1. Mundogamers
  2. Analisis
  3. PC

Analisis Battleborn ,PC,PS4,XONE

Perdiendo el control
Miercoles 11 de Mayo de 2016 por Dayo

Battleborn no debería ser juzgado como un first person shooter. No debería ser jugado como un first person shooter. No lo es. No es su territorio; las armas son poco satisfactorias, el PvP es lento porque los héroes tienen mucho aguante y los mapas son demasiado grandes para los pocos jugadores que hay en cada partida. Battleborn ha tenido la mala suerte de salir a un escaso margen de la beta de Overwatch, y no tiene nada que hacer contra la obra de Blizzard. No duraría un asalto. Tampoco es que importe, porque ese no es su ring. Battleborn se ve como un first person shooter, se controla como un first person shooter, pero en realidad es un MOBA.

 

La cuestión es ¿lo saben en Gearbox?

 

Es innegable que, desde su anuncio, Battleborn se presentara como tal: un acercamiento al género de League of Legends desde la primera persona, pero el estilo de juego no favorece esa mentalidad. La campaña es un desastre, un trasunto del modelo Destiny que nos lleva a cumplir misiones repetitivas en la lucha contra una amenaza espacial para vivir un día más en la última estrella de un universo en reducción. Las más de las veces estas misiones, intercambiables entre ellas, giran en torno a las mismas ideas de resistir el asalto de las hordas enemigas, proteger un robot araña gigante y luchar contra jefes finales de la peor clase, esas esponjas que absorben la balacera como si no existiese y, para más inri, detienen la pelea cada poco tiempo para forzar al jugador a acabar con sus esbirros mientras. Un tedio absoluto. El guión, plano y que, más que sumergir, nos ahoga en lo que debe ser un lore extendidísimo pero que acaba sonando como un puñado de nombres ridículos, consiste en ir a un planeta, salvar a alguien y luego ir al siguiente. De nuevo, como el peor Desitny. Parece estar hecho para jugarse en compañía, pero hacer las misiones en orden cronológico, o incluso las misiones que todavía no hayas jugado, es una ruleta rusa: se dan a escoger tres mapas aleatorios y hay que confiar en que los votos del resto de jugadores estén de tu parte. Maravilloso.

 

 

La gracia, entonces, está en los modos competitivos, pero maldita nuestra suerte, sólo uno de tres consigue exprimir el auténtico potencial de Battleborn. El primero es el clásico modo conquista, jugador contra jugador, soso por los susodichos motivos: en resumidas cuentas, pegar tiros no basta para hacer de este videojuego una experiencia entretenida. Cada personaje tiene habilidades secundarias y un estilo de juego propio, que para algo es un MOBA, pero la resistencia de los héroes y la dependencia de las habilidades por encima de la habilidad en el PvP hace que se sienta vacío, mecánico. El segundo modo, fusión, empieza a sacar jugo: cada equipo tiene grupos de esbirros controlados por la IA que debe guiar y proteger hasta unos altares de sacrificio. Entran nuevos sistemas: hay esquirlas repartidas por el escenario que sirven como moneda de cambio para construir torretas y demás piezas de equipamiento que faciliten el trabajo. Las partidas dejan de centrarse en el asesinato, exigen algo más de cabeza: centrarse primero en ciertos esbirros, bloquear el paso como se pueda, ir no a por el enemigo, sino a por sus recursos. Pero donde Battleborn brilla es en incursión, lo más parecido al estilo de juego MOBA. El objetivo es destruir los robots enemigos, pero para ello se necesita la ayuda de los esbirros, y para que los esbirros se abran paso hace falta más que los jugadores: hay que reclutar esbirros más poderosos, pero para eso, como en Heroes of the Storm, hace falta enseñarles a golpes, y también hace falta construir, mejorar y mantener las torretas y potenciadores para que el equipo rival lo tenga difícil. El individuo queda empequeñecido y Battleborn pasa a ser un juego de equipo, de gestión, de dar vueltas por el mapas y pensar más en la situación global que en si has matado a tantas personas y muerto tantas otras ¿Tienes matones marginados de tu parte? ¿Dónde hay esquirlas para mejorar esa torreta y así darle un escudo?

 

Pero entonces alguien abre la boca y suelta algo parecido a un chiste. Battleborn intenta emular el humor de Borderlands, ya de por sí debatible, pero todos sus intentos resultan en tragedia. Algunos de sus chistes son más un atentado contra la idea misma de la comedia que un chascarrillo, y el guionista parece pensar que la mera observación entre risas basta para decir que el juego es gracioso. Es una desesperación por tener carisma, un niño de ocho años que no sabe qué hacer para entretener a los pocos que lo escuchan y empieza a soltar sandeces. La auténtica gracia sería que esa arrogancia se viniera abajo para convertirse en ridículo, que a alguien le negasen su momento de ser el tío guay de este capítulo, pero todos están ansiosos por soltar su frase, por que te enamores de ellos y quieras dibujarlos y dedicarles cómics y vídeos, como si fuesen los protagonistas de Team Fortress 2. Ese juego confiaba en sí mismo. No necesitaba cogerte por la camisa y gritarte. Sus personajes no se atropellan por ver quién está más loco. Sabe que es gracioso y confía en que sepas verlo. Battleborn lo habitan homúnculos diseñados por comité, como queriendo apelar a un fetiche, una rama de la fantasía o la ciencia ficción, para que cada uno tenga algo que amar.

 

Battleborn sabe lo que quiere, pero no sabe lo que es. Cree que es cuestión de cifras, de desbloqueables, de meter modos de juego, una historia, nombres raros como generit o varelsi, pero se pierde en medio del caos. Quizá si se hubiera centrado en potenciar el único modo que realmente explota sus virtudes, si no buscase llamar la atención de forma desesperada, podría ser un título realmente notable. Pero internet ya ha hablado: Battleborn lucha contra Overwatch. No son el mismo juego, pero da igual. Overwatch sigue ganando, incluso a través de los géneros. Sus personajes no llegan diciendo que están idos de la cabeza. No pretende ser gracioso sin saber lo que es el humor. Sabe a lo que va y lo consigue. Quiere ser un juego ágil y divertido y lo es. Battleborn podría aprender de sus lecciones, pero seguramente esté demasiado ocupado haciendo el imbécil.

7
/ 10

<< Anterior Siguiente >>