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Ojalá filosofar con robopilinguis y echarse más cervezas en Cyberpunk 2077

Donde el juego es especial de verdad
Por Álex Pareja

Cyberpunk 2077 es una obra decepcionante en muchos aspectos. Lo hablábamos en el último MGPodcast dedicado a nuestros GOTYs y me reafirmo al pensar que CD Projekt RED ha querido abarcar mucho más de lo que humanamente ha demostrado poder. No destaca como RPG ni como shooter, al igual que se queda lejos de otros mundos abiertos trabajados hasta la extenuación como el de GTA V. Sin embargo, sigo jugando. El juego tiene la capacidad de sorprender cada cierto tiempo con sus diálogos y ciertas situaciones, curiosamente, las que resultan más mundanas y se alejan de sus aspectos más ambiciosos. Cuando los polacos se relajan y se centran en escribir, lo hacen muy bien, dejando muchos instantes por los que merece la pena perderse y aguantar todo lo demás. 

 

Una de las misiones que más me ha sorprendido de Cyberpunk 2077 (y que se convierte en uno de mis momentos favoritos de toda la experiencia) tiene a un/una robopilingui como protagonista. Por determinadas circunstancias terminas en un puticlub cibernético del futuro en el que son capaces de leer tu chip cerebral para escoger al mejor acompañante posible. Pero esto sorprende al enfrentarte a un personaje que no solo busca complacerte sexualmente, mostrando una atractiva cinemática guarrona y poco más. Este/a robopilingui, al contar con información concreta sobre V, es capaz de charlar con el personaje protagonista y hacer que se sincere (si nosotros queremos que lo haga, cosa que os recomiendo) por primera vez en la aventura. Esto nos llevará a una entretenida charla filosófica sobre la muerte, sobre la vida, sobre la relevancia de nuestros actos en los demás y sobre otros temas que sacuden la vida de V. Todo ello mientras nos acarician, nos tumban y, si lo deseamos, terminamos dejándonos llevar por un éxtasis que termina siendo algo más que puro placer carnal (o robótico, no sé). Inesperado, cuanto menos, en un mundo que demuestra haber perdido la poca humanidad que nos quedaba.

 

 

También sentí lo mismo cuando Cyberpunk 2077, tras una misión excesivamente larga y poco interesante repleta de disparos, me sentó con uno de los personajes en un bar a compartir una cerveza y a charlar. Es aquí donde CD Projekt RED saca su pluma más fina y comienza a perfilar a sus personajes, a hacerlos más humanos y a que comencemos a entender que más allá de sus acciones y apariencia hay jugo. Se saca mucho partido de la primera persona en este sentido y de la elección de los planos, a pesar de dar libertad al jugador para mover la cámara (que no dejan de ser sus ojos), pero esto me lo reservo para hablar más profundamente otro día. Ojalá el juego ofreciera más momentos de cerveza, de charlas, de poder elegir si tirar los trastos a un personaje justo después de una borrachera por delante de tanto disparo, combates y situaciones que convierten al juego en una experiencia anodina.

 

Pagaría por ver a CD Projekt RED realizando un juego mucho más comedido, incluso sin combate, donde administraran todo lo aprendido en The Witcher 3 y Cyberpunk 2077 para ofrecer una experiencia de vida más normal. Donde fuéramos al trabajo, estableciéramos ciertas comunicaciones y se fomentaran ciertas relaciones. Me parece mucho más interesante irme de cervezas con Jackie después de pegar unos tiros a los corpos que los tiros en sí, y es una pena que la obra se centre mucho más en lo segundo. Quiero filosofar más sobre la vida con un robopilingui, frecuentar los bares de Night City, conocer a sus personajes dialogando y perderme entre conversaciones y decisiones. Es ahí donde los polacos son especiales y donde el juego da razones para continuar. 

 

Cyberpunk 2077 fumar

 

Cyberpunk 2077 muestra muchas flaquezas en su desmedida ambición como mundo abierto y RPG, demostrando sus fortalezas en el guion, los diálogos y las misiones que nos trasladan a entornos no hostiles. He disfrutado más dejándome llevar por un robot del que solo esperaba una escena de sexo frío que disparando a decenas de enemigos en el desierto. También lo he hecho tomándome cervezas con los compañeros de batalla, discutiendo con Silverhand o tomándome un cigarrillo en su honor, mirando las pocas estrellas que Night City permite ver en su cielo. Es ahí donde CD Projekt RED continúa siendo especial y no en todo lo demás.


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