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Analisis Pony Island ,PC

«Me has convertido en una feliz quiriatura».
Sábado 09 de Enero de 2016 por Diego Emegé

Llevamos solo una semana en el año 2016, pero ya tenemos entre nosotros la primera obra digna de jugarse. Pony Island ha aparecido como de la nada en el catálogo de Steam, y es algo un poco especial. Es un juego peculiar, con un alma siniestra que… Bueno, esperad… Mejor no lo describo, porque cada palabra sobre él supone desvelar un poco más sobre lo que esconde. Digamos que el juego comienza siendo raro incluso antes de intentar asumir la inocencia de su título. El simple hecho de pasar del menú principal ya nos pone a enfrentarnos a estrafalarias opciones, textos descolocados y pantallas de carga que se burlan de nosotros… Bueno, y a un pony remono. Mundogamers ya cuenta unos 80 artículos de MGIndie. Si desde que empecé con esta sección os habéis fiado alguna vez de mi criterio, hacedlo una vez más y no temáis gastaros los 5€ que cuesta. Pasaréis unas cuantas horas la mar de interesantes. Si mi propuesta no os convence, seguid leyendo.

 

La idea general o, por lo menos, la idea inicial, es que estamos jugando a un videojuego con ganas de consumir nuestra alma. Lo que en un principio parece un tierno jueguín sobre un pony pixelado que salta vallas resulta ser un pantanoso conjunto de menús, líneas de código rotas y mensajes amenazadores (sin resultar ofensivos). La temática satánica se ocupa de darle seriedad al asunto mientras otros detalles, como el mensaje de copyright del 92 que hay en el menú de inicio, aligeran el tono. A ello se le suma un rompecabezas recurrente que, a primera vista, parece un truco más en lenguaje de código, pero resulta ser muy lógico y directo.

 

 

Podríamos decir que durante toda la partida nos dedicamos a hackear el juego, pero sin la pesada responsabilidad de aprender C++ antes de poder disfrutarlo. Es mucho de leer, comprender, experimentar con la propia interfaz y utilizar un programa de mensajería instantánea para comunicarse con ciertos individuos desconocidos que nos ayudan o intentan ponernos trampas en el camino hacia la libertad.

 

Se empapa bien del efecto de distanciamiento que inventó el señor Brecht, haciendo de la cuarta pared un ente bastante tangible en lugar de atravesarla. Durante toda la partida, lo que vemos es una pantalla añeja en dos tonos, pero lo hacemos desde los ojos de un segundo jugador-espectador que, en ocasiones, nos deja ver sus manos. También, en del escritorio del ordenador nos podemos encontrar un archivo de texto en el que se muestra una pequeña guía de cómo llegar hasta el momento exacto en el que encontramos el archivo de texto. El juego busca jugar con nuestra cabeza y hacernos sentir que se está burlando de nosotros. Lo cierto es que logra su objetivo, y es muy efectivo, porque nos hace darnos cuenta de que todas nuestras ocurrencias no eran más que la única solución posible. La respuesta de los individuos de la IA no es tan natural o sorprendente como algunas que hemos visto anteriormente, pero se dejan querer.

 

 

Ya avanzado el juego encontramos una sección que se acomoda demasiado y se extiende mucho. La mecánica de rompecabezas que se genera es inteligente, pero todo lo que hemos hecho en el juego hasta ese momento es la verdadera razón para jugar, y no el aluvión de puzles que nos suelta con tanta convicción. Se torna convencional, a pesar del particular estilo visual. Por suerte, el juego retoma con fuerza sus intereses y desemboca en un final francamente excéntrico.

 

No dura muchas horas, pero logra presentar muy buenas ideas sin problemas. Es cierto que aguantar a un Satán tratando constantemente de conseguir almas acaba por restarle credibilidad al caballero, pero bueno… podríamos aceptar a Satanete como animal de compañía. Pony Island ayuda a aligerar los dramas personales provocando sonrisas o incluso risas, sorprende, que no es poco, y tiene varios momentos bien conseguidos y memorables. La única pena es que haya salido sin aviso y que se llame como se llama. Muchos pasarán de largo cuando lo vean en el catálogo de Steam, pero vosotros no.

7.5
/ 10

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