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Analisis RAD ,SWITCH

¡Qué divertido es ser un mutante!
Martes 27 de Agosto de 2019 por Rebeca Escribano

Me estoy mudando, hace un frío de narices y uno de mis perros está obsesionado con descuartizar al otro. En este maravilloso momento de mi vida, los triples A de historias de 200 horas, los pormenores éticos y morales de Fire Emblem y el dramatismo alargado de más de un RPG son exactamente lo opuesto a rincón para desconectar y disfrutar que busco en un videojuego. 

 

Y es precisamente por eso por lo que Rad me ha parecido tan sumamente divertido. Dejadme que os sitúe: Rad es un roguelike creado por Double Fine Productions (los genios detrás de Psychonauts) y distribuidapor Bandai Namco que nos introduce en un mundo de neón y maravillas ambientado en un universo distópico. 

 

 

 

Un meteorito cae y se carga la Tierra


Rad nos sitúa en la Tierra, varios siglos después de que una serie de rocas volcánicas destrozasen por completo la superficie terrestre, cubriéndola de una capa de radiación que acaba con toda fuente de la naturaleza. Nadie sabe muy bien cómo vivieron los humanos en el pasado ni cómo se torcieron las cosas, pero ahora la supervivencia de todos depende de ti, el elegido. 

 

No eres el elegido porque seas más fuerte o competente que los demás. Solo tienes una particularidad que te convierte en la persona elegida para traspasar el portal y enfrentarte a todo bicho viviente: el hecho de que puedes mutar de forma aleatoria. 

 

De esta forma, en un universo claramente inspirado en los 80 cuyo diseño de vestuario recuerda en mucho a la popular serie de Netflix Stranger Things, te adentrarás en un mundo de verdes chillones y rosas fosforitos, de robots olvidados y televisiones panorámicas que no dan señal. ¿Tu misión? Reiniciar unos tótems gigantes que se han desconectado para que estos procesen de nuevo la energía, purifiquen el aire y recuperen la fauna perdida. 

 

Mapas procedurales pero bastante similares


Nada más iniciar el juego descubrirás que Rad tiene un aire canalla a lo Travis Strikes Again mezcladocon una dirección artística muy potente y colosal. A través de increíbles ilustraciones, tendremos que escoger entre los cuatro primeros personajes desbloqueados (algunos de ellos con una estética nada binaria) que se rodearán rápidamente de los colores más chillones que la radiación puede provocar en la tierra. 

 

Armado solo con un bate, un mago con malas pintas te arrojará a un mundo generado teóricamente de forma procedural donde te encontrarás con varios monstruos sencillos de asesinar. Estos bichos, con diferentes patrones de ataque fácilmente aprendibles y abarcables, te soltarán una valiosísima experiencia cuando los asesines que irá acumulándose en una barra superior de la pantalla. Al completarla, recibirás una mutación activa completamente aleatoria. 

 

 

 

Y ahora es donde viene lo bueno, lo que recuerda a otros roguelike tan geniales como The binding of Isaac y esto es el efecto de la suerte. Una vez que has jugado a tus primeras y sosas 10 partidas, Rad te atrapa. Ya sabes cuáles son las mutaciones que te garantizan llegar más lejos y las que no te sirven de nada. El hecho de que sean acumulables solo lo hace más divertido y además, en el momento en el que las recibes, al igual que ocurría con el pequeño Isaac, el personaje se deforma. Cabeza de serpiente, piernas de árbol y brazos deformes: todo es posible en un mundo cargado de radiación donde cada mutación cambia drásticamente la forma con la que te enfrentas al juego.

 

 

Los mundos se dividen en 2 partes, cada una con un boss final. Y aquí está el primer gran error del juego: aunque explorar la superficie es fácil y relativamente divertido, el primer mundo creado por lo general solo te permite llenar una barra y media de experiencia, lo cual se traduce en una única mutación. Si por casualidad la mutación que recibes no tiene ataques a distancia, más te vale que te suicides porque es prácticamente imposible con los tres pequeños corazones que tienes sobrevivir al primer boss. 

