1. Mundogamers
  2. Articulos
  3. RETRO

Curiosos por naturaleza

Videojuegos que aprovechan nuestros instintos
Miercoles 07 de Noviembre de 2012 por Raúl Rosso

Tengamos muy presente que la curiosidad es una característica del ser humano que no puede catalogarse como una aptitud más como podría ser la valentía o la discreción, pues es fruto del instinto. Ya venimos de serie con ella, heredando del mundo animal una serie de conductas intrínsecas que no podemos evitar por mucho que nos empeñemos. Por eso, es normal que cuando un videojuego sabe jugar de forma inteligente con esta baza, la atracción que nos captura tiene lugar a unos niveles tan profundos que resultan a priori muy difíciles de identificar.

 

Shigeru Miyamoto ya sabía todo eso, o al menos supo con algunas de sus primeras producciones darle un sentido audiovisual mucho más acusado que lo que venía viéndose hasta entonces a este fenómeno. Una caja cuadrada con una interrogación, sin rodeos ni milongas. Lo que inicialmente pudiera parecer un simple un reclamo para hacer que el jugador novel deduzca que rompiéndolo con el meollo del bigotudo fontanero encontrará suculentos regalos es un mecanismo que despierta esos instintos de exploración y descubrimiento. DESEAMOS romper ese cubo para descubrir su contenido y haremos lo que sea para alcanzarlo

 

Curiosidad cubo Super Mario

 

Y no hablemos de la fijación de Link con los cofres de tesoro. Desde luego, esta es la representación más pura del suculento trofeo oculto del heróico aventurero clásico, y aunque lleva usándose desde los tiempos de los RPG en código ASCII donde una montaña de oro se representaba en pantalla con un asterisco, la conocida fanfarria y todo el ritual lumínico y sonoro adjunto hacen que abrir uno de ellos en cualquier título de la saga The Legend of Zelda resulte una experiencia tan excitante como el propio hecho de acceder a él tras muchos esfuerzos, independientemente de su contenido.

 

Estas premisas acabaron convirtiéndose con los años en una de las piezas fundamentales del lenguaje asociado al videojuego. A partir de entonces hasta los géneros más peregrinos bebían de este aliciente, llenándose las calles de cajas y cubos que contenían joyas, pistolas y pollos asados en los beat’em up, por decir algún rocambolesco ejemplo. Los flujos de juego se abrían cada vez más en pos de la exploración más intensiva que de nuevo presentó y estandarizó el primer The Legend of Zelda y su estructura no lineal. La industria había cambiado el chip: además de lograr satisfacer por el mero hecho de superar desafíos, los videojuegos ahora también tenían el aliciente de ser un cúmulo de secretos por descubrir con los que saciar nuestra enorme curiosidad.

 

Curiosidad Zelda cofre tesoro

 

El súmmum de todo esto llegó con la generación procedural de contenidos y la consiguiente imposibilidad de saber a priori la ubicación de los secretos a encontrar. Aparte de los consabidos Roguelike, el nunca-demasiado-alabado videojuego de exploración espacial Elite de 1984 llevó esas ansias por navegar entre lo desconocido a límites inimaginables al crear enormes universos de forma aleatoria utilizando algoritmos de generación, de forma que cada jugador se veía inmerso en un mundo personal e intransferible de titánicas dimensiones. Por tanto, la sorpresa no podía romperse al no saber jamás con qué nos íbamos a encontrar.

 

El sistema fue acogido en distintos campos más cercanos y reconocibles hasta ampararse casi totalmente en la incertidumbre, véase el caso de Blizzard con su saga Diablo, donde cada nivel, aunque conservando algunas directrices y elementos que deben salir “por obligación”, se generan de forma pseudo-aleatoria del mismo modo que los tesoros que encontramos también tientan a la suerte. De hecho, los MMORPG y demás videojuegos donde impera la repetición sistemática de mecánicas utilizan también este sistema propio de las máquinas de azar. Un momento, ¿alguien sugiere que la ludopatía propia de estos hábitos está íntimamente relacionada con la curiosidad en su concepto más puro? Sin ánimo de meterme en terrenos del ámbito de la psicología donde ni pincho ni corto, las bases de este trastorno patológico de los impulsos deben estar muy relacionadas con esa imperiosa necesidad a nivel genético. No se me ocurre otro motivo para explicar que alguien repita una mazmorra 40 veces hasta conseguir ese ansiado trozo de armadura que le falta.

 

Curiosidad Diablo III loot

 

Quizás nos vamos por peteneras y la base de todo esto es el mero placer de descubrir y el proceso por el que pasamos al realizarlo, no el objetivo en sí. Si no, no se explica que Minecraft haya vendido más de siete millones de copias sumando todas sus versiones y sin contar los usuarios que juegan de forma ilegal o que no están registrados. No existen metas ni imposiciones de ningún tipo, tan solo nuestra creatividad y la necesidad de explorar nuestro alrededor, cavar profundas minas y toparnos con suculentos minerales con los que construir todo tipo de cacharrería para así poder explorar más y vuelta a empezar. Desde luego, la historia nos ha dado suficientes ejemplos como para sentir un profundo respeto por la curiosidad aplicada al ocio interactivo.

 

Curiosidad Minecraft cavar

 

A todo esto que Peter Molyneux pasaba por allí y como tonto no es, decide utilizar todo este entramado de éxito comprobado para fraguar su nueva tontuna pre-senil con Curiosity: un juego para smartphone cuyo único incentivo es comprobar cual es el contenido de una enorme caja formada por miles de millones de cubitos que todos los usuarios deben ir rompiendo poco a poco. O lo que es lo mismo, desgranar la experiencia hasta su más mínima expresión en cuanto a su cometido para centrarse exclusivamente en el meollo de la cuestión, en el epicentro de la experiencia. Lo mismo que convertir Super Mario en un descabellado planteamiento donde tan solo debemos romper muros con interrogaciones pintados, abrir cofres de forma incesante como si no hubiera un mañana o cavar y cavar hasta las profundidades del infierno sin más posibilidad de descender hasta llegar al final. Somos curiosos, pero no gilipollas. Y aún así miren lo que pasa…

 

Experimento sociológico, que lo llaman los modernos. Pervertir los mecanismos subconscientes antes mencionados para ponerlos como única excusa. Una soberana tontería que por pura condición humana está funcionando estupendamente. En las primeras 24 horas desde que se lanzó se han roto más de 100 millones de bloques y ha sido descargada por más de 150.000 usuarios al mismo tiempo que éstos hacen dibujitos de esvásticas y formas fálicas en su superficie. Otro efecto colateral de la propia naturaleza del hombre.

 

El contenido de la caja es lo de menos. Sirva esta experiencia para remarcar el enorme poder de los videojuegos si saben lidiar con algunos de nuestros aspectos psicológicos más primarios. Si indagamos un poco en aquellos títulos que han triunfado a lo largo de la historia de nuestra industria, nos daremos cuenta de que siempre han estado esas ansias por desvelar lo desconocido bien presentes.


<< Anterior Siguiente >>