente la ternura con los animales de ojos grandes y movimientos graciosos, Night in the Woods se aleja de esta línea y apela al usuario que fácilmente se identifica con Mae, la gata protagonista. Su regreso a casa de sus padres, tras abandonar la universidad por motivos que al principio se desconocen, abre la veda de los pensamientos sobre el fracaso, la pérdida de meta en la vida y la sensación de no ser suficiente. Todo esto se rodea del contexto económico de Possum Springs, el pueblo natal de la protagonista, que vive una crisis surgida del cierre de su mina. Los jóvenes buscan oportunidades en otras ciudades, algunos se quedan estancados en el negocio familiar y los establecimientos tienen una vida útil corta. Dentro de este conjunto de características, Mae se adentra en un misterio de fantasmas y secuestros que la llevan a obsesionarse con algo que parece irreal, a la vez que se reencuentra con unos amigos de la infancia que han aparcado sus sueños por el deber.
Hay conversaciones de Night in the Woods que hacen daño, charlas en sofás sobre temas sensibles, recuerdos de travesuras de un pasado que nunca va a volver… Es un juego doloroso que nos pone en la piel de una gata que nunca consigue abrirse del todo con sus cercanos y que, aunque intenta encajar, a veces la caga. Cada burbuja de diálogo se revisa con lupa por si tiene significados más profundos, y algunos de ellos son tan evidentes y reales, que dejan al jugador reflexionando en un estado de semi-vacuidad. Porque la identificación con Mae es casi instantánea. Una joven perdida que ha tirado la toalla en aquello que supuestamente debía hacer, pero sintiéndolo como algo tan ajeno que la ha obligado a volver a la calidez del hogar familiar y reconsiderarse tanto a ella misma como a sus alrededores.
Lo aparentemente simple y adorable puede tomar un camino tan profundo que puede impactar en un jugador que solo buscaba entretenerse un rato entre animalillos. Animal Crossing lo hace todo de manera explícita, con unos mensajes positivos que deberían entenderse e interiorizarse siempre, pero sin recurrir a una capa de analogías que recubra sus intenciones. Por otro lado, Night in the Woods deja unas sensaciones raras que van deconstruyéndose y adquiriendo diferentes significados a través de las sombras de historias que viven, o intentan sobrevivir, en un pueblo que se está olvidando.
Al fin y al cabo, a veces no es necesario un coro de autoayuda ni un contexto oscuro para presentar algunas de las ideas que se transmiten con estos dos títulos. Simplemente están ahí, chocan con el jugador por sorpresa y dejan tras de sí una reflexión introspectiva sobre uno mismo, los sentimientos, los comportamientos y los propios pensamientos. Un momento con uno mismo que resulta necesario. Y, en definitiva, dejan huella.
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