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Algunos videojuegos hacen que el sistema de notas actual quede en evidencia

Vivan las sobresalientes medianías
Por Adrián Suárez Mouriño

Es con la llegada de algunos videojuegos que uno empieza a darse cuenta de lo tonto que es a veces ponerles nota. La objetividad es una quimera aburrida, imposible e insatisfactoria. Un analista es un ente subjetivo alimentado de su bagaje cultural: libros, películas, videojuegos, cómics y su recorrido por la propia vida, eso lo alimenta. Cada nueva experiencia potente que descubre se suma a su discurso y a su visión sobre todo.

 

Cuando el analista se enfrenta a un nuevo producto de expresión cultural se le pide que lo valore, ¿pero cómo se hace este análisis? ¿Lo valora teniendo en cuenta que ha sido capaz de sumarse a su repertorio de obras trascendentes o solo mirando sus capacidades técnicas?

 

Hay algunos videojuegos como The Last of Us que lo tienen todo. No hay nada más fácil que analizarlo con el sistema actual de notas. Consiguen penetrar en tu mente, darte un mensaje y causar un impacto trascendental sobre ti. Además, técnicamente son fabulosos: bien diseñados, con personajes bien escritos, escenarios bien recreados… Y también se permite aportar ideas muy buenas a las dinámicas de disparo, haciéndolas torpes para representar la humanidad de sus personajes. The Last of Us es un 9, un 9.5 o un 10 en función de quién lo analice. Creo de esto poca duda hay.

 

Sin embargo, ¿qué pasa con Deadly Premonition? El juego como trasto es una chufa: feo, duro, incorrecto, aparatoso… Pero cuando uno se decide a digerirlo y hace con él horchata, la cosa cambia. Deadly Premonition es un videojuego estupendo pero terrible en lo técnico, en el montaje de sus planos, de sus escenas de acción y de su exploración.

 

Sin embargo, basta volver a jugarlo para ver que ha calado en el desarrollo actual, que su personaje principal tiene magia, que cuenta con ideas potentísimas y que lo meterás, sin ninguna duda, en tu chistera de referencias culturales. Entonces, ¿qué es Deadly Premonition? ¿Un 0, un 6, un 9? Porque técnicamente y como máquina es un 3, pero como elemento de expresión cultural es un 9, sin ninguna duda.

 

 

Este tipo de videojuegos son a los que es complicado ponerles nota, en los que la nota se queda corta y no sirve para explicarlos. Ocurre lo mismo con Final Fantasy XV o Metal Gear Solid V. Son felices desastres que a unos les parece un 3 y a otros un 9. Es decir, es imposible 'acertar'.

 

Para mí, todos estos juegos son como ese chiste del calcetín colgado de una cuerda que te encuentras en un museo de arte contemporáneo. El que llegue ahí sin contexto, sin esa suma de experiencias potentes en su bolsillo con las que comparar y que sitúen ese ejercicio artístico en algún lado, solo verán ese 3, solo verán un maldito y apestoso calcetín colgado de una soga. Sin embargo, otros verán un acercamiento al dadaísmo, transgresión, rechazo a la técnica perfecta o unas divertidas ganas de molestar.

 

Sinceramente, creo que cuánto más nos hacemos mayores y más disfrutamos de esto, más se quedan cortas las notas en los videojuegos. ¿No os pasa que hasta os gusta ver cuando un videojuego crea controversia? Aquellos que unos medios valoran de 6 y otros de 9 acaban siendo de los más interesantes de la generación.

 

Esto no quiere decir que no entienda el valor de las notas. Es un código que todos conocemos, que resume rápidamente un texto y que sirve para generar un marco común para una crítica; faltaría más. Solo que, como cualquier sistema que presume de ser perfecto, es imperfecto. Y vivan las sobresalientes medianías. Buscadlas, odiadlas y amadlas.


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