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The Last of Us Left Behind duele desde la ingenua perspectiva de la adolescencia

Estrenada pubertad
Por Rafa del Río

A las puertas de la llegada de The Last of Us II en poco más de dos semanas, una cuarta vuelta a The Last of Us y su DLC: Left Behind me sirve para recolocar a los personajes de este drama de infectados, luciérnagas y soldados en sus ranuras correspondientes. La historia de redención de Joel se configura al final como una ola más en la tormentosa historia de Ellie, que pasa de espectadora a protagonista al contarnos su antes y su después en Left Behind. 

 

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De companion a protagonista

Bruce Straley y Neil Druckmann juegan al despiste en la historia principal de la primera entrega de The Last of Us. Una revisión del The Road de Cormac McCarthy en la que cambian los ementos iniciales para reconvertir el horizonte de la historia sin alterar su propósito. Joel se presenta así como único culpable -fortuito, eso sí- de su drama personal, siendo Ellie, en los primeros compases y al final, la metafórica ventana que Joel abre para no asfixiarse aunque eso le suponga el abandono o la muerte.

 

Pero Ellie es más que un recurso con el que hablar de la supervivencia de la especie en todos sus aspectos. Mientras en el episodio original podemos conocerla a través de los diálogos, su control en lapsos cortos y esos pequeños grandes momentos en los que Naughty Dog brilla como pocas compañías lo consiguen, Left Behind se recrea mostrándonos a la chica como protagonista en todas sus dimensiones. La pasada y la presente, ayudándonos a conocerla en profundidad de cara a esta nueva entrega que llegará el 19 de junio y que contará con Ellie como único personaje jugable.   

 

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Left Behind duele desde la ingenua perspectiva de la adolescencia

The Last of Us continúa siendo devastador en sus inicios, es imposible resistirse a esos primero minutos que te desgarran por dentro y que como público maduro te estrujan el corazón con el drama de Joel. Left Behind necesita mayor compromiso, pero una vez alcanzado duele desde la perspectiva de la adolescencia, de la ingenuidad de esa etapa en la que aún no somos ni adultos ni niños. Un momento en el que contamos con toda la osadía de la falta de experiencia y del sentirnos inmortales junto al pánico de los miedos infantiles de los que aún no hemos sabido liberarnos. 

 

Es en el contraste entre la madurez y la inocencia de Ellie y Riley donde Left Behind realmente funciona, y lo hace de una forma mucho más dura y a la vez sutil que en ese principio de la saga en the Last of Us en la noche del contagio. Mientras la historia de Joel va preparándose desde el primer minuto para lo que se desencadenará y terminará propiciando su final; la historia de Ellie y Riley es una cadena de acontecimientos seleccionados que sirven para perfilar el personaje y explicarnos como sucedió todo: el mordisco, su presencia junto a Marlene y, mucho más adelante, la cura de Joel. Algo que podéis completar con The Last of Us American dreams, los cómics oficiales que profundizan en el pasado de Ellie y Riley.

 

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Empatizando con Ellie y Riley

Left Behind no duele por el contagio de Ellie, que ya era algo que conocíamos, sino por la ingenuidad de unas protagonistas adolescentes que viven situaciones que nadie debería vivir a esa edad. La sonrisa y el llanto se dan la mano en un DLC que parece una obra de teatro intimista. Un circunloquio eterno en el que Riley y Ellie bailan alrededor de la amistad, el primer amor y su drama personal de traición y perdón que es el núcleo de su relación en ese mundo de locos. Las pistolas de agua, el baile, el libro de chistes, las máquinas arcade, las fotografías y el carrusel son los fondos de escenario de ese drama en el que nada funciona hasta que están en compañía. La una junto a la otra. Aunque nunca nada es perfecto. Y por eso el carrusel se estropea al subir Riley o la única forma que tiene Ellie de jugar, al fin, a un videojuego, es mediante la imaginación. Son las notas discordantes de esa Última Noche que nos hablan de inocencia y fatalidad, de madurez y de pérdida. 

 

The Last of Us Left Behind es una historia corta de amor y amistad, de lealtad y abandono, enmarcada en un mundo del que las dos chicas reniegan pero no pueden hacer desaparecer. Es el dulce pájaro de juventud quien propicia la caída de ambas al final del flashback del DLC. Ese no querer aceptar la realidad desde la perspectiva adolescente del sentirse intocable y ese final trágico, aterrador, en el que sólo tienen dos opciones y, honestamente, la primera no les gusta mucho. Al final lo que queda es un retrato de Ellie con todas sus imperfecciones y miedos. Lo que fue, lo que es y lo que será en The Last of Us 2. Y por eso digo que Straley y Druckmann jugaron al despiste en su primera entrega, porque al final esto no iba de Joel, iba de Ellie, y las ganas de continuar su historia son cada vez mayores. 

 

¡Nos leemos!


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