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Analisis L.A. Noire PS1

Lunes 16 de Mayo de 2011 por Alejandro Pascual
Todo medio, o arte, o entretenimiento, o como quiera llamarse, tiene su evolución. Puede que la de Rockstar y Team Bondi con L.A. Noire no sea tan definitoria como el paso del blanco y negro al color, pero no hay que saber mucho de esto para entender que ha marcado un punto de inflexión. Más que una evolución, esta revolución en lo que a animación facial se refiere ha marcado tanto el camino que, aunque el juego esté a cinco días de su lanzamiento, nos lleva acompañando más de un año. Tanto, incluso, que ha influido en los juicios y valoraciones de juegos del pasado, que estaban destinados a romper el molde en su momento, como Heavy Rain, Mass Effect 2 o cualquier juego que se atreviera a acercar la cámara al rostro de los personajes. Y entonces se jugaba a Heavy Rain y se pensaba que, aunque su interpretación era verosímil le faltaba ese toque de realidad, ese toque 'L.A. Noire'. Por tanto, es como si, en el fondo, L.A. Noire llevara con nosotros más tiempo del que parece.

Esta sensación perdurará, incluso se aumentará, en el futuro. A medida que pasen los meses y los años, se seguirá oyendo y leyendo que gráficos, animaciones y personajes están bien definidos, pero no llegan al nivel de L.A. Noire. Con el tiempo, es de esperar que esta tecnología no se quede en una exclusividad y cada vez más estudios pasen a adoptar algo similar (y dejen de debatir si les conviene o no). Nadie habría querido que Technicolor hubiera quedado restringida a una sola firma, y haber vivido 50 años más de blanco y negro sin necesidad.

L.A. Noire es un producto muy complejo. Uno puede disfrutar de una película sin necesidad de analizar cada plano de ella, ni fijarse en los decorados, el vestuario y todos esos pequeños elementos y detalles que se encuentran dentro del cuadro. Pongamos por ejemplo Mad Men, una de las series fetiches de los creadores de L.A. Noire (y de la cual se han nutrido para muchos actores; a saber, comenzando por su protagonista: Aaron Staton, Vincent Kartheiser, Elisabeth Moss, Rich Sommer, Michael Gladis y Ned Vaughn). Puedes verla sin necesidad de saber que todos los detalles, mobiliario y trajes son de la época gracias a un trabajo de documentación y una cabezonería por parte de sus creadores que roza la locura. Pero si los reconoces y fijas tu atención en ellos, la experiencia se enriquece. Aquí ocurre lo mismo. La representación de esta Los Ángeles de los 40 se ha mapeado para alcanzar un detalle enfermizo, muchos de sus casos (sobre todo los de homicidios) están basados o inspirados en casos reales y en la metodología utilizada para resolverlos. Incluso los cortes que puedes escuchar en la radio de tu vehículo son extractos de archivo de los programas de aquella época.

Sunset Boulevard


La primera lección que uno debe sacar de L.A. Noire es que destaca, por encima de todo, la ambición. Tanto nuestro protagonista en la aventura, Cole Phelps, como el estudio de desarrollo, Team Bondi, no son de esos a los que les guste nadar en la normalidad y seguir el cauce del agua. Perfectamente este juego podría haber durado la mitad con algo más de enfoque en las misiones secundarias, cortar el juego al término de la división de Homicidios y haber sacado L.A. Noire 2 el año que viene con Antivicio e Incendios y algún regalito más. Pero no lo han hecho. Rockstar y Team Bondi han querido incluir lo máximo posible, rellenar el disco (o los tres en el caso de Xbox 360) hasta reventar y que quedes empachado de novela negra.

