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El mundo abierto de Metro Exodus es una buena elección

Más allá de la moda
Por Rafa del Río

La Gamescom 2018 de Colonia nos ha dado grandes vídeos y gameplays para recordar. Ver en movimiento obras como Hunt Showdown, Sekiro, Life is Strange 2, Shenmue III y, por supuesto, este Metro Exodus que nos ocupa ha sido suficiente para devolvernos al terreno de juego antes del regreso de la temporada escolar. Mientras tanto, con la demo de Cyberpunk 2077 aún fresca en nuestra memoria, llega el momento de hablar de todos estos juegos y dedicarles el mimo necesario. 

 

El otro día, el amigo Julián nos hablaba de cómo los entornos abiertos de Metro Exodus parecen decididos a destruir la claustrofobia propia de los videojuegos de 4A Games. Unos mundos abiertos que parecen acercar más la saga ambientada en las novelas de Dmitry Glukhovsky al mundo de Fallout, y que para muchos es una ruptura con el concepto de autor y desarrolladora en pro de la nueva moda de mundos abiertos. Sin embargo, yo no puedo estar de acuerdo.  

 

 

La historia de Artyom

Hablar de Metro es hablar de dos fenómenos culturales, las novelas y los videojuegos, ambos con un nexo común muy fuerte gracias a la colaboración que ha existido desde siempre entre Glukhovsky y la gente de 4A Games. La historia central, con algunos cambios e incluso finales distintos, es un alegato a la paranoia nuclear, el viejo miedo a la maldad humana y esa certeza absoluta de que el peor enemigo del planeta, la naturaleza y el ser humano es, por definición, el propio ser humano. 

 

Tanto Glukhovsky como 4A Games se las arreglan para hablarnos de una guerra terrible que se hace más terrible tras su final, con unas líneas de metro de Moscú separadas en facciones y ese odio obsesivo 'de los nuestros a los demás' que incluye al resto de líneas, a todas las facciones y, por supuesto, a los Oscuros, esas misteriosas criaturas que son, precisamente, el eje alrededor del que gira todo el discurso de novelas y videojuegos. Lo que empieza siendo un simple prólogo en Metro 2033, alcanza fuerza en el mensaje del juego Metro Last Light y las novelas Metro 2034 y Metro 2035, siendo ésta última una petición especial del autor a la desarrolladora que toma algunos elementos de Last light para crear la culminación de la trilogía novelística en la que Artyom no sólo sale a la superficie, sino que se granjea la enemistad de los supervivientes del metro por ello. 

 

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El mundo abierto era necesario

El universo Metro nos habla de errores, redención y superación. Un camino, el de Artyom, ligado con fuerza al de los propios Oscuros y el fatídico destino que les depara la humanidad en Metro 2033. Llegados a Exodus, Artyom ya no es un conejito, es un comando, un paladín, un héroe que vaga entre dos mundos: la oscuridad del metro de Moscú y la luminosidad de la superficie que empieza a cobrar vida. Nexo de unión involuntario entre humanos y oscuros, no tiene sentido seguir plasmando sus aventuras dentro de unas líneas de metro que ya hace mucho que se le quedaron pequeñas, que ya son inofensivas para él y en las que ha dejado de ser bien recibido.

 

La opción era obvia y necesaria: la reconquista de una superficie que ya pudimos disfrutar largo y tendido en Metro Last Light es el punto de partida de ese punto final de la odisea de Homero que nuestro propio Homero ruso quiere relatar. La partida de Artyom y Ana es un necesario viaje a Belén que se trunca con un inesperado final, y es en esta odisea lejos de la Hansa donde tiene sentido la aparición de nuevos supervivientes y una historia totalmente nueva con ganas de ser contada.   

 

Obviamente se echarán de menos los viejos túneles del metro, pero estoy seguro de que 4A Games nos dará elementos de sobra con los que suplir esta añoranza. El pequeño estudio que una vez nos sorprendió con uno de los mejores triple A de la historia del FPS, una de las mejores adaptaciones literarias a videojuegos con un montón de mecánicas novedosas, es capaz de eso y más. No tenerlos en cuenta y limitar todo a la moda de los mundos abiertos es obviar todo su esfuerzo y trabajo previo, un gran error, que nos saca de la historia en un vano deseo de querer repetir viejas experiencias ya vividas.

 

¡Nos leemos!


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