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Videojuegos, le debemos mucho a los soñadores

En memoria de Ralph Baer
Por Rafa del Río

En 1951, cuando el concepto del videojuego aún se reducía a OXO y el Nimrod de John Bennet, un humilde tecnico de televisores, ingeniero e inventor, tuvo una idea brillante. Mientras utilizaba el gestor de diagnóstico de televisores, una herramienta que movía figuras y haces en pantalla para diagnosticar el estado de las pantallas, el técnico imaginó un mundo en el que las personas pudieran mover esas formas y haces con un propósito lúdico y un fin. El nombre de ese técnico era Ralph Baer, y su visión, que acabaría culminando en Magnavox Odyssey, nombre comercial de su prototipo Brown Box, fue el primer paso teórico del actual concepto del videojuego moderno.

 

El prototipo Brown Box de Ralph Baer

 

A través de los sueños

Muchos se adelantaron a Baer en la carrera por conseguir el videojuego, podéis echar un ojo a la evolución aquí. Alan Touring ya había propuesto un prototipo de ajedrez que no pudo llevarse a cabo por falta de potencia en las computadoras de la época, John Bennet dio el campanazo con su Nimrod mientras trabajaba en la empresa Ferranti, hasta tal punto de que el cacharrito acabaría protagonizando la película Juegos de Guerra, y en 1962 Witaenem, Graetz y Russell dieron el campanazo con el primer videojuego como tal de la historia: Spacewar! Distribuido por ARPAnet y con una gran repercusión en el sector universitario que lo llevó a convertirse en la primera coin-op de la historia.

 

Sin embargo, y aunque la Brown Box de Baer no consiguiera hacerse realidad hasta 1968 -comercializada en 1972 como Magnavox Odyssey- su visión tuvo una gran importancia a la hora de definir el concepto del videojuego doméstico, el mercado actual y todo lo que posteriormente Nolan Bushnell y sus alegres muchachos de Atari fusilarían hasta la saciedad.  

 

La importancia de Baer -como la de Alan Touring, John Bennet y el equipo de Steve Russell- en contraposición con la de Bushnell radica en lo que inspiró su posterior creación dando lugar al gran pistoletazo de salida del mercado y la industria que acabaría dando a luz a NES, Dreamcast, Xbox o la actual Playstation 4. Ralph Baer tenía un sueño, un sueño que iba más allá del hacerse rico y contratar a fumetas en las colas del paro. Quería crear algo grane, y lo consiguió pasando a la historia y siendo junto a otros grandes como sir Clive Sinclair, Shigeru Miyamoto, Shinji Mikami, Dave Perry, Michel Ancel y tantos y tantos otros, los culpables de la satisfacción de pertenecer a este selecto club 'privado' que formamos los apasionados a los videojuegos.

 

Nimrod

 

Tipos y tipos de sueños

Martin Luther King tenía un sueño, y Ralph Baer, como Russell o el actual equipo de Hello Games, también -Snorlax sólo tiene sueño, pero es otra historia-. Son sueños como estos, los que abogan por crear un algo, por experimentar un todo y por mejorar el planeta, los que hacen que la sociedad avance, que al final merezca la pena no apretar el botón rojo y dejar que el mundo aguante otro año sin sumir a sus habitantes en un invierno nuclear. 

 

Frente a estos sueños de mejora, de compartir, de crear, están los sueños de atesorar, de crecer, de medrar a costa de todo y todos, que tanto daño hacen a la sociedad y que últimamente tanto daño hacen a la industria. Hablaba de la diferencia entre Baer y Bushnell porque por mucho que Atari fuera y lograra en su momento, fue el ansia de dinero, de poder y de explotación lo que terminó acabando con la compañía y obligándola a ver reducidos sus títulos más emblemáticos a nombres de comida rápida en un buffet de desayunos

 

No hace falta que haga paralelismos, todos tenéis claro en vuestras cabezas a lo que me refiero con esto. Mientras algunas compañías hacen un gran trabajo y destacan por su única vocación de hacer de la creatividad y el desarrollo un trabajo y una profesión honrada de la que vivir dignamente, otras compañías convierten la creación en un proceso empresarial. Y aún hay otras, peores aún, que se limitan a vender el nombre de la marca y la firma de la franquicia llevando el concepto del cafélito flojo, pijo y caro de Starbuck al mundo de los videojuegos bajo el nombre corrompido de Assassin's Creed.

 

 

En memoria de un sueño

Hace dos días moría Ralph Baer, tranquilo y feliz en su casa, rodeado por sus hijos, por sus nietos, y por el cariño tal vez no declarado de quienes cada vez que hablamos de él en un artículo esbozamos una sonrisa en pro de un soñador y un genio. Para el recuerdo queda ese guiño espectacular de Mafia II en el que un tipo le decía a un vigilante que había pensado que poder mover formas por la televisión con un propósito lúdico podría ser una maravilla. Para el recuerdo queda su consola, ese Ping Pong que hizo famosa a Atari con su Pong copiado, el rifle que permitió por vez primera romper cuadros en pantalla y ese juego de tenis y barritas que terminaría concretándose en Witcher III

 

Hace dos días nos abandonaba un genio tras vivir una vida plena, larga y satisfactoria junto a su familia y amigos. No puedo menos que pegar un trago a su salud, echarme una partida a GTA V pensando en él, y preguntarme, no sin cierta mala leche, qué pasará cuando mueran todos esos nombres promocionados a bombo y platillo tras una pantalla con el símbolo del dolar que amasan su fortuna en esta vida vendiendo humo y bugs sin preocuparse, ni por un momento, por cómo pasarán a la historia. 

 

Va a tu salud, tocayo.

 

¡Nos leemos!


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