 

Por suerte, el juego sabe que vas a morir mil veces, así que te premia cada vez que mueres rellenando una nueva barra de puntos que se traducen en nuevos ítems o personajes desbloqueados. De nuevo, cuantas más muertes realices y más radiación acumules, más objetos nuevos desbloquearás y más ganas tendrás de tener la aleatoria oportunidad de probar esa nueva mutación que tan brutal te parece. 

 

La exploración y los enemigos 


La exploración en la superficie es, como ya os he dicho, básica pero entretenida. Tienes por un lado robots, por otro monstruos gigantes, charcos de lava tóxica y reminiscencias de esos pobres humanos que pretendieron vivir en búnkers abandonados o que, por alguna extraña desviación mental, han montado un campamento al lado de una antena de radio para comunicarse con otros poblados. 

 

El lore en el juego se va desvelando lentamente por encima del ruido de la propia jugabilidad. A las voces de una narradora omnisciente que te explica lo poco que sabe la humanidad actual de la pasada se le suman los chascarrillos y bromas de una especie de jugador molesto que vacila a los enemigos cuando los asesinas. Los subtítulos podrían ser más acertados y valientes en este caso: algunas bromas en inglés se suavizan enormemente al pasarlas al español, provocando que el toque pícaro del propio juego acabe ligeramente perdido en el oblivion. 

 

 

La segunda parte de la exploración es un poco menos entretenida. En todos los niveles tienes puertas que te llevan a una serie de túneles en el subsuelo absolutamente tediosos de recorrer. Durante largos minutos, a pesar de la presencia de un minimapa, irás como un pollo sin cabeza de un lado a otro, acabando con una larva o un robotito suelto que se te aparezca y planteándote si no hay forma de saltarse esta parte tan aburrida de la jugabilidad. El hecho de que sea procedural les juega malas pasadas, porque a veces tras recorrer un largo pasillo ves que no tiene salida o que simplemente te lleva a un teleport que te devuelve al principio del sótano. 

 

Eso sí, en los túneles se esconden los tótems gigantes, los cuales te darán una mutación pasiva gratis solamente por plantarte delante de ellos y pulsar un ratito el triángulo. Las mutaciones pasivas son realmente decisivas a partir del mundo 2, así que no son nada despreciable. 

 

El juego al mismo tiempo te sorprende con bofetones de lore que no te esperabas: un campamento de gente que la radiación deformó y que por tanto no son aceptados en los poblados humanos (haciéndote preguntarte si a la vuelta de tu misión te aceptarán a ti con la cola de un alien y una cabeza de serpiente), esqueletos que decidieron morir apaciblemente en una hamaca mirando al ser y humanos que enfrentaron el apocalipsis de una forma valiente. Todo ello brutalmente envuelto, enredado y escondido en el interior de un juego en apariencia macarra pero con muchos secretos ocultos. 

 

 

 

Las tiendas, como en muchos roguelikes, son al final decisivas. La moneda del juego son casettes de música que puedes ir recogiendo por el mundo y que te permiten comprar refrescos light que restauren tu vida así como otras trapalladas varias. Lo interesante del juego es que, tras terminar cada nivel, puedes volver a la base y depositar tus cintas en un banco. Estas no desaparecerán cuando mueras (algo que sí ocurre con tu barra de progreso y mutaciones) y, al cabo de cierta cantidad, conseguirás ser vip y retirarlas de los cajeros abandonados que pueden o no aparecer por el mundo. 

 

Opinión sobre Rad 

 

El juego tiene muchos defectos, pero también tiene una enorme virtud: es divertido. Es muy divertido. Me sorprendí a mí misma varias veces planteándome que tenía ganas de volver a casa para ponerme a jugar una, otra y otra partida. En cuanto conoces las mutaciones más básicas, te mueves con mucha soltura y energía, le coges favoritismo a alguno de los diseños de los personajes y rezas para que la barra de experiencia se llene lo antes posible.

 

Así pronto descubres que son las tres de la mañana y deberías estar intentando dormir, pero justo se han solapado maravillosamente dos mutaciones y tienes un gran poder destructivo, te lo estás pasando en grande y no quieres parar. Y de pronto miras con carita de amor a ese adefesio con cabeza en llamas que tienes por personaje. Y desearías que la partida no acabara nunca. 

7.5

/ 10


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