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La madurez de los videojuegos

La relación paterno-filial
Por Gracia Gutiérrez

Dayo

 

“Yo con tu edad jugaba a los tazos, no iba por ahí follándome a cada tía que me encontraba”, qué gran clásico para soltar a los niños de 13 años. Y aunque a mis veintiuna primaveras no vaya por ahí acostándome con cada tía que me encuentro (más bien lo contrario), es cierto que me entristece esa obsesión de los niños por “crecer”. Ya sabéis a lo que me refiero, los tres pilares de la “madurez”: sangre, tetas y comportarse como niños malos en general. Mis primos menores, que Dios les bendiga, me preguntan cada vez que me visitan cuáles son los videojuegos “interesantes” que tengo, “interesantes” significando “para mayores de 18 años”. Es un código extraño, es como traficar con drogas. Llega un momento en toda infancia que uno se harta de los colores vivos, los unicornios y las palabras como “chachi” porque de pronto quiere ser adulto. Hijo, no sabes lo que es ser adulto. Ni siquiera yo lo sé. Sólo sé que se pasa muy mal.

 

Pero no estoy aquí para daros una lección de vida. Sería una gran irresponsabilidad por mi parte. Digo todo esto porque hace poco Fuse salió a la venta y digamos que no lo recibieron con un fuerte abrazo precisamente. Escuchando los lamentos de la plebe me enteré de que esta obra antes se había llamado Overstrike y había debutado con un interesante trailer en el E3 de hace un par de años. Overstrike se antojaba como el resultado de mezclar a Píxar con la “spy fiction”: prometía una obra con carisma y energía, que presentaba rápidamente a un magnífico elenco de personajes que no se tomaban muy en serio a sí mismos. No es que pareciera el Ciudadano Kane de los videojuegos, pero si me ofreces algo que no sea al típico héroe cínico llorando porque el mundo es triste y cruel mientras mata a cualquiera que se le pasa por delante, me lo quedo. Pero oh, desgracia, este es el mundo de los videojuegos.

 


Fuse acabó siendo otro ladrillo en la pared: otra retahíla de personajes “oscuros” que se “debatían” en un mundo “maduro” y “violento”. Me cago en la puta ¿os he parecido más adulto por presentar mi frase así? Si vuestra respuesta es “sí” espero que sepáis dónde está la puerta. No os quiero en mi clase.

 

Hay una gran obsesión por hacer juegos “adultos” y “maduros”. Por supuesto, al final acaban siendo tan maduros como un tomate verde, pero eh, que hay sangre saltando, eso es para adultos ¿no? Ese personaje ha dicho que el mundo es una mierda, el juego parece muy gris y maduro ¿verdad? Aún recuerdo con una sonrisa apenada al Darksiders, un juego que parecía haber nacido de la mente de un preadolescente con mucho talento para dibujar. El juego era increíblemente violento y muy agresivo, pero soltaba conceptos y nombres ridículos y tenía un argumento absurdo. Es la encarnación perfecta de ese concepto infantiloide de la madurez. Es como Gears of War. “Oh, qué trailer, parece un juego muy sombrío y oscuro”, “oh, ese personaje ha muerto, qué violento y adulto”. Si te tapas los oídos y te golpeas muy fuerte con una cacerola puedes hasta creértelo, pero es inevitable verlo: es un juego infantil. Casi todos los juegos son infantiles. Hay muy pocas veces en las que una obra de verdad me haya recordado lo cruel y duro que es el mundo. Muy pocas veces he sentido una complejidad real en todos esos juegos que alegan ser “para adultos”. Y oh, desgracia, casi todos dicen serlo.

 

Supongo que esto es un efecto secundario del progreso. Antes los gráficos eran pixelados y parecían dibujos animados, y todos sabemos a qué asociamos la animación. Por eso había mascotas parlanchinas y gente dando botes en campos de vivos colores. Conforme los píxeles se han multiplicado, el realismo ha tomado parte para mostrar el avance de los motores gráficos, y como los videojuegos necesitan demostrar lo guays que son, pues vamos a fingir que somos adultos. Así seguro que nos respetan.

 

 

Pero centrémonos en Fuse. Es un cadáver fresco, y si le hacemos una autopsia podemos analizar el absurdo de esta situación. En unas declaraciones a la prensa, Ted Price explicó que el cambio estético les permitía más libertad, ya que una estética más estilizada y juvenil les limitaba. Seguramente Price desconozca obras como Alien 9, Narutaru, Elfen Lied o, para hablar de videojuegos, Eversion, Cave Story y Team Fortress 2. Todas estas obras utilizan libremente la violencia y/o hablan de temas perfectamente adultos y trascendentes. La estética sólo limita a los incompetentes. Nunca ha mandado nada en absoluto, y al traer su obra al mundo de los grises y marrones semi-realistas, lo único que ha conseguido Insomniac es que su juego sea indistinguible de cualquier otra obra plagada de grises y marrones semi-realistas. Sólo por si acaso, hay muchas obras así.

 

En otra declaración, Price cambió el motivo para hablar de sus personajes: son antihéroes con pasados muy oscuros, y una estética colorida y dinámica no permitiría trabajarlos. Eso es lo que dicen aquellos que no han visto Kaiba o, sí, voy a cruzar esa puerta, My Little Pony: Friendship is Magic.

 

Voy en serio, uno solo de esos ponis de color caramelo tiene más personalidad que el reparto entero de la mitad de los AAA ahí fuera.

 

Supongo que Price tampoco conocería al reciente Thomas Was Alone, un excelente juego indie centrado por completo en sus personajes: un grupo de paralelogramos. Y sí, tienen más personalidad de la que jamás podrán soñar todos los “héroes caídos” de Call of Duty. Porque sé que voy a sorprenderos a muchos, pero los personajes no se definen por su aspecto, sino por cómo los escriben. El que sean robots del espacio exterior o mercenarios curtidos en mil batallas da igual: si el guionista no les va a dar profundidad, van a ser unos personajes bastante malos. Pero supongo que el argumento más triste, el puñetazo que peor me sentó, fue cuando Price aseguró que, si hubieran seguido con esta estética, no habrían atraído a los adultos. Y tras comprobar una vez más que soy un adulto y que mis amigos y mucha gente que conozco son adultos, les pregunto y ¿qué dicen? Que adoran las películas de Disney, y de Pixar, y de Studio Ghibli. Y Hora de Aventuras. Y la gente juega a Minecraft y a Super Mario Bros y a Pokémon. Y triunfan. Y son amados por todos. Y tienen calidad, y serán recordados.

 

 

Fuse es un juego importante porque simboliza la superficialidad de nuestra oh tan amada industria. Es un ejemplo de este mundo tan simple que tenemos la desgracia de amar, de cómo funcionan las mentes de varios de nuestros autores. Llevo mucho tiempo preguntándome qué impide que los videojuegos avancen y dejen de obsesionarse tanto por pegar tiros y matar a gente, esperando que algún día se centren más en contar historias que y maduren para alcanzar su plenitud.

 

Aquí está la respuesta. Si los creadores son inmaduros, jamás podremos aspirar a ver un medio maduro. Mientras sigamos limitados a estas ideas retrógradas, no llegaremos a ninguna parte. Como dijo C.S. Lewis (oh, qué pedante soy): “cuando me hice adulto dejé de lado todos mis miedos infantiles, incluyendo el miedo de ser infantil y el deseo de crecer”.


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