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Analisis God of War III PS3

Martes 16 de Marzo de 2010 por Omar Álvarez
Más fácil es a los valientes quedar salvos que muertos, mientras los cobardes ni se salvan ni consiguen gloria. Homero

Puede que a Sony le haya costado más años de los esperados tras el lanzamiento de PS3, pero su particular odisea ha llegado a su fin: al fin, tras muchas dudas, tienen en sus manos el mayor espectáculo audiovisual visto en plataforma alguna, un referente indiscutible y un nuevo techo a alcanzar en materia de potencia y atractivo plástico.

Esta montaña rusa camuflada de épica leyenda griega y conocida como God of War III, te deja totalmente patidifuso desde el minuto uno hasta que termina, en un non-stop de furia y destrucción que culmina la trilogía iniciada en PS2. Si echamos la vista atrás y recordamos qué fue y por qué nos sorprendió God of War en 2005, asumimos ciertos riesgos visuales, pero sin duda recordamos el reciclado de mecánicas y sorprendente ritmo que convirtió a ese juego desconocido y a priori poco atractivo sobre la griega idealizada de Sony Santa Monica en un clásico instantáneo por méritos propios.

Ni Crash Bandicoot, ni Spyro, Jack & Daxter o Ratchet, ni siquiera los inofensivos sackboys de LittleBigPlanet. La verdadera mascota de Sony siempre ha sido Kratos, ese personaje brutal que se identifica con el público favorito de Playstation, testosterónico y visceral, adicto a la adrenalina que pide más y mejor, de forma ininterrumpida. Kratos se erigió en menos de lo que nos pudimos dar cuenta como un símbolo y uno de los personajes más presentes en menos tiempo, pese a que sus lineas de diálogo podrían estar perfectamente robadas del guión de la serie Hércules: Sus viajes legendarios. Lo importante en God of War es la figura y el rol como protagonista, las sensaciones que nos ofrece al ser los partícipes de una vorágine destructiva sin fin.

Lo que lleva a que un perfil de jugadores, entre los que honestamente me incluyo, pueda sentir rechazo y aversión, ¿por qué tengo que reventar la cabeza a un ciudadano para pasar por una cornisa? ¿por qué tengo que arrancarle las falanges de forma violenta, inhumana a Gaia? Kratos no permite opciones, indiscutiblemente God of War no es Heavy Rain, esto no se trata de participar en sesudos dilemas morales, pero con un guión tan insustancial y un personaje tan unidireccional, es imposible crear empatía con un héroe de valores tan fascistas y moralidad aberrante. El guión, ese eterno olvidado, es quien debería haberme engañado, guiado o simplemente climatizado de tal forma que no me importase lo más mínimo, subir el monte olimpo para seguir sorprendiéndome con esa excusa reiterada del más por el más.

Sin buscar tres pies al gato, hay algo de decepcionante en la mecánica de God of War III y es que no ha evolucionado prácticamente nada desde el juego original. Esa sensación de déjà-vu se suele paliar con el dicho aún más bizco de para qué cambiar algo si funciona a lo que se podría responder con claridad para qué comprar algo que ya tengo. Ni alcanza la profundidad de Bayonetta en el arte de equilibrar ataque y defensa, ni consigue un plantel de combos lo suficientemente variado atractivo como en Ninja Gaiden ¿A qué viene este inesperado desequilibrio en las armas? En vez de combinar cuatro verdaderamente diferentes, se entorpecen las unas a las otras por sus excesivas similitudes. Ni siquiera solventa errores pretéritos (saltos de sonrojante inexactitud, puzzles de sencillez ofensiva) aunque es un placer encontrar un juego con un ritmo tan vibrante y definido.

Su vertiginoso desarrollo redime la torpeza y desidia al a hora de repetir errores pasados. Es difícil detenerte y transportar al plano moral las decisiones de Kratos mientras arrancas la cabeza a una hidra con una mano y con la otra le sacas el ojo de un cuchillazo a un cíclope. Frenético e hiperactivo, God of War es una experiencia de consumo inmediato, un chute directo de alcaloides al cerebro que puede gustar o decepcionar, pero en ningún momento da pie al relax.

Los fans ya han decidido. Santa Mónica puede estar tranquila, su principal objetivo, demostrar que nadie puede igualar en los años próximos su espectáculo de cabezas cercenadas, brazos amputados y poderío tecnológico está mucho más que cumplido. La saga God of War tiene la traca mayor para celebrar su final, una explosión que desborda al jugador desde el primer minuto que sostiene un Dual Shock pero GoW III caerá en el olvido ante un hipotético GoW IV o el similar que le preceda: este es el precio a pagar por buscar únicamente el más por el más.

NOTA FINAL: 8
8

/ 10


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