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Cuando vivíamos felices sin saber tanto...

Globalización y conocimiento
Por José Manuel Fernández "Spidey"

Basta con que el usuario medio ponga un mínimo de interés en la actualidad del mundo del videojuego para que conozca sin demasiados problemas las máquinas que actualmente dan juego por estos lares. Xbox 360, PS3, Wii, las portátiles de Sony y Nintendo... ya sabéis, los sistemas que ahora mismo están dando juego. Esta globalización en términos de conocimiento es hasta cierto punto algo excepcional por extraño que parezca, y se debe en gran medida a la popularidad que ha adquirido esto de 'los marcianitos' en estos últimos tiempos, dejando de ser un producto para frikis, pardillos y marginados sociales en pos de convertirse en un accesorio de los más molón para la muchachada del siglo XXI. Y eso por no decir de las brutales campañas publicitarias invertidas en todas estas máquinas y su software, a día de hoy casi copando más la pantalla que la chica esa que viene del futuro para que lavemos mejor la ropa.

 

Pero antaño en absoluto estábamos en una situación tan cómoda. De hecho, no hace demasiados años teníamos la rocosa posibilidad de toparnos de bruces con algún que otro poseedor de PlayStation 2 ignorante de la existencia de unos aparatos llamados Xbox o GameCube. Es más, incluso con Virtua Fighter, Sega Rally y demás bombazos en su catálogo, hasta Sega Saturn llegaba a ser invisible para toda una legión de usuarios de PsOne. Gran parte de la culpa la podía tener una Sony que prácticamente monopolizaba el mercado del videojuego en gran parte del planeta; pero ojo, Nintendo también triunfó de manera similar en la época de NES y, sin embargo, el público de la época supo apreciar las bondades de una Sega que por aquellos entonces estaba al pie del cañón con Master System y Megadrive.

 

Castlevania en mil sistemas

 

Mientras, hardware como el de PC Engine (Turbografx) o Neo Geo pasaban más que desapercibidos por el público menos experto allá por la primera mitad de los noventa. Incluso en aquella lejanía del tiempo, los más avezados del lugar no lo tuvieron demasiado fácil en lo que a poder catar estos dos extraordinarios trastos se refiere, debido a las distribuciones peregrinas (se llegaron a vender en España) y a los precios poco adecuados para bolsillos dolientes. No obstante, a día de hoy no es del todo complicado toparse con muchos aspirantes a 'expertos del videojuego' capaces de jactarse de haberlo probado absolutamente todo. Algunos -demasiados- irán de puro farol, pero otros te podrán decir que han paladeado el impresionante Shadow of the Beast de FM-Towns o aquel excepcional Castlevania de X68000... ¡qué cosas!

 

Los laberintos de tiempos remotos nos permiten rebobinar aún más, de cuando los píxeles se movían entre pañales y biberones codificados en binario. Más allá de la añorada era de los Spectrum, Amstrad CPC, Commodore 64 y MSX -nueva época globalizada a nivel informático para el jugón español, aún con los olvidados Oric, Dragon, TRS-80 y demás rarezas-, los inicios del videojuego se vieron convulsionados ante tantísima máquina en una cruenta apuesta por la supervivencia del más fuerte. Primero Intellivision, después Atari, llegó Coleco... y aún así, todavía hay decenas de videoconsolas más que permanecen en el más absoluto de los olvidos.

 

Super Cobra

 

Nada mejor que un bonito ejemplo para ilustrar la cantidad de soportes que eran capaces de soportar un clásico como Super Cobra. Enumerando los sistemas en los que este popular arcade de Konami vio la luz, nos topamos de bruces con extrañísimos cacharros a la usanza de la consola Casio PV-1000, la Tomy Tutor de Matsushita, la Entex Adventure Vision o el ordenador CGL Sord M5. Más chocante igualmente es el darnos un encontronazo con los flirteos que tuvo Konami con Sega antes de que se lanzaran los trastos por el asunto Frogger (con una Sega que explotó la licencia de sus creadores sin que estos vieran los pingues beneficios que les correspondía), con arcades como Mikie o Hyper Sports para la videoconsola SG-1000; compatibles, por cierto, con la Sega Mark III, o sea, la Master System de toda la vida. Imagínate computar todos esos datos hoy día... ¡de locos!


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