1. Mundogamers
  2. Noticias
  3. PC

Los juegos que no puedo compartir

Hay juegos con un mensaje tan personal que no podemos compartirlos
Por Alvaro Ondina

Es curioso como a veces las cosas son algo más complicadas y retorcidas de lo que parece a simple vista. Cuando empezamos esta generación empezaba el auge del juego online, compartir experiencias y pronto todos los juegos venían acompañados de algún modo para que juguemos con otros. Por supuesto esto continúa y ya sabemos que la próxima generación vamos a tener share, la nube, el menú de juego online integrado, vamos, el kit de juego social al completo. Y eso está bien, porque no podemos decir que no nos divirtamos cuando echamos un FIFA, un Battlefield o un F1 con un amigo.

 

Pero últimamente he jugado a algunos títulos que me han dado que pensar. No solo no puedo compartirlos con vosotros en una partida sino que, por mucho que los haya disfrutado, están destinados para que los juegue solo, absorba el mensaje y me lo guarde para mi. Por supuesto puedo recomendaros que los juguéis pero, si lo hacéis, será vuestro viaje. Son títulos como Dear Esther, The Stanley Parable y ese elenco de aventuras de exploración que intentan que encontremos un mensaje oculto. No son películas ni encontramos una cinemática simple que nos lo deje mascadito. Simplemente nos van planteando preguntas a través de su recorrido que interiorizamos y les damos una respuesta personal.

 

Quizá alguno de vosotros haya leído un libro de desarrollo personal o asistido a algún tipo de apoyo espiritual. No son cosas fáciles de contar. Son tan personales que cada uno ha de vivirlo a su modo. Y eso ocurre con algunos juegos, que nos proponen un camino de reflexión. Pero ya no es solo que el mensaje sea para nosotros y que cada uno lo absorba de forma distinta o que no tengan la capacidad de que lo juguemos con los amigos, sino que son difíciles de recomendar. No todo el mundo es fan de encender su PC o consola y recorrer escenarios en busca de una reflexión personal y donde la  jugabilidad con el entorno es tan visual que se limita más a ver, escuchar y pensar.

 

 

Ya os ha comentado mi compañero Dayo acerca de la narrativa de The Stanley Parable y es de los mejores ejemplos que se me ocurren sobre el tema. No es un juego para todo el mundo, no es diversión propiamente dicha lo que trae. Es más un recorrido lleno de análisis introspectivas que una aventura que nos lleve de A a B accionando palancas y resolviendo puzzles. Con Dear Esther ocurría algo parecido. Mientras paseábamos por esos paisajes, íbamos leyendo notas, escuchando pensamientos que nos conducían a sacar nuestras propias conclusiones sobre lo que había ocurrido.

 

Es algo que encanta cuando un juego te deja esa sensación personal, como si el desarrollador quisiera estuviera hablándote a ti personalmente. Pero es cierto, nunca quedaréis en un bar y charlaréis con los colegas sobre qué os ha transmitido el juego. Tampoco podréis quedar para jugar juntos, porque es un viaje en solitario. Y por mucho que surjan juegos fantásticos para compartir y divertirnos en grupo, estos viajes que nos ofrecen darle a la sesera mientras disfrutamos del paseo.


<< Anterior Siguiente >>