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Ralph Baer merece un homenaje

Uno de los padres del videojuego actual
Por Toni Piedrabuena

Es difícil despedir a alguien importante de la industria y nunca nos acostumbraremos a ello. Sencillamente, no estamos acostumbrados a ello. En los últimos tiempos ha venido pasando de forma habitual: con Tramiel, Yamauchi, Eno… Y lo triste es que seguirá sucediendo, pero es ley de vida, ¿qué os voy a contar que no sepáis? Es por eso que la marcha de ayer del mítico Ralph Baer te lleva a la reflexión inequívoca de lo joven y embrionario que sigue siendo nuestro ocio, arte, hobby, industria o como te apetezca llamarlo. Y sí, junto a Baer hubo otros antes, y la creación del propio concepto del videojuego puede ser difusa, pero el que dio el pistoletazo de salida y apostó por ello a nivel comercial fue él.

 

Somos los nacidos en los setenta, ochenta y noventa los que amargamente veremos irse a los más grandes de la industria. Hemos sido los privilegiados en comenzarla y nuestro pago va a ser pasar por esa circunstancia tan humana y tan cruel. Ha fallecido un referente, y más allá de recordarlo haciendo partícipe a todo el mundo de lo que supuso su trabajo y esfuerzo, el mejor modo de homenajearlo que se me ocurre es seguir jugando a videojuegos. A pesar de que una de sus últimas declaraciones fuese más agria de lo normal, debemos quedarnos con todo lo positivo, no con los asteriscos.

 

En su papel en el mundo del videojuego, otros lo harían con mayor éxito. El mismo Yamauchi o Nolan Bushnell en la misma época, ciertamente, pero el primero fue Baer. No se le hace ningún feo a William Higinbotham por homenajear hoy al que se nos fue el pasado 6 de diciembre. Pero dadas las circunstancias, lo mejor que podemos hacer es intentar escribir, de nuevo, su historia y dar un repaso a su figura y los diferentes elementos que llevaron a la presente personalidad al estatus de culto con el que hoy se le está homenajeando de forma indudablemente merecida. Es la historia de un luchador; es la historia de uno de los padres del videojuego, no os quepa la menor duda.

 

Precisamente, en la comparación con Yamauchi y Bushnell radica su grandeza: su humildad y su compromiso con el mundo del videojuego lo ha hecho una persona más transparente y humana que el de Nintendo o el de Atari en su momento. Ciertamente, sus logros no fueron reconocidos al principio, pero con el paso del tiempo han ido cayendo las caretas y demostrando los logros de unos y otros. Hoy nadie puede discutir a Baer el valor de crear esa Brown Box que después se convertiría en la Odissey de Magnavox, con sus virtudes y muchos defectos que seguramente iremos comentando a lo largo de los próximos días.

 

Los que me conocéis seguramente me habréis oído hablar más de una vez de Baer. Seguramente en algún programa o espacio habréis escuchado la anécdota de la concepción de la primera consola en un viaje de autobús del genio, apuntando en su libreta el que sería la primera concepción de sistema electrónico al que conectarse a la televisión mediante señal de vídeo. Que ese pedazo de historia del videojuego sea accesible a día de hoy en uno de sus libros dice mucho de su figura y dice mucho también de la herencia que lega a sus jugadores.

 

La de Baer es una figura sencillamente apasionante. Espero poder contagiaros durante los próximos días los motivos por los que no podemos olvidarla. Un palo duro para muchos, tanto como que los medios nos enterásemos 24 horas después sobre el trágico acontecimiento el pasado 6 de diciembre. Eso nos debería llevar a una profunda reflexión sobre cómo informamos y cómo cuidamos el pretérito de nuestra industria.


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