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Plataformas digitales: Modernas bibliotecas de Alejandría

¿La nueva fiebre del oro?
Por Rafa del Río

Llevo un par de días hablando de emulación, piratería, y la necesidad de proteger al videojuego como arte y darle esa nomenclatura de patrimonio cultural de la humanidad en los títulos que hayan hecho algo por la evolución de un medio que, a día de hoy, es muy importante en el mundo actual. No podía terminar el tema sin hablar del otro gran protagonista de esta función de inventario que cataloga y almacena videojuegos con vistas a su rentabilización, sí, pero también a su protección del paso del tiempo. 

 

Me refiero, como es obvio, a las plataformas digitales

Lo reconoco: Soy consolero. Comencé en esto con las máquinas arcade y mi primera plataforma de juegos fue un ordenador Spectrum Sinclair 48 kbs+, he tenido épocas de PC y soñé con ser amiguero a los doce añitos, pero a día de hoy, y a pesar de que al fin tengo un PC con potencia suficiente para jugar algunas cosas interesantes de los últimos años, sigo siendo consolero. 

 

Soy consolero por comodidad, porque prefiero jugar con un pad en la mano tirado en el sofá junto a la alfombra en la que juega mi hija que en el despacho improvisado, al fondo del salón, donde tengo el PC. Soy consolero porque algo dentro de mí me dice que como use el PC, mi herramienta de trabajo, como plataforma de juegos, cada vez me va a costar más empezar a trabajar sin echar una partidita antes a 'escriba aquí su juego'. Y soy consolero, lo reconozco, porque las posibilidades del PC y de sus plataformas digitales me abruman.

 

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La nueva fiebre del oro

Una de las primeras cosas que hice cuando por fin renové mi PC fue registrarme en GOG.com, Origin y Steam. Me pase toda una semana pillando juegos, demos, clásicos que estaba deseando jugar y betas a las que hincar el diente. Descargué S.T.A.L.K.E.R., The Elders Scroll: Morrowind, Ultima VII y Dreamfall, y cuando ya los tenía en mi disco duro empecé a recabar mods para los dos primeros, dispuesto a sacarle todo el jugo posible a mi tarjeta grafica. Con los mods visuales implantados empecé a aumentar mi biblioteca con skins de armaduras para Morrowind, traducción al castellano, un pack de chozas al estilo Hobitton, remodelado de personajes...

 

...Cuando quise darme cuenta llevaba dos semanas tan metido en las posibilidades de mejorar los juegos que apenas había echado un par de partidas a S.T.A.L.K.E.R. Una idiotez si tenemos en cuenta que ya había jugado en su momento, así que decidí dejar los juegos en el disco duro 'para más adelante' y volcarme en buscar títulos nuevos que pudieran gustarme y que se alejaran de lo que ya me ofrecía la consola.  

 

Entonces descargué varias demos y betas de juegos de terror en primera persona que pintaban bien, y gratis: The Forgotten Ones, Haunted memories, Cry of Fear, el primer acto de Strangled... y mientras buscaba, encontraba, instalaba y volvía a buscar volví a dedicar dos semanas de mi tiempo de juego en simplemente buscar y desenterrar estos hallazgos, dedicarle unos minutos y volver a buscar a ver qué más me ofrecían estas plataformas digitales sin gastar un duro.

 

Ya era oficial, había caído en esta nueva fiebre del oro del buscar ofertas, de estar al día de lanzamientos, de ser de los primeros en reclamar un juego gratis antes de que se acaben las plazas, de escribir en la comunidad, de ser parte de esta maravillosa nueva forma de hacer la cosas, de... Después de un mes casi sin jugar, decidí que debía volver a la consola. 

 

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Bibliotecas de Alejandría

Si algo me quedó claro en mi breve y aparatoso paso por el mundo del videojugador del PC es que las plataformas digitales de los ordenadores son inmensas bibliotecas de Alejandría, pozos sin fondo del saber absoluto en el que los videojuegos se almacenan como tomos vetustos de un pasado genial junto a nuevas obras, modificaciones, mutaciones y sueños alternativos en los que el proceso de creación nunca para y los lanzamientos se suceden a una velocidad vertiginosa. 

 

Es más, algo parecido sucede en las consolas, salvando las distancias en tiempo debido a la diferencia de edad entre éstas y los PCs. Tanto Playstation Store como Xbox Live están siguiendo los pasos de GOG y Steam para convertirse en bibliotecas completas con todo lo que algún día fue grande en la historia de Playstation y Xbox. Una forma maravillosa de proteger los juegos del pasado, sí, pero también una inmensa trampa en la que es posible caer y quedar encadenados ante un stendall causado por la convicción de todo lo que aún tenemos por disfrutar. 

 

Espero que la Store y el Live alcancen algun día el nivel de contenidos y ofertas de sus análogas en PC, pero por otro lado me da miedo perderme en un círculo infinito de ofertas a menos de un euro y de juegos que se quedan en el disco duro para no aparecer nunca en la pantalla de carga. Es un riesgo que hay que correr, supongo, y sempre será bueno que los títulos sigan siendo protegidos por estas nuevas entidades, mezcla de biblioteca de Alejandría y modernos supermercados del futuro digital. 

 

¡Nos leemos!


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