Tanto es así, de hecho, que en ocasiones es incluso natural que uno pierda el ritmo. Algunos casos y situaciones quedan algo sueltos y pueden resultar demasiado inconexos si se juegan demasiado compulsivamente, como una serie donde cada capítulo es una historia diferente, pensada para ver de forma diaria o semanal, y uno la ve atropelladamente, un capítulo tras otro. Es algo peliagudo, porque este hecho en un principio nada significativo, marca mucho el suceder de los acontecimientos. De repente estás con tu compañero yendo a investigar un nuevo caso y te das cuenta de que Phelps tiene mujer e hijos. Y no lo sabías porque él no suelta nunca prenda, ni los casos se interrelacionan tras haber ido a descansar con tu mujer, porque aquí no dormimos ni hacemos vida familiar. Este hecho, aparentemente aislado, genera un vacío en la psique del personaje. Al no querer desvelar su conflicto personal es muy difícil empatizar con el protagonista y nos dejamos llevar más por sus personajes secundarios. Por ejemplo, Rusty Holloway, nuestro compañero de homicidios, es más fácil de interpretar. Sus constantes diálogos y forma de actuar, como tener siempre una idea preconcebida del caso, buscar cualquier momento para fumarse un puro o tomarse tres dedos de centeno en el bar hace que nos interesemos por él. Podemos juzgarle porque le conocemos. Es un poli de la vieja escuela, está cansado, prefiere solucionar rápido el caso, acusar a quien sea e irse al bar que preocuparse de hacer bien su trabajo. Ya sabéis, una de esas personas cansadas que ya se han dado por vencidas, y que pululan por las oficinas de medio mundo. Con Phelps esto no pasa. Las pocas veces que hace algo fuera de lo común nos dejan al otro lado de la puerta, simplemente intentando intuir por qué actúa como actúa.

Por otro lado, los casos también tienen su aquél. Mientras que toda su ejecución es perfecta, el hecho de haberse fijado tanto en casos reales, casi de libro de referencia, hacen que en muchas ocasiones tu primera conclusión nada más ver la escena del crimen, sea precisamente la acertada. O que sepas perfectamente quién acabará en chirona con verle la cara. Pero claro, como en toda buena novela negra, cerrar un caso no es más que un paso hacia el verdadero misterio que engloba varios de estos. Por eso, nos ha sorprendido que con todas las referencias que L.A. Noire ha cultivado hayan tomado algunas decisiones algo controvertidas con estos casos globales; a destacar, esa especie de deus ex machina que parecen sacarse de la chistera, imposible de prever, que puede no llegar a sentar bien al detective más intrépido que se atreva a entrar en el juego (como siempre se hace en el film noir) de adivinar quién es el verdadero asesino.

El valor no se demuestra con una única acción


Es comprensible, en cierto modo. L.A. Noire ha intentado abarcarlo todo, uniendo todas las perspectivas del género. Desde el tenebroso claroscuro de El crepúsculo de los dioses de Wilder hasta el thriller moderno y colorido del Zodiac de Fincher. Desde el enrevesado galimatías del Chinatown de Houston hasta el auge y la caída de los personajes del L.A. Confidential de Ellroy. En ocasiones, la mezcla surge el efecto deseado y nos hace soñar; en otras, el cambio es demasiado forzado como para tomarlo en serio. Demasiado poco amenazante, demasiado poco misterioso para lo que propone, por extenderse hacia tantas influencias. O quizá simplemente sea la falta de un giro argumental loco a lo Heavy Rain que te deje traspuesto. Ese ¡Mira quién era el asesino! que echamos de menos.

Con todo lo bueno y las puntillas que tiene que sacar toda crítica aunque sea de una obra magna como esta, L.A. Noire debe verse siempre como un paso adelante. Fresco y valeroso. Un atrevimiento. Una osada danza riéndose en la cara de todo aquél que no se atreve a hacer nada nuevo. Sigue manteniendo el esqueleto de Rockstar, pero ha sido construido con carne joven, con ganas de comerse el mundo y atragantarse. Y vaya que si se lo va a comer. Si a Red Dead Redemption le llamamos el referente de la acción, L.A. Noire debe ser visto como el referente a seguir en la renovada aventura, saliéndose por completo de sus patrones clásicos. No nos sorprendería que, a este ritmo, Rockstar marcara un hito en cada género que tocara.

NOTA FINAL: 9
9

/ 10


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