Hyrule Warriors Definitive Edition me hace volver al Zelda de Breath of the Wild
Lo he intentado por activa y por pasiva, con ganas y poniendo el corazón. En el salón en pantalla grande, en el baño en la portátil, en la cama antes de dormir y hasta esperando en la consulta del dentista... pero nada. Hyrule Warriors Definitive Edition sigue siendo un juego de OMEGA Force. Ni Link, Zelda, Impa ni todos los ritmillos molones del clásico de los 80 de Shigeru Miyamoto van a conseguir que vea con buenos ojos esta forma de matar, matar, matar y matar a enemigos que aparecen en el campo de batalla ante mis ojos como si fuera un Dinasty Warriors de PS2 y que sigue pecando de todos los problemas del género y la compañía.
OMEGA Force haciendo cosas de OMEGA Force
Hyrule Warriors Definitive Edition es Hyrule Warriors hypervitaminado, el Dinasty Zelda en el que el lore de Link y compañía sufre una simplificación absoluta en pro del matemos a todo lo que se meta por delante. Tiene momentillos épicos, como cuando en la primera misión Link, apenas un aprendiz de caballero, se desata y se lía a masacrar bichejos como si no hubiera un mañana y suena la musiquita de rigor, ese taaaan, tataratataaan ta taan, que tan metido tenemos en la memoria. Entonces sí, los pelos se nos ponen de punta. O cuando vamos a abrir un cofre y suena el rasgueo clásico previo a ver el corazón...
Pero en seguida llega OMEGA Force y hace esas cosas que OMEGA Force sabe hacer y se te olvida el buen momento pasado porque tienes por delante 1000 legiones de monstruitos, 100 de monstruos, 10 de monstruacos y un gigamontruazo antes de recibir un par de retazos de una historia que, bien pensado, ni siquiera te importa demasiado. Una historia que si estás siguiendo es porque está protagonizada por Link, Zelda, Impa y compañía.
No me malinterpretéis, para ser un musou es posible que sea el que más me ha gustado hasta la fecha, como podréis ver en el análisis, pero tanto Link y Zelda al final consiguen lo obvio: que me entren ganas de volver al Zelda de Breath of the Wild, the Wind Waker o Twilight Princess, en vez de seguir dedicando horas a este 'ser pero no ser' que no acaba de tener lo que cualquiera le pediría a un Zelda, por mucho que lo intente.
A cada género, lo suyo
Link ha crecido mucho, pero mucho de la mano de Eiji Aonuma como responsable directo. El aprendiz, que creció con el héroe de las orejas puntiagudas, ha terminado por convertirse en maestro, y su Breath of the Wild ha terminado siendo, por méritos propios, uno de los mejores juegos de la historia del videojuego. Es posible que Hyrule Warriors Definitive Edition hubiera funcionado bien en Switch a la espera de Breath of the Wild, como así lo hizo en WiiU y en Nintendo 3DS. Sin embargo, con la Hyrule de Aonuma encima de la mesa y la posibilidad de volver a ella en busca de las nueces kolog que no encontraste o los santuarios que te quedaron por ver, su mensaje se diluye y no tiene la misma importancia que tuvo en su lanzamiento.
¡Nos leemos!
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