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Final Fantasy XVI es una prometedora mezcla de Final Fantasy XIV y Final Fantasy XV, pero, ¿emociona?

El pánico práctico
Por Adrián Suárez Mouriño

Final Fantasy XVI ha sido la sorpresa de la noche de ayer; pero ha sido un anuncio curiosísimo. Y no solo porque durante la retransmisión se dijera que también iba a salir en PC, pero luego ese textito se quitase del vídeo subido al canal. Ha sido una presentación rara por lo que se enseñó en relación a los Final Fantasy que nos han ido llegando tras el sexto.

 

Antes de empezar, quiero decir que estoy encantado con el anuncio, que me jugaré el jugo de arriba a abajo y que me ilusiona horrores saber, ya, que tendremos Final Fantasy de nueva generación.

 

Una de las gracias de Final Fantasy VII, VIII y hasta Final Fantasy XV es que fueron trasngresores con su pasado. El séptimo era una fantasía steampunk, el octavo fue un drama adolescente, el noveno prefirió tratar temas existencialistas con un trasfondo medieval, el décimo fue una peregrinación… Y suma y sigue.

 

Sin embargo, Final Fantasy XVI parece una campaña más de Final Fantasy XIV con el sistema de combate de Final Fantasy XV, y tomando unos códigos argumentales que recuerdan a Juego de Tronos. Porque en Final Fantasy siempre ha habido guerras, conspiraciones y dominación mundial, pero el protagonista nunca ha sido el conflicto, sino los protagonistas del conflicto. Eso tiene pinta de que cambia aquí.

 

De nuevo, tengo que insistir en que esto no es una crítica. El equipo de Final Fantasy XIV será el que lleve la batuta de este proyecto. Han hecho un trabajo formidable con el MMORPG y se merecen capitanear uno de los Final Fantasy principales single-player. Faltaría más. Pero no hay una ruptura con el pasado ni un avance hacia algún sitio.

 

Final Fantasy XVI parece un juego práctico, sensato y que no quiere fallar. Final Fantasy XV me encantó, pero todos sabemos que es un muñeco roto. ¿Qué había bueno en él? Colegas que sobreviven juntos contra la adversidad y la base de un combate prometedor mejorada en Final Fantasy VIII Remake. Final Fantasy XIV ha funcionado muy bien y gustado mucho, ¿qué había de bueno en él que podamos usar? La estética, el mundo, lo medieval, el conflicto a gran escala… ¿Y si cogemos todo eso y le metemos un poquito de Juego de Tronos?

 

 

Insisto en lo de Juego de Tronos por el uso que parece que se le está dando a las invocaciones. Parece que se usarán a modo de dioses que rigen los destinos de los pueblos; tal y como ocurría entre el frío y el fuego en la obra de George R.R. Martin. Todo ello volviendo a la idea de que los cristales son el corazón de cada ciudad.

 

Es decir, en Final Fantasy XVI no hay sorpresa, no hay valentía, ¿y por qué no? Pues porque, en realidad, ahora no es momento de ser valientes. Tras varios traspiés, dudo que Square-Enix quiera volver a polarizar las opiniones de sus fans, sino recuperarlos, cerrar filas y recordar a propios y extraños cuál es el corazón de su longeva saga de juegos de rol: drama, cinemáticas, grandes villanos, chocobos y sacrificios. Por todo esto que he explicado tengo que decir que la presentación de Final Fantasy XVI me ha gustado, la entiendo, mis dieses, tocaba un Final Fantasy así y me ha dado muchas ganas de disfrutar del título, pero no me ha hecho cagar purpurina.


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