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Dishonored 2 y la frustración del jugador medio

Ver lo que nunca harás
Por Julián Plaza

Por suerte, todos somos distintos. Leía el otro día en el chat de Overwatch a uno de los miembros de mi equipo, frustrado, echando pestes al Hanzo del grupo rival por haberse llevado la destacada tras conseguir la muerte del equipo. Nos envió a casita. Lo que me llamó la atención de su argumento es que el tipo -o tipa- creía imposible que alguien lograse seis bajas del tirón; de algún modo, el arquero estaría haciendo trampas. Él no se veía capaz de reproducir lo que vio.



Siempre he creído que lo mío son los juegos con cierto margen para la planificación. Cada jugador tiene sus puntos fuertes. En mi caso, me siento más cómodo espiando entre esquinas (sigo hablando de videojuegos, que nadie llame a emergencias), tendiendo emboscadas y buscando un acercamiento más reposado. Sin embargo, me encanta observar las locuras que pueden llegar a lograrse en los juegos de sigilo por la simple aceptación de que me veo incapaz de llevarlas a cabo. Están fuera de mi alcance.


El juego al que no jugué


Tras la publicación íntegra de la misión de la casa cambiante en Dishonored 2, volví a esta misma sensación. La brillantez de las mecánicas de la obra de Arkane reside en sus distintas capas de profundidad. Alguien lento, como servidor, puede acabar terminándose el juego sintiéndose el rey del sigilo, mientras más allá de lo jugado existe gente que lleva las posibilidades de la obra a otro nivel. Son tan buenos que te preguntas si habéis jugado al mismo juego o si, simplemente, te has quedado en la superficie de algo mucho más profundo.



No es nada nuevo. Las bases del ‘easy to play, hard to master’ llevan entre nosotros desde los tiempos de Tetris. Se han hecho incluso documentales sobre la obra del ruso Pázhitnov (también recomiendo mucho The King of Kong, que cuenta la lucha por la mejor puntuación del Donkey Kong del 1981) y el listado de juegos que permiten la especialización sin por ello renunciar a lo accesible son tan largos que no acabaría. Aun así, me parecen dignos de mención cuando justo queda un mes para el estreno de Dishonored 2.


Karnaca

Karnaca nos espera

El mundo de las ‘speedruns’ nos sigue sorprendiendo con juegos como Super Mario Bros., que recientemente ha visto actualizado su récord gracias a un exploit que permite alcanzar la bandera final ahorrando un salto. Pequeños detalles que lo cambian todo. Pero aunque no encabecen puntuaciones, hay muchísimos casos en los que no puedes más que quedarte embobado. La rapidez al teclado que alcanza, por ejemplo, un jugador profesional de StarCraft 2 sigue siendo increíble a día de hoy. Por no hablar de los juegos de lucha.



Con la popularización ascendente de eventos similares al EVO, tarde o temprano terminas conociendo figuras como Infiltration o Momochi, personajes que verdaderamente parecen imbatibles por el ojo inexperto. No lo negaré. Uno de mis mayores deseos tras el estreno de Dishonored 2 es que se empiecen a publicar piezas donde los expertos se luzcan. Los nuevos poderes de Emily prometen combinaciones tan sorprendentes como las de su padre. Combinaciones que no se me ocurrirían.


Emily

Sus poderes mentales pueden dar mucho juego

En parte ahí está la gracia. Todos contamos con las mismas herramientas, todo reside en la habilidad. No hay distinciones. Si puedes mejorar tu destreza intentando reproducir lo que ves en otros jugadores, acabas dando con una obra que alarga su vida tanto como tú quieras. Hearthstone, Dota 2, FIFA y muchos otros beben también de tener figuras referenciales de las que aprender. Puede que nunca llegue a ser ese Hanzo terrible que nos hizo perder la partida, lo dudo mucho. Pero ver algo así ya merece la pena.


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