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Analisis Rusty Lake: Roots ,PC

Una horrible herencia.
Sábado 05 de Noviembre de 2016 por Diego Emegé

En Rusty Lake: Roots las cosas empiezan con calma. Pertenece a una raza de juegos que se llaman «escape rooms», y que poco a poco se están haciendo muy populares en el mundo real. En el caso de los videojuegos del género, la interacción es muy sencilla, pero exploran nociones complejas o surrealistas: muchos se pueden controlar con solo un dedo, pero exigen un pensamiento peculiar. En el caso de Roots empezamos a mediados del siglo XIX, siguiendo a un hombre en muletas con un sombrero. Llega a una casa en el campo con una carta en el bolsillo. Al leerla nos enteramos de que su tío ha muerto y de que le ha legado la casa y una semilla muy especial. «Plántala y forma una familia», se lee en la carta.

 

Algo que está claro desde el principio es que se trata de un juego ideal para pantallas táctiles, y a pesar de que el ratón se las arregla para imitar esa interacción, es inevitable notar que no es el medio más apropiado para controlarlo. Cada vez que hacemos clic aparece un círculo que sería ideal para saber cuándo y dónde hemos tocado con el dedo. Es algo innecesario en el ordenador. El control también se sirve mucho de arrastrar la pantalla; cosa muy natural cuando usamos un dedo, pero algo más tosco cuando el método de interacción es el ratón. Otra de las peculiaridades es que corre en Flash. A pesar de que gran parte de los modelos funcionen con vectores, la otra parte acaba siendo fea, fea a pantalla completa. Pero, claro, es ver a ese hombre-cuervo y sentirnos atrapados inexorablemente.

 

 

Entonces hacemos un poco el paripé de aventura gráfica en el que cogemos la lata, la llenamos de agua en el pozo que hay en el jardín, hacemos que el perro escarbe en la tierra para hacer un hoyo, plantamos la semilla, la regamos con el agua y vemos cómo crece para convertirse en un árbol familiar real y metafórico. Todo muy inusual. Acto seguido, nos desplazamos a la derecha del jardín y vemos que la puerta de la casa tiene tres huecos para tres gemas. Volvemos a la tónica de aventura gráfica: alcanzamos el nido de cuervo que hay en el tejado, le damos una lombriz al pájaro y conseguimos la primera gema. Es un lenguaje que conocemos desde hace décadas, aunque los términos se expresen en un orden extraño. Pero cuando rompemos el cristal y vemos al hombre con cabeza de cuervo sabemos que estamos en Rusty Lake: el lugar más inquietante e inteligente del plano interactivo.

 

Lo siguiente es embarcarse en un ejercicio lúdico de 33 episodios que nos lleva desde mediados del siglo XIX a mediados del XX y nos da a conocer tres generaciones de una familia cuya razón de ser aparente es proporcionar partes del cuerpo para facilitar la reencarnación de… algo.

 

 

Lo que mejor hace Rusty Lake (sí, también es el nombre del estudio) es mantener el mismo tono anómalo en sus obras. Se puede completar Roots de forma independiente para conocer ese mundo peculiar sin sentir que nos perdemos nada, pero para los que hayan disfrutado del resto de títulos del estudio hay una cierta gratificación al encontrar elementos en común de la oscura tradición que lo caracteriza. En ocasiones tiene que ver con la mera aparición de un cuadrado de trazo blanco en plena pantalla. Puede parecer banal, pero cada vez que aparece uno de esos polígonos se sabe que algo va a ocurrir. Hay algo pavoroso en ellos: la forma en que parpadean, cómo parecen parte del universo y no de la interfaz.

 

Curiosamente, a pesar de compartir la macabra atmósfera y los objetivos, Roots carece de la misma intensidad terrorífica que caracteriza al resto de la obra del estudio. A pesar de ser un juego interesante y anómalo, a lo largo de sus más de 30 niveles se alarga demasiado el mismo concepto hasta que se vuelve muy delgado, con lo que acaban dependiendo de rompecabezas muy manidos. Aunque hay ejemplos totalmente desconcertantes, como cuando tenemos que dar de beber vino a un bebé, infligir heridas diabólicas a través de unos muñecos vudú o resolver incógnitas relacionadas con runas y estrellas, también encontramos el juego de las seis ranas o el clásico enigma de las jarras de agua. Al final acabamos pasando por secciones que olvidan la naturaleza espeluznante del juego, y eso resulta incongruente.

 

 

Pero sí que contiene elementos característicos de la casa, momentos perturbadores y otros de humor negro. En cierta ocasión tenemos que retorcer el pezón de un cadáver para quitarlo y entrar en un pasadizo dentro del cuerpo para sacar el corazón por la boca. Como no podría ser de otra forma… Una vez acabado el juego, por otra parte, hay un conjunto de rompecabezas adicionales que podemos completar, y al hacerlo se desvela un último desafío muy elaborado que deja un excelente sabor de boca.

 

Si queréis respuestas para las incógnitas que plantea la saga, no las encontraréis aquí. O puede que sí, pero no tendrán sentido. Por lo menos no lo tuvieron para nosotros. Pero tampoco estamos seguros. Quizá no sea el juego de Rusty Lake más impactante, o uno de sus Cube Escape más elaborados, pero hace muchísimo por los 3 euros que cuesta. Os recomendamos que lo probéis, junto con Rusty Lake Hotel, y que os deis un paseo por los Cube Escape, que aportan su particular granito de arena al universo creado por Rusty Lake.

7.5
/ 10

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