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Analisis Rabbids: Mi Caaasa!!! WII

Viernes 13 de Noviembre de 2009 por Omar Álvarez
Los chalados conejos apuntan a la luna sin tener los pies en la tierra

Quién iba a decir a Ubisoft que es gran gag que fueron los primeros Rabbids de Rayman 4 supondrían el suspenso temporal del héroe invertebrado y la transformación inmediata en iconos dentro del universo Wii, a la altura en popularidad de otras grandes franquicias de la propia Nintendo.

Ubisoft consciente de la imagen saturada de la franquicia en Wii da un nuevo rumbo y se atreve con la primera aventura de corte 'formal' con los conejos histéricos como maestros de ceremonia. Lejos de ser otro plataformas moribundo o una aventura tradicional, las fuentes de inspiración son mucho más ricas y sorprendentes para este cuarto Rayman de lo que imaginas: desde el control de Super Monkey Ball a la mecánica recolectora de Katamari Damacy. Efectivamente, se abandona cualquier tipo de rutina relacionada con los mini-juegos para proponer un gran mini-juego en si mismo: este es el mayor tropiezo de Rabbids: Mi Caaasa!!!, que no consigue alcanzar la profundidad de los juegos que intenta imitar.

Alcanzar la luna es el objetivo clave de los Rabbids, a base de recolectar la basura y objetos que los humanos dejan por la tierra. Para ello controlaremos a un Rabbid con un carrito de la compra (el cual no va generando una montaña exponencial como en Katamari, ya que los objetos desaparecen) junto a su compañero interno dentro del Wiimote de la consola (en una de las perspectivas sobre las posibilidades del Wiimote más originales y disparatadas jamás vistas).

Toda la dirección de arte es realmente curiosa y extravagante, un cúmulo de buenos conceptos que se centran en prostituir, en el buen sentido, la imagen de los Rabbids (vender el icono y conseguir el favor del público a base de su lucimiento). Los Rabbids ahora parecen una banda de Gipsy Jazz, continuamente tocando melodías festivas como si estuviesen en una película de Emir Kusturica. Las secuencias de vídeo entre capítulos son preciosas animaciones a mano de los conejos imitando las ilustraciones de los años 50, así como el modelado de humanos o mascotas, con reminiscencias al arte pop americano también de mediados del siglo pasado.

La mezcla convence durante las primeras horas pero defraudrará a los jugadores que busquen algo más de profundidad, más allá de dar vueltas por el escenario recolectando objetos (al no ofrecer un reto fuerte). Aunque ofrece muchos extras (como la posibilidad de crear nuestro propio Rabbid) la experiencia de juego se ahoga en un vaso de agua y no consigue ofrecer una mecánica sólida por su exceso de sencillez, oculta claro, bajo una capa de humor y gran diseño.

Siempre nos queda la duda, ¿renovarse o morir? Mientras que las anteriores entregas funcionaban como buen estandarte en la consola dentro de los party games (abandonado por la propia Nintendo tras un torpe Mario Party 8), el cambio de género tristemente provoca que esta aventura de los Rabbids no destaque ante otros juegos de mayor calibre y pierda ese pequeño trono debido a la falta de competencia. Tan interesante y diferente como fallido.

NOTA FINAL: 6.5
6.5

/ 10


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