Exclusividad temporal del DLC: patada en los huevos al pase de temporada
El otro día, hablando de la pésima salud del catálogo de escluxivas en el campo de batalla de Microsoft y Sony se me quedó una cosa en el tintero: La exclusividad temporal. Una especie de premio de consolación para evitar una pataleta de guardería que, en el caso de los DLCs, alcanza cotas inverosímiles de absurdo.
Calma mi niño, no llores más
La exclusividad temporal es uno de los inventos más tontos y absurdos del mercado. Un premio de consolación que otorgan las compañías, supuestamente a los usuarios de una plataforma, pero que en verdad va a los trajeados de Sony y Microsoft para que no monten el numerito.
Las palabras de las distribuidoras siempre son las mismas: 'es nuestra forma de demostrar el apoyo que Sony/Microsoft nos ha dado desde siempre y una forma de premiar a sus seguidores por el [inserte aquí su bla bla bla de turno]'. Unas palabras que ya saben a hueco, y más cuando una misma distribuidora alterna ese 'apoyo' de Sony a Microsoft según el título que tenga entre manos en un intento de quedar bien con todos que, a la larga, al único que afecta, y negativamente, es al usuario.
Las exclusividades temporales son una chufa, una mentira y una patraña que a nadie acaba por convencer. Supuestamente son un puntazo para el usuario, que tendría que estar agradecido a la compañía de su platafroma de juegos: 'eh, colegas, mirad, os he conseguido Call of Battlefield un mes antes que a la competencia'. Sin embargo, la realidad es bien distinta: 'Eh, colegas, he conseguido retrasar el lanzamiento de Call of battlefield en la competencia... Seguramente eso signifique que cuando salga Bettlefield of Duty tengáis que esperar vosotros, pero... mola, ¿eh?'.
Porque esa es la verdad que se oculta detrás de las exclusivas temporales: No se adelanta el lanzamiento de un juego en una plataforma, sino que se retrasa en el resto a costa de que cuando la distribuidora quiera quedar bien con la damnificada, seas tú quien tenga que esperar su lanzamiento.
Una gilipollez, ¿No?
Pues sí, una gilipollez que alcanza cotas de absurdo cuando afecta no al lanzamiento del título en sí, si no al de sus contenidos descargables. Ya en 2010 o 2011 empezó el baile de exclusividades temporales con el pique de Sony y Micro enarbolando Battlefield 3 y Call of Duty Modern Warfare 2 respectivamente, y desde entonces la cosa ha ido degenerando con Watch Dogs, Sleeping Dogs, Saint's Row, los más recientes Advance Warfare y Dragon Age Inquisition o el 'tócate las narices tío' caso de Destiny, que ha dejado vendido a los usuarios de Xbox One durante todo un año. Y no me hagáis hablar de Batman...
El caso de los DLCs con exclusividad temporal es especialmente grave cuando éste afecta a personas que ya han pagado por su pase de temporada y tienen que esperar un mes, dos o un año, sólo para que cuando Phil Spencer y Suhei Yoshida se encuentren en los baños del E3, se puedan meter puyas el uno al otro con absoluta impunidad.
Y es que, seamos serios: ¿A quién narices le sirve de algo la exclusividad temporal de un DLC? No es un vendeconsolas, no es un incentivo y ni siquiera es algo con lo que vacilarle al hijo del vecino. Como mucho, lo único que demuestra la exclusividad temporal de un DLC es que, a la hora de la verdad, a Sony, Microsoft, Ubisoft, Activision y Electronic Arts, el usuario le importa una mierda. Lo único que les interesa es ponerse medallitas de cara a la próxima reunión de accionistas y alardear de cuánto tiempo han conseguido retrasar el lanzamiento de tal contenido -dos armas y cuatro mapas a 10 pavos, fuck yeah- en las plataformas del 'enemigo'.
Vayanse ustedes a la mierda
Por mi parte lo tengo claro: todas estas estrategias de mercado, maniobras de marketing y demás pamplinas se pueden ir a la mierda con sus respectivos autores. Nunca he pagado por un DLC y nunca lo haré. Mucho menos cuando las compañías siguen empeñadas en demostrar que si tienen que fastidiar al usuario a cambio de calderilla con la que pagar la propina de la camarera, lo van a seguir haciendo sin remordimientos.
¡Nos leemos!
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