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Analisis Lichtspeer ,PS4

Lo que hace el aburrimiento... de un dios.
Lunes 03 de Octubre de 2016 por Diego Emegé

¿Un Angry Birds basado en la mitología germana con hordas al estilo de Plantas contra zombis? ¡Claro! Esto es el MGIndie, ¿recordáis? Es esa clase de juegos que no sabíamos que necesitábamos. Lichtspeer rebosa de encanto ochentero y es superadictivo; una de esas experiencias ligeras y frescas que le dan color a un panorama lleno de grises triple A. No es un juego complicado y, de hecho, la clave de su planteamiento es la simplicidad. Nuestra misión es entretener a un dios germano, el Lichtgod, que nos otorga el poder de las lichtspeers, una especie de lanza luminosa que debemos lanzar para matar a los enemigos que salen a nuestro encuentro. Tiene buenos controles, una estética agradable y un diseño inteligente. ¿Os animáis a saber más? Como se dice en alemán: «Los, los!».

 

Por lo general, se puede acabar con cualquier enemigo si acertamos en el cuerpo con una o dos lanzas o de un toque si le clavamos una en la cabeza, obteniendo, ya de paso, un multiplicador de bonificación. Cuando empezamos a acumular estos multiplicadores es cuando la cosa se pone adictiva. Cada acierto en la cabeza (algo que ocurre con frecuencia independientemente de la habilidad) sabe a triunfo, mientras que cada fallo resulta desastroso, vergonzoso, una afrenta a los Lichtgods. El arte de crear y dominar las combinaciones genera subidones de los que se consiguen en Resogun.

 

 

Lichtspeer hace gala de una razonable variedad de enemigos que logra mantenernos interesados: tenemos los que van pisando huevos, los que parecen zombis con prisa, gigantes que aguantan dos impactos mal lanzados, peces que saltan como salmones del agua, hechiceros que lanzan bolas de energía y muchos más. Hay momentos en los que la variedad se suma a la cantidad y podemos llegar a sentirnos abrumados y algo bloqueados, la verdad, pero el proceso de adaptación es tan sencillo como ponerse a lanzar lichtspeers para seguir respirando. Además, el juego cuenta con minijefes cuyos enfrentamientos plantean sistemas de combate exclusivos. Siempre dependemos de nuestras lanzas de neón, claro, pero cada uno de ellos es suficientemente especial como para seguir queriendo ver al siguiente.

 

Aunque los mundos tienen diseños únicos con fondos interesantes de ver, la estrella del juego es el apartado artístico, que destaca por los destellos de neón morados y los láseres. Nada que no se pueda esperar de un título independiente de sus características. En otro orden de cosas, aunque el planteamiento interactivo tal y como os lo hemos descrito se sustenta óptimamente, existe la posibilidad de hacerse con habilidades que se pueden mejorar y con las que podemos hacer nuestro el control de nuestro héroe germano. Entre esas habilidades hay ataques especiales con múltiples lanzas, defensas pasivas y otras activas. Como en todo juego de esta clase, existen picos de dificultad. Por suerte para novatos o jugadores menos hábiles, la muerte no es dolorosa ni punitiva. El personaje resucita en un punto de control a los segundos de resultar aplastado, y al hacerlo no perdemos puntos.

 

 

Por otra parte, también hay algunos momentos un poco tramposos por parte del juego. Como en todo lo visual es tan llamativo y poblado, en ocasiones los letreros, los salpicones de sangre y los montones de enemigos que hay en pantalla impiden que veamos con claridad a los seres más pequeños. Esto en cuanto a los puntos negativos más destacados, porque por lo demás es un juego bastante decente. Ofrece un buen grado de repetición con tres modos: el regular, el nuevo juego plus y el modo Rage Quit, que hace honor a su nombre con enemigos más rápidos y numerosos. Además, cada nivel tiene su marcador, objetivos y objetivos adicionales para tenernos ocupados. En realidad, no le hace falta tanto, porque el propio diseño del juego es suficiente para que queramos echarnos una partidita más constantemente.

 

Merece la pena probarlo en PC por la precisión que aporta el ratón, pero jugado con mando también resulta una experiencia sólida. No obstante, la idea de poder personalizar los controles en mando no estaría de más, aunque solo sea para cambiar la trayectoria con los botones de dirección, en lugar de hacerlo con el stick. Lichtspeer, puede no tener el atractivo masivo de los juegos grandes que van a empezar a llegar ya mismo, pero merece la pena. No innova, pero lo que plantea lo hace bien y con el estilo que proporciona el neón.

8
/ 10

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