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Deadly Premonition 2 abraza el rídiculo simpático en su mundo y no lo mejor de Greenvale

Swery ha entendido mal el éxito
Por Álex Pareja

El primer Deadly Premonition es un videojuego encantador que diez años después de su lanzamiento continúa manteniendo su estatus como obra de culto en el sector. La razón es conocida por la mayoría: a pesar de ser un desastre en lo técnico y en lo jugable cuenta con ideas propias muy buenas junto a unos personajes e historia formidables. Lo que consigue con la zona rural de Greenvale, el pueblo por el que nos desplazamos, es uno de sus factores de éxito más importantes. Deadly Premonition 2 acaba de aparecer en Nintendo Switch y, aunque ya me extenderé en el análisis que tendréis pronto disponible, no consigue rozar el ambiente y pátina de interés con el que cuenta el primero

 

Deadly Premonition 2 es demasiado autoconsciente del éxito del primer juego, conociendo sus puntos fuertes y explotándolos de más, aunque apuntando en las direcciones erróneas. Swery, el creativo japonés encargado de la obra, se crece de más en una obra que debería haber seguido los pasos marcados por Greenvale y no los que conocemos en Le Carré, el pequeño pueblo del sur de Estados Unidos donde tiene lugar la historia de la secuela. Esa sensación de cutre realismo, conseguida solo al tomarse en serio algo que no lo es, se pierde cuando el juego quiere abrazar continuamente su condición de chiste.

 

 

Greenvale era un pueblo vacío, repleto de carreteras interminables por las que daba gusto conducir en nuestro coche (y eso que el control era terrorífico en una tasa de imágenes por segundo lamentable). La niebla, la lluvia y el misterio que asolaba a cada asesinato hacía que cada segundo mereciera la pena. Le Carré en Deadly Premonition 2 es todo lo contrario. Desde el primer momento el agente York no se toma en serio su estancia y el propio juego tampoco quiere que el jugador lo haga: deja a un lado el coche y nos sube en un ridículo monopatín, en un pueblo con más vida y sin esas carreteras desoladas con tanta personalidad. Hay muy poca seriedad y demasiada necesidad de volver a caer simpático por su mediocridad. 

 

El mundo de juego de Deadly Premonition era ideal para rememorar la esencia de Twin Peaks, con un Swery replicando a David Lynch en el mejor de los sentidos. Le Carré en Deadly Premonition 2 ha perdido todo ese encanto. Cada diálogo es cutre de manera forzada, las relaciones con sus habitantes apenas se desarrollan (decid adiós a la complicidad con personajes como Emily) y el misterio no es tal. Lo mejor de Greenvale era no saber lo que estaba ocurriendo. Lo peor de Le Carré es saberlo todo. 

 

Deadly Premonition 2 Le Carré

 

Forzar la máquina en el mundo abierto de Deadly Premonition 2 no funciona y parece que Swery no sabe muy bien las razones reales por las que tantos jugadores quedamos enamorados de Greenvale. Lo importante no eran los chistes, ni las situaciones vergonzosas, sino el misterio que rodeaba cada pequeño rincón del pueblo y las preguntas constantes que el jugador se hacía sobre su historia, sobre sus personajes y su posible implicación en el asesinato e, incluso, el papel que el propio jugador desempeñaba en todo esto. Aquí todo eso se ha esfumado y solo nos queda el simpático ridículo.

 

Me hubiese encantado que el mundo de Deadly Premonition 2 replicara a Greenvale de manera similar, porque era uno de los factores más importantes del éxito de la primera parte, en lugar de tomarse tan poco en serio a sí mismo desde el primer instante, comenzando con un Le Carré que no resulta misterioso ni interesante. De hecho, hubiese preferido una nueva versión de la primera entrega con este motor y sistema jugable, que estando lejos de ser perfecto resulta más cómodo que el primero, en lugar de una secuela que pierde todo lo bueno al no comprender por qué nos encantaba conducir por esas carreteras en tan terribles circunstancias técnicas.


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