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Conocer a Primrose es motivo suficiente para jugar a Octopath Traveler

Somos historias
Por Adrián Suárez Mouriño

Octopath Traveler tiene algo que me ha encantado y por lo que os recomiendo jugarlo. El título posee fallos de estructura, es cierto, también lo es que su narración tienda a ponerse palos en las ruedas a sí misma. Eso también es verdad, pero también que tiene algo genuinamente bueno: la decisión de que lo que se nos cuente sean pequeñas historias en los que los protagonistas son individuos. Lo que nos lleva a hablar de Primrose. Advierto que, a continuación, hay spoilers hasta el segundo capítulo de su historia.

 

 

Cuando te quitas de encima la aniquilación mundial o tener que derrotar a un villano como punto de partida de la narración, puedes centrarte en los héroes y sus miserias. De todos los protagonistas de Octopath Traveler es la historia de la bailarina la que más me ha sorprendido. Pocas veces, por no decir ninguna, había visto un videojuego tratar temas tan escabrosos como la trata de personas, la esclavitud sexual y la prostitución. También se atreve a sugerir el amor entre dos personas del mismo sexo, algo a lo que Square Enix no se había atrevido a llevar a sus juegos; siempre que obviemos aquella escena de Barret y Cloud en la noria, claro.

 

Los padres de Primrose son asesinados por tres misteriosos hombres y ella es obligada a bailar por dinero. La conocemos de niña pero jugamos con ella de adulta. A esta edad, es forzada por su amo a acostarse con él. Tiene una amiga entre sus compañeras de escenario que se sacrifica por ella y le permite escapar. Cuando muere, reconoce que Primrose le gusta. Tras huir de su hogar, comienza una persecución muy a lo Kill Bill contra los que mataron a su familia y la obligaron a vender su cuerpo. El primer destino de su viaje la lleva a una tierra helada en la que se encuentra con una mujer que le revela que es prostituta.

 

El relato sigue escalando. Octopath Traveler nos cuenta que existe toda una red de prostitución en su mundo de juego, y que los hombres tienen un código secreto para localizar a estas damas de compañía y satisfacer con ellas sus deseos. Eso sí, es tal la intensidad de su relato que hace palidecer al de sus compañeros.

 

Es por detalles como este por lo que he disfrutado tanto de Octopath Traveler. Aunque historias como la de Olbreic o la comerciante sean más sosas, también las hay tan geniales, personales y duras como la de Primrose. En mi opinión, pese a sus fallos, el valor de llevar estas historias a un JRPG abre nuevas vías para el género. Estoy harto de que la premisa principal de todos estos juegos sea salvar el mundo desde un buen inicio, pero Octopath no hace eso, nos entrega relatos maduros. Y yo quiero más de estos.


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