Allá a principios de los 90,
Capcom reinaba en los salones recreativos, y aunque en Japón siga teniendo su público, en occidente sólo reinó hasta que casi la totalidad de las grandes cabinas con joysticks y botones se fueron sustituyendo paulatinamente por grandes muebles con volantes y pedales, armas, o estilizadas máquinas, también con joysticks y botones, pero bajo la tutela de
SEGA.
Remontándonos a la primera época, reinaban los
beat?em up, de cualquier tipo, pero uno en concreto llena aún la memoria de muchos, antes de la gran expansión del género con
The Punisher, Cadillacs & Dinosaurs o
Captain Commando. El gran seguero pensará en
Golden Axe, si, pero por todos es conocido que fue
Final Fight quien marcó la diferencia.
Capcom no ceja en su empeño de rescatar clásicos de las recreativas para los mercados digitales de Xbox y PS3, como ya hiciera con
Super Street Fighter 2 Turbo HD Remix o Marvel Vs. Capcom 2. En este caso, no nos trae un versus, sino dos
beat?em up en un pack, que no son otros que
Final Fight y Magic Sword.
A estas alturas
describir lo que es Final Fight sería redundante, ya que cualquier aficionado a los videojuegos debería haberlo probado al menos una vez. Lo realmente curioso sobre el juego es la visión que tenía la compañía sobre la vida en las grandes ciudades por aquel entonces. Una banda criminal secuestra a la hija de Haggar, el alcalde de Metro City, y éste tiene tres opciones: o dejar que vaya Cody, el heroico novio de la chica, o contratar a Guy, el ninja que calza unas Converse, o bien ir él mismo a por ella. Seguro que Gallardón también contrataría al ninja.
El caso es que, aprovechando la situación,
el señor alcalde mata dos pájaros de un tiro y barre las calles de todo tipo de gente indeseable que sale a su encuentro como si de una película de Bud Spencer se tratase, pero añadiendo cuchillos arrojadizos, tuberías y katanas.
Y es curioso el concepto de gente indeseable que tenía Capcom por aquel entonces. Cuando ahora la tendencia es matar alienígenas, mercenarios, demonios (o ángeles en caso de Bayonetta) o robots, antaño estábamos obligados a lidiar a puño descubierto contra
pandilleros punkis como J o Two P, chulos con chupas de cuero como Axl y Slash,
prostitutas callejeras acróbatas tan conocidas como Poison o Roxy, peligrosos navajeros (también acróbatas) como Holly Wood o El Gado, feos gigantes como la familia Andore (curioso guiño a la estrella de la lucha libre André el Gigante), gente gorda y alopécica como Bill Bull, o simplemente, transeúntes cutres como Dug, Bred o Simons, por no mencionar a los jefes finales, la élite, como el líder de los combates clandestinos Sodom, o un fortachón con aspecto de transexual llamado Abigail.
Los estereotipos de lo malo a la máxima potencia contra un lustroso bigote o un hombre de bien que viste vaqueros
boot-cut y una básica cualquiera para sudarla y mancharla de sangre de gentuza.
Era una gran época en la que aún no existían los clichés de protagonista masculino cool y su acompañante, la fémina maciza (y cool). Al otro lado de la pared está
Magic Sword, una recopilación de todos los elementos típicos del medievo de fantasía, de fornidos guerreros que han de salvar al mundo con escudo y espada, subiendo los 50 niveles de la torre para enfrentarse a un Señor Oscuro poseído por un orbe mágico y a su ejército de espectros, esqueletos guerreros, dragones, orcos y un largo etcétera, de la que rescatamos a los prisioneros y nos valemos de la ayuda que nos pueden proporcionar con sus habilidades y armas de bárbaro, caballero, ninja, mago blanco, mago oscuro, ladrón,...
Aunque entre ellos no tengan mucho que ver,
ambos títulos cuentan con elementos en común en esta recopilación. Varios modos de pantalla a escoger, entre los clásicos centrado y panorámico, uno con
un marco que simula la cabina de la recreativa, incluso con la curvatura propia de las pantallas antiguas características de las máquinas. También tenemos varias opciones de filtros para que en nuestras enormes, modernas y estilizadas pantallas HD no se nos derritan los ojos por la resolución, entre el suavizado, el definido y el original, como ya ocurrió con los anteriores
revivals de arcades de Capcom para las plataformas digitales.
Si a todo esto le añadimos
los créditos infinitos que nos hubiera encantado tener por aquel entonces y numerosos extras de cada juego (cómics, ilustraciones, curiosidades,...), a desbloquear superando determinados logros, tenemos como resultado
una recopilación imprescindible, más aún si contamos con dos mandos y alguien con quien jugar en cooperativo simultáneo, que aunque también pueda hacerse de forma online, sabemos de sobra que no es lo mismo.
NOTA FINAL: 8
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