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La Corona del Viejo Rey de Hierro

Dark Souls II, más desesperante que nunca
Por Adrián Suárez Mouriño

El último DLC de Dark Souls II, La Corona del Viejo Rey de Hierro es una oda al hijoputismo, a la mala baba, al diseño malvado, a ponerte enemigos fastidiosos tras las esquinas, a colocar gordos que se incendian cuando les disparas feliz con tus flechas de fuego, y a recuperar algún que otro ser especialmente detestable del original. Este contenido llega a ser desesperante, mucho, muchísimo, muchas veces.

 

No estoy diciendo que sea un DLC duro de jugar, sino que es un DLC de Dark Souls II duro de jugar, el primero fue un paseo comparado con este; aquel me lo pase en una tarde, este me llevo bastantes horas más. Los enemigos pegan duro, sus armas tienen esa maldita manía de darte al final de su arco y aparecen de la nada por el mero placer de fastidiar. Y es genial.

 

El segundo DLC, centrado en el combate, demuestra que From Software conoce muy bien las limitaciones de su juego, y las aprovecha para fastidiar: ¿cómo? ¿que la animación de dejar atrás el último peldaño de la escalera, darse la vuelta y caminar, es un lío si hay tres esqueletos ante ti? Pues pongámoslos muchas veces, y con hachas, y con espadas ¡y muy grandes! Y así hasta la extenuación.

 

 

Se suceden esos odiosos tramos largos repletos de enemigos antes del boss de turno, los bichos que disparan desde lejos mientras una mole de carne y arma gigante salta sobre ti y te persigue... Pura fuerza bruta. Si el anterior DLC se percibía de diseño sosegado, de un juego más sereno y con más exploración, aquí hay que avanzar machacando rivales, y sí, aprovechar todas las triquiñuelas del juego.

 

He de reconocer que no he jugado del modo en el que se presume en twitter; no. Me he dejado invocar para “ayudar” a otros; pero lo que en realidad pretendía era adivinar lo que había más allá. He empleado el arco sin parar, he practicado señuelos, atacado desde lejos... y así hasta el final; porque si From Software trolea, es deber del jugador trolear todavía más. No hay otro modo.

 

Los diseños de escenarios no son tan inspirados como los del anterior DLC; a mí se me han hecho un poco sosos, aquí se emplean demasiados formalismos ya conocidos. También es cierto que hay una secuencia gloriosa en la que para derrotar a un boss hay que usar toda una sección del escenario. Porque es Dark Souls II, y en este, el escenario y los enemigos, más que nunca, son tu arma.

 

Un maravilloso DLC, duro, que vuelve a usar los monstruos, los ítems y los escenarios para contar historias; y aquí los rivales tienen ciertas interacciones maravillosas. Eso sí, resulta desesperante, por lo que encantará a todos los que se adentren en busca de esta nueva corona.

 

Como apunte final, tirarle muy fuerte de las orejas a Sony. Los que compramos el Season Pass tuvimos que esperar hasta dos días más para jugarlo con respecto a la versión Xbox 360. Un día porque la Store se actualiza los miércoles, y otro día porque el enlace de descarga gratuito para nosotros no se habilitó hasta otro después. Así no; y a los que se lo compraron con el enlace de pago, pese a tener el season pass; pues han tenido que pagar. Si Sony luego les devolvió o no el dinero, es tema para otro día.

 

Lo importante es que Dark Souls II sigue actualizándose de la mejor manera; pero no me hagáis mucho caso, yo soy un maldito masoca que disfruta aprendiendo cómo se mata a los bosses dejándose invocar hasta el infinito a su puerta. Y muriendo. Ganar es de pringados.